En el desidio de mis entrañas,
sin saberlo deslicé.
Sentimientos que he omitido,
entre sombras caminé.
Llorar no siempre es de pena,
mis lamentos escuchó Dios.
Rece olvidando una condena,
con gritos de desesperación.
En el desidio de mis entrañas,
me culparon sin creer.
Engañe por sus pestañas,
por sus curvas de mujer.
Eran golpes callejeros,
lo que yo sentía en mi tez.
Ese lobo ovejero,
luchaba por su mujer.
En el desidio de mis entrañas,
de repente, te extrañé.
Recordé cuando me amabas,
yo olvidando tu querer.
Perdón, dijo mi mirada,
ya tu alma estaba con él.
Vibrabas con sus caricias,
susurraste, hazme mujer.