Puente Romano de Salamanca

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Puente Romano de Salamanca

Este puente constituye una de las partes arquitectónicas más importantes de la ciudad, ya que forma parte del escudo heráldico de la ciudad desde el s.XIII. Dentro del conjunto cabe destacar una escultura representativa y que se encuentra en perfecta fusión con el puente, es el famoso Verraco del puente, decapitado, y trasladado de su ubicación habitual a la entrada del monumento. También, se ha incorporado en este espacio la escultura en bronce que muestra el Lazarillo de Tormes, acompañando al primer ciego al que sirvió. El puente es una parte activa de la famosa Vía de la Plata que unía Mérida y Astorga. Los 15 arcos más próximos a la ciudad son enteramente romanos, del año 89, y los restantes son añadidos posteriores en el siglo XVI.

Se cita el Toro (en realidad Verraco quiere decir cerdo reproductor) en la obra anónima  «Lazarillo de Tormes» y hoy en dia forma parte del escudo de la ciudad. El puente se halla en la romana Vía de la Plata, que unía Mérida con Astorga.

Desde el puente romano se divisa una magnífica vista de las Catedrales. Insensible al paso de los siglos, este robusto puente surca el río Tormes. Los quince arcos fueron reconstruidos en el siglo XVII, dañado por las crecidas del río.

El denominado históricamente Puente Mayor de Salamanca es el más vetusto de los monumentos de la ciudad, ligado tan inherentemente a la capital charra que forma parte de su blasón junto al toro, el árbol y las armas del linaje Varillas o Villafuerte. Durante los cerca de dos mil años de existencia, el puente ha servido como medio para permitir el desarrollo económico y social de la ciudad. A pesar de su antigüedad y la agitada convivencia con las aguas del Tormes, mantiene su firme presencia salvando la corriente a través de 26 de arcos.

Mucho se ha dicho y escrito sobre este monumento, pues es mucha su historia y, tanto o más queda por conocerse de él. Se coincide en situar su construcción en época imperial romana a cuyo periodo correspondería la parte más cercana a la ciudad, compuesta por 15 arcadas. La fábrica de esta parte es de granito de buena sillería almohadillada labrada a lo rústico caja contundencia tectónica y regularidad en la distribución de sus arcos ha llevado a algunos expertos a localizar su realización en época del emperador Augusto, cuando se acometen las grandes obras públicas romanas en España, como el puente de Alcántara. Sin embargo, investigaciones como las de Salinas, estiman que dataría de época de Trajano, hacia el año 100 de nuestra era.

Los otros 100 años  restantes son resultado de intervenciones posteriores, por culpa de las riadas que castigaron sus cimientos, Gran parte de las crecidas del Tormes a su paso por Salamanca  son documentadas en los siglos XIII y XIV, pero las más determinantes y que condicionaron la fisionomía actual del puente fueron la de Santa Barbara acaecida en diciembre de 1498 arrastrando dos arcos del puente y, sobre todo, la gran riada de San Policarpo la noche del 26 de enero de 1626. Los efectos de esta riada fueron catastróficos; las fuentes escritas coinciden en citar como 10 los arcos destruidos. También dañó un castillete que tenía en su zona meridional que había sido levantado para celebrar los esponsales en Salamanca de Felipe II y su primera mujer Isabel de Portugal, posiblemente reutilizando algún tipo de construcción medieval a modo de humilladero. La solución de emergencia, ante la imposibilidad económica de reconstruir todo lo anegado, fue realizar un entramado de madera. En 1677 se concluyen las obras según la traza dada por el arquitecto, por entonces de la catedral y obispado y también del Ayuntamiento de Salamanca, el cántabro Juan de Setién Güemes, quien dejó su huella en otros muchos edificios de la ciudad en el último tercio del siglo XVII. Lo que hasta ahora se sabe, no aclara sustancialmente si en este nuevo plan se siguieron las pautas métricas y constructivas del puente antiguo. Seguramente no tendría sentido su imitación sino que se habría buscado una mayor consistencia del puente conforme criterios de ingeniería hidrodinámica. No serían reutilizadas las cepas de los pilares romanos sino que se abrirían otras nuevas, explicándose así la irregularidad manifiesta en la luz de los 11 arcos nuevos. Esta parte reformada se distingue claramente de la romana por haberse utilizado en su construcción piedra arenisca pre-eocénica, destinándose el granito solamente en las dovelas de los arcos. En 1681 se levanto de nuevo el castillete.

Durante los siglos XVIII y XIX los estragos sobre este monumento no se debieron solamente a la fuerza del agua aunque variaron la estética del mismo. Algunas reformas se limitaron a su mantenimiento, como las realizadas en el enlosado por Jerónimo García de Quiñones y Juan de Sagarvinaga en los umbrales del siglo XIX.

En julio de 1986 el Ayuntamiento de Salamanca inicio las obras de instalación de una conducción de agua de fibrocemento atravesando longitudinalmente el puente. La excavación precisó la realización de una inspección arqueológica para documentar los cortes y pavimentos descubiertos, y evaluar los daños causados. En el corte, de 80 cm de protundidad se documentaron tres suelos consecutivos, siendo el más profundo de ellos, de arenisca, anterior a la riada de San Policarpo, acaecida en 1626.

La intervención más sustancial data de 1853; se retira el castillete central y las almenas medievales que perfilaban los pretiles del puente concretando definitivamente la imagen que hoy presenta el Puente Mayor.

Aunque existe un puente nuevo construido a principios de siglo y para honor del construido 19 siglos antes, en él rezaba un cartel advirtiendo: «atención, vehículos de más de 18 Ton. por puente romano«. Actualmente el puente ha perdido la funcionalidad tradicional, asumida por construcciones más modernas como el puente de Sánchez Fabrés o el de la Universidad, y permanece como guerrero sin victoria recordando los orígenes e historia de la ciudad, saludando al viajero pero con sus robustos tajamares, un monumento estoico para una ciudad febril.

Fue declarado monumento el 3 de junio de 1931 por decreto.

 

Autor

Jubilado. Ex-trabajador de la Librería Cervantes. Aficionado a la fotografía y la historia de Salamanca.