Entrevista a Juan Figueroa, director de cine: “El arte es un suicidio”

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Director de cine Juan Figueroa

Talavera de la Reina, Toledo (1965). Director de cine. Estudia Filosofía y Derecho en Salamanca. Cursos de dirección de cine en Bordeaux (Francia), San Antonio de los Baños (Cuba) y São Paulo (Brasil) con Buddhadev Dasgupta. Realiza los  largometrajes: Sobrenatural (2019); Hekatombe (2021) en fase de finalización, Animal piedra (2021) en postproducción; Pintura para Paula (2021) en fase final de montaje; Fazedor de Montahnas (2008); Jardín Cerrado (2021) en postproducción. Proyectos para 2022: No persona y Empédocles.  Ha elaborado films experimentales, cortometrajes, vídeos musicales e incluso ha publicado un libro de poesía (Séptimo Seísmo). Sus películas han recorrido numerosos festivales internacionales, en los que ha obtenido varios premios. Ha vivido en Brasil de 1997 a 2010 y ahora reside en Salamanca.

¿Cómo ves la sociedad actual?

En el final de un ciclo que todavía, por desgracia, seguirá dando coletazos durante muchos años. La última crisis, la de 2012, trajo consigo un mal horroroso en nuestro medio, el de reducir la cultura a ocio y el arte a lujo. En estos diez últimos años ha habido un gran déficit de sensibilidad y un conservadurismo lamentable.

¿Crees que con la pandemia la visión de la vida va a cambiar?

Estamos obligados a que cambie. La pandemia ha sido un despertador. Es un aviso incuestionable de la fragilidad de nuestras vidas, y también, de la debilidad de nuestros sistemas. Se ha cumplido por primera vez una promesa que llevábamos escuchando muchos años: la globalización. Irónicamente la primera globalización real ha sido una pandemia. Más allá de sus efectos devastadores es una gran oportunidad para transformarnos.

¿Cómo surgió la vocación del cine?

La vocación del cine estuvo siempre presente en mi vida. La película que me definió absolutamente, y que descubrió mi vocación fue una película de Buñuel: Viridiana .Esta película me transformó por completo. Fue como ese cubo que tiras al pozo, llega hasta el fondo y recoge esa agua, que es el agua verdadera, el agua que estás esperando.

¿Cuál sería tu valoración del cine actual?

Yo creo que el cine todavía está en pañales. Le falta mucho para encontrarse a sí mismo. El cine no ha desarrollado todo su potencial artístico, sigue siendo extremadamente literario. Hay una realidad cinematográfica de las cosas que el cine debe revelar. La imagen fílmica no puede contentarse con reproducir la realidad que vemos. Es capaz de hacer presente otras realidades que no vemos. Esta travesía ya la había hecho la poesía, Rimbaud, por ejemplo. Su poesía hizo ese tránsito del punto de vista a la visión y de ésta a la videncia. Cuando tú eres capaz de vislumbrar las puertas de la “transrealidad”, de ese más allá de la vida que está aquí, y no cesa de transformarse. El arte permite ese acceso a una realidad más plena y transcendente.

En este momento, ¿en qué estás trabajando?… Todo el mundo está más bien parado y tú tienes multitud de proyectos abiertos…

Bueno, eso, probablemente, sea más una condición mía, que una virtud. Tengo muchos proyectos en curso. Cada uno tiene su vida propia y sigue su camino. Durante la pandemia yo he seguido trabajando en la medida de las posibilidades. Hay dos películas en que estoy ahora mismo trabajando. Una prácticamente terminada,  que es un largometraje que parte de la obra pictórica de Ramiro Tapia. Se llama Hekatombe.  Estoy trabajando también en un film experimental que se llama Pintura para Paula. Son dos obras que tienen a la pintura como núcleo inspirador. Esos son los dos proyectos inmediatos. En 2022, espero viajar a Brasil a filmar la segunda parte de una película, de la que filmamos hace veinte años la primera parte, sobre la tortura, se llama No persona. Vamos a filmar a las mismas personas. El tema es el tiempo y sus efectos..

¿Cuál de tus películas es la que más te ha marcado?

Probablemente la película que más me ha marcado es una que no está terminada. Es una película que me ha costado veintiún años hacer. Se llama Jardín cerrado. Es una película que rodamos en el año 2000, con tres indios Kayapó, que llevamos de la selva amazónica a São Paulo. Ese proyecto, que era complejísimo, era una película muy surrealista, una película muy experimental y completamente delirante. Partía de sacar a tres personajes de su entorno y colocarlos en el  más opuesto a su naturaleza, y a través de esa lente contemplarnos nosotros mismos.

ANIMAL PIEDRA Juan Figueroa

¿La idea que tú tienes del cine es una reflexión, una manera de hacer pensar a la gente?

Para mí lo importante de la imagen no es lo que significa, sino lo que crea. El cine es el lugar de las imágenes, no de las historias. Nosotros trabajamos con una bestia salvaje: la imagen. El cine puede fosilizar la imagen, domesticarla, o puede dejarla ser, servirse de su potencial de enigma incalculable y fecundarse en él. Mi proceso creativo parte del azar, de la intuición, una imagen que me asalta y que a veces incuba en mí durante años. Yo no diría que busco con el cine la reflexión del espectador. Busco su aceptación. Si la reflexión no estaba en el origen de la creación de esas imágenes yo no puedo pretender que la reflexión esté en el destino de ellas.

Tu cine se aleja conscientemente del cine comercial…

El cine está demasiado preso, para nuestra desgracia, de los códigos narrativos y dramáticos. Mi cine busca “desgramatizar” la imagen, liberarla de las ideas y códigos. En todo caso, soy partidario de que convivan todas las formas posibles de cine. Y no sólo el cine comercial y de entretenimiento. El desarrollo del cine, para nuestra desgracia, camina hacia una mayor autocomplacencia, por parte de quienes lo producen, por parte de quienes lo crean y por parte de quienes lo consumen. Antiguamente teníamos muy claro que el cine estaba dirigido al espectador,  que era cómplice de tu obra. La aceptaba o la rechazaba, pero era cómplice de ella. Se situaba ante ella en una relación de igualdad. Ese concepto de espectador está siendo sustituido ahora por el concepto de consumidor. Al final, yo no estoy luchando contra un cine comercial, sino a favor de un cine liberador y arriesgado.

¿Cómo definirías tu cine?

Es muy complicado poner etiquetas al trabajo. Yo no creo en las categorías. Cuando hablo de cine experimental, me refiero al cine planteado como experiencia. A mí, lo que me importa de la imagen, es la capacidad de experiencia que ofrece al espectador. Yo no hago un cine confesional, testimonial. Yo no hago un cine sobre lo que sé, yo hago un cine sobre lo que no sé. Mi trabajo consiste en ponerme a disposición de una obra cuyo origen desconozco, la mayoría de las veces, y aportar esa energía elaboradora que se traduce en una película. Tal vez una forma de definir mi cine es experimental, o de arte.

Yo creo que el arte no es una profesión, es una devoción, una actitud humana. El compromiso del arte no es con la belleza o la verdad. El compromiso del arte es con el misterio. Es con la capacidad que tenemos, precisamente, de acceder a esas otras realidades que están sucediendo a nuestro alrededor,   que nos completan, y nos hacen sentir la vida con mayor plenitud. Es un instrumento con un potencial inmenso, por eso defino mi trabajo como cine arte, por la capacidad que tenemos de acceder a partir de la imagen al enigma de nuestra existencia. El arte es un suicidio porque trabajamos como si no hubiera mañana, no hay esperanza. El arte permite que convivamos con los enigmas de nuestra existencia. El mayor error del ser humano es el anhelo permanente de querer resolver estos enigmas. El arte te hace ver y te hace entender que el enigma eres tú, y que por tanto, a medida que tú avanzas, tu propio enigma avanza.

¿Qué película te ha costado mayor esfuerzo realizar?

Todas las obras vienen acompañadas de un esfuerzo singular y propio. Cada obra viene con un misterioso libro de instrucciones y de esfuerzos y, tal vez,  de recompensas. Probablemente la película que más me ha costado hacer es una que todavía no he terminado, lo que me lleva doliendo mucho, porque es una película que rodamos en el año 2011, se  llama Animal Piedra. Está protagonizada por Severiano Grande, el gran escultor. Me entristece no haberla terminado, porque Severiano ya tiene una edad avanzada y me gustaría que él pudiera estar presente en su estreno.

Tu cine está fuera de los circuitos comerciales. Imagino que no es fácil conseguir financiación…

Las películas menores, que yo llamo cine de cámara, he podido autofinaciarlas. Para las otras, he tenido la suerte de obtener, a veces, subvenciones públicas y mecenazgo que han ayudado a la financiación.  Pero parece que el cine no comercial tiene hoy una difícil justificación en España. El cine experimental  o de arte, se considera prácticamente un lujo, algo absolutamente opuesto a lo que busca ser. La política de subvenciones en España no ha sido muy atenta a este tipo de cine. Nos enfrentamos a todo tipo de dificultades y a todo tipo de soluciones creativas.

 

Autor

Periodista licenciada en la Universidad Pontificia de Salamanca. Máster en Comunicación en entornos digitales por la Universidad Camilo José Cela.