300 (MIL)

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Unionistas de Salamanca Calahorra 116

A veces es como si todo tuviera una simbología. Yo siempre me voy al terrazo antiguo, cuando te sentabas a pensar y veías figuras conocidas en las baldosas: que si la cabeza de un doberman, que si la osa polar, que si un coche, … Eran como apariciones.

En esta simbología y en alusión a lo que ha sucedido con la campaña de ‘crowdfunding’, si así se le puede llamar, de Unionistas, enseguida me fui a la película protagonizada por Gerard Butler. De hecho, hasta las cifras cuadraban. El film se titula ‘300’ y la cifra que Unionistas pretendía recaudar, se podría titular igual, aunque con un apellido: mil.

300.000 fueron los euros que querían conseguir para acometer el cambio de césped artificial del Estadio Municipal Reina Sofía a hierba natural, para cumplir con las exigencias de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF). Y 300.000 son los que apenas en cuatro días han conseguido. De hecho, la cifra ha seguido aumentando, y ayer ya superaba los 400.000, porque, ¿para qué desperdiciar lo que viene? Puede que no haya otra oportunidad.

Podrá gustar o no gustar, podrá parecer bien o mal, pero lo que han conseguido es algo que un servidor no recuerda. Dénle ustedes el mérito que quieran, pero a un servidor le parece una cosa fuera de lo normal. El esfuerzo de mucha gente ha sido descomunal. Sólo espero que se vea recompensado en los años venideros y que no surja posteriormente ningún problema. El caso es que un club de fútbol popular se ha convertido así, como por arte de birlibirloque, en un club ‘millonario’. Desconozco el destino final del dinero y desconozco su gestión final, pero lo que queda claro es que, en vísperas de poder ‘liarla’ deportivamente en A Coruña, ya han conseguido el ascenso en lo económico.

Sin embargo y después de sacudirnos la sorpresa llega el momento de la reflexión y, sobre todo, de pensar en el futuro, porque gran parte de ese dinero no deja de ser un adelanto de las cuotas de abonados de años venideros, así que de su gestión depende, en gran parte, el éxito del proyecto. Es ahora, cuando verdaderamente los responsables del club deben demostrar hacia donde van, porque el viento puede soplar a favor como hasta ahora, pero también puede desatarse una tormenta. Supongamos que las cosas deportivamente no salen, que el equipo pierde categoría. Ello, sin duda, supondría el descenso de un número de adeptos, incluso también, un descuadre de cuentas. Por otro lado, si 300.000 euros, gran parte de ellos, adelantados de los abonos de los próximo 5 ó 10 años, se destinan al cambio del césped, ese dinero no se puede dedicar a otras cosas necesarias en el club.

La visión romántica es muy bonita. Muchos aficionados al fútbol se han solidarizado con el club charro, pero el asunto es para tomárselo muy en serio, sacar la calculadora y hacer muchas cuentas y, que conste, que ni dudo que lo hayan hecho ya ni dudo que lo estén haciendo ni dudo que lo vayan a hacer.

Lo digo porque es muy fácil saber en qué deben gastar el dinero los demás, pero a veces no es tan fácil administrar el propio. Da la sensación que algunos seguidores se encuentran en una nube y ya piden destino para el excedente de ese dinero. Seguro que ellos se sienten o son dueños del club, pero también lo es que alguien tiene que tomar las decisiones porque no parece viable gobernar a golpes de donaciones. Oye, que, a lo mejor sí, pero habrá que ver lo que nos depara el futuro. Lo que tengo claro es que el club, a punto de cumplir diez años, y a pesar de que su historia es una escalada de emociones, está ante el momento más importante desde su creación, pues ha traído el futuro al presente y se mueve en una tesitura vital para su supervivencia y, por qué no decirlo, para afianzar un modelo de fútbol del que se han convertido en abanderados.

Autor

Periodista y comunicador. Licenciado por la Universidad Pontificia de Salamanca.