Zaca, ese gran desconocido

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Zacarias Gonzalez El abanico

Cuando vas a ver una exposición a un museo o a una galería no llevas ninguna expectativa, dejas que todo te sorprenda, cada detalle importa. Cuando es una casa museo lo que vas a visitar todo cambia. Surgen los nervios por casi profanar una intimidad muy bien guardada: descubrir detalles, espacios, momentos, sensaciones y casi olores de lo que pudo ser; cómo vivía, cómo sentía y cómo creaba.

La obra nos envuelve desde que traspasamos lo que fue el garaje. Los cuadros nos observan, nos llaman y nos sugieren que la mano que los creó tenía una gran sensibilidad. Que esas manos acariciaban el lienzo para crear. Que el dibujo es tan protagonista como el color. La conexión entre las etapas es palpable, es el mismo artista con inquietudes nuevas que no menosprecia lo figurativo por lo abstracto, todo lo contrario, los combina y juega con la expresión de cada uno, los integra para no favorecer a uno por otro.

A los grandes maestros los observa, se coge de su mano y crea su propio lenguaje. No reniega de ellos, los interpreta, parecen casi copias, pero en seguida deja ver que su visión está llena del estilo de un Zacarías que va creando su obra de la primera etapa, sus imágenes más reconocibles como son los bodegones y esos personajes con los brazos y piernas anchos y característicos. Los arlequines y figuras clásicas hacen sus primeras incursiones en los cuadros, para más adelante seguir desarrollándolos.

Subimos las escaleras para llegar a la segunda época, un cambio de estilo, de material, de tamaño, de temática, con los títulos como protagonistas, encontrando además imágenes sorpresivas que nos llevan a pensar en un artista totalmente distinto. Pero la curiosidad, la vanguardia, las ganas de empaparse de lo nuevo, lo llevan a avanzar en su propio arte, exponiendo tanto dentro como fuera de nuestras fronteras. Una obra desconocida, pero tan importante en el circuito artístico.

Y es en la última planta donde encontramos al Zaca más reconocible, más mundano en cuanto al encuentro con estilos y momentos conocidos por él, por el estudio y sus viajes. Más maduro en estilo e ideas, aunque el concepto de estas últimas como estructuradoras del cuadro es algo que siempre ha estado en los mismos, no es algo que haya implementado ahora. Nos presenta a la familia Panatakis al completo, protagonista de varios cuadros. Es llamativa la forma de vestirlos, tan burguesa, de colocarlos, de crear una historia a su alrededor. Destacan sus fachadas, sus cuadros con diferentes planos logrados por superposiciones que parecen aleatorias, pero tan pensadas y analizadas. Surrealismo mezclado con una realidad creada para la imaginación. Una simbiosis de estilos, de personajes y objetos que conviven en un mundo creado por Zaca.

No es desconocido quien no se conoce, es desconocido quien no se deja conocer. No es el caso de Zacarías ya que en Salamanca era muy conocido para muchos, y una gran incógnita para otros. Al redescubrir y conocer su obra todos están de acuerdo en que es un gran artista que no quiso más que pintar para sí mismo. A pesar de que el gran público le abrumaba, entregó parte de su obra a ese espectador que quería tener un Zacarías en su pared. Dicen que nadie es profeta en su tierra, sin embargo, Zacarías sí lo llegó a ser puesto que recibió reconocimiento por parte de la ciudad. Con su casa museo, tenemos la gran oportunidad de adentrarnos en el entorno donde vivió, sintió y dio rienda suelta a su imaginación para luego hacerlo visible en sus lienzos.

M. Luisa Castañeda, Historiadora del Arte

Autor

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