El fútbol y las marcas

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El mundo del fútbol vive tiempos convulsos (a la par que la sociedad actual) y, lo que es peor, tiempos de crisis económica. Da la impresión que sólo la buena gestión y las marcas sobreviven con cierta holgura. Ayer hablábamos de la normalidad con la que mucha gente asumía que el Real Madrid ofreciera 160 millones de euros (160, uno encima de otro. Se dice fácil), por un jugador que en apenas cuatro meses podría tener de forma gratuita (bueno, no gratuita porque seguro que el futbolista, además de un estratosférico sueldo se llevaría una cifra importante por firmar, aunque muy lejos de los 160 millones). Al menos eso dice la prensa, que el futbolista francés “sólo” quiere jugar en el Real Madrid.

Ayer, Luis Villarejo decía que en una conversación con Diego Forlán, el uruguayo le transmitía que en otra situación, el valor de Mbappé estaría en unos 400 millones de euros. Y se quedan tan panchos, unos y otros. Es cierto que algunos clubes se han convertido en máquinas de generar dinero. Es cierto que hay clubes que tienen financiación ilimitada, pero… ¿cuántos vinos hay que despachar en un bar para pagar esa cifra? ¿cuántas bragas tiene que vender la señora de la lencería? ¿cuántos kilos de fruta el frutero?

Estos clubes, obviamente, se han supeditado a las grandes marcas económicas mundiales para subvencionar a las grandes marcas futbolísticas y Mbappé, al fin y al cabo, por muy buen futbolista, por muy crack, es una marca. Lo hemos visto con Messi y lo vamos a ver con Mbappé. Un movimiento de cualquiera de estas marcas provoca un terremoto económico. El primer día se venden miles y miles de camisetas.

Sin embargo, lo que me asusta es el límite, es hablar de cantidades desorbitadas como si estuvieran a la orden del día. ¿De verdad sabemos lo que son 400 millones de euros?

Lo cierto es que, al final, vemos como el FC Barcelona, una de las grandes marcas en el mundo del fútbol (hablamos de capacidad de generar cientos de millones de euros) arrastra una deuda indecente de más de 1.300 millones de euros. Vemos que está atado de pies y manos para fichar o para inscribir a futbolistas. De hecho, hay fichajes de esta temporada que no tienen ficha federativa. Vemos que el Atlético de Madrid también aumenta su deuda. Y yo que considero a Florentino Pérez como una de las personas que más atina, veo hace tiempo su preocupación por la situación económica en el fútbol. Sólo da pasos con pies de plomo y el de Mbappé parece uno de ellos. Parece una partida de ajedrez (como dirían los tertuliano-periodistas), pero una partida que está preparada y de la que se conocen no sólo los movimientos sino también cómo y cuándo será el ‘jaque mate’.

Recuerdo en mi etapa adolescente el enorme poderío de los equipos italianos. La Juventus, el Inter de Milán, el Milan, incluso el Nápoles eran los verdaderos trasatlánticos del fútbol mundial. Sólo Barça y Madrid podían ‘discutirles’ algunos fichajes. Inglaterra, que ahora es el ‘sumun’ del poderío económico en el fútbol mundial tras la salida a bolsa de sus clubes y la entrada de inversores extranjeros, era una especie de ‘liga cavernícola’ que era imposible de evolucionar.

Hace unos años observamos como esa situación varió totalmente. Mientras la ‘Premier’ daba un salto a nivel mundial, los equipos italianos y el ‘Calcio’ caían sumidos en una crisis tremenda que obligaba a reconstruir la base de su pirámide. De hecho empiezan a sacar ahora la cabeza tras varios lustros en el fondo del mar perseguidos por corrupción y crisis económica.

Sin embargo, las marcas siguen creciendo o, al menos manteniendo un status que parece fuera de la lógica de la situación actual. Se dice que el marketing, etimológicamente hablando, viene de mercado. Sin embargo, yo cada vez tengo más claro que el que lo inventó o desarrolló o lo convirtió en lo que es hoy en día, en realidad estaba pensando en el marketing como marca. A mí si me preguntan sobre ello lo asocio más a marca que a mercado, porque el mercado, en el caso de las marcas, tiene múltiples limitaciones.

De hecho, el resto de equipos que no eran este tipo de trasatlánticos que todos tenemos en la cabeza, se convirtieron en meros compañeros de viaje del resto. Tuvieron que fajarse y bajarse al césped, reconocer cosas en las que no creían y negociar para conseguir una parte del pastel. Una parte que sólo con la compañía de una buena gestión les está permitiendo ahora poder encontrar un espacio que, durante muchos años, no tuvieron.

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Autor

Periodista y comunicador. Licenciado por la Universidad Pontificia de Salamanca.