Maratón de Valencia 2022

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Maraton de Valencia Lourdes Frances 1

Dicen que los que amamos la Maratón estamos enganchados a la disciplina del entrenamiento diario con la meta a largo plazo, que nos encanta tener motivación diaria para salir a entrenar y esforzarnos un poco más cada día para alcanzar un objetivo que no vislumbramos a corto plazo, que estamos entregados a la rutina del esfuerzo y el sacrificio, que hacemos malabarismos para compaginar los entrenamientos con horarios laborales y familiares muy exigentes y que renunciamos a diario a muchos placeres sin que nos duelan prendas, porque alcanzar la Meta en una distancia tan exigente compensa con creces las privaciones previas.

Y en realidad así es.

No bien hemos cruzado una Meta y ya estamos buscando otra que nos estimule y nos exija hasta el límite, porque en esa exigencia continua reside nuestra razón para seguir.

Pero como bien sabemos todos por propia experiencia, la condición del ser humano es ser mortal, expuesto en todo momento a los avatares de la vida, sujeto paciente de enfermedades, lesiones, accidentes propios y de las personas que nos rodean. Y aunque nos creemos libres y disponemos de lo que llamamos libre albedrío, en realidad estamos sometidos al azar o a un destino inexorable y desconocido que nos arrastra y nos vapulea, que nos tiende trampas, nos hunde en abismos de desesperación y nos encumbra en éxtasis gozosos sin solución de continuidad, haciéndonos pasar de la risa al llanto, de la tristeza más amarga a la alegría más divina, de la salud más briosa al punzante dolor físico que nos paraliza y nos lastra hasta que nos hace detenernos y cuestionarnos si todo lo que nos está sucediendo no son más que señales complejas pero evidentes de que debemos renunciar a nuestros objetivos, replantearnos las metas y cambiar planes, porque los que hicimos a tan largo plazo no eran lo mejor para nosotros.

Este año el destino me puso a prueba y me hizo lidiar un toro bravo que nadie querría encontrarse nunca en el camino.

El desasosiego y la intranquilidad se instalaron en mi vida y anímicamente tocada, sufrí una lesión física mientras entrenaba de la que he tardado varios meses en recuperarme.

Al comenzar la preparación específica para la maratón de Valencia el día 11/09, aún estaba convaleciente, sin fuerzas y renqueando en cada zancada.

La vida que estuve viviendo durante el primer mes y medio de entrenamiento me parecía que me estaba mandando señales muy claras para que abandonara, pero yo estaba empeñada en intentarlo hasta donde pudiera, que para abandonar me parecía que siempre habría tiempo.

Después de un sinfín de avatares sufridos que sería prolijo describir, he llegado a Valencia nadando en un mar de dudas, carente de confianza, insegura de mis capacidades y con la angustia de no saber si sería capaz de hacer Meta, pero con el apoyo de mi familia y amigos, de los compañeros y sobre todo de Rafael, el entrenador del equipo, que sabían con certeza que si solo se trataba de dolores, yo conseguiría doblegarlos y me situaría en línea de Salida y seguiría hasta la Meta, porque allí me estaba esperando mi medalla de Finisher.

Desde el primer momento de carrera he obedecido a la sugerencia de ritmo del entrenador. He reservado fuerzas en los kms iniciales y cuando se endurece la prueba por los kms acumulados en el cuerpo y las calles se pueblan de corredores parados o caminando, el terrible muro, yo milagrosamente he encontrado dentro de mí una reserva de energía que ahora sí he gastado corriendo hasta la meta como una flecha amarilla que sortea cadáveres a su paso.

He cambiado de ritmo, he acelerado poniendo mi corazón taquicárdico y mis piernas en modo sprint y me he lanzado a tumba abierta los 4 últimos kms hasta la Meta, provocando una respuesta unánime del público que abarrotaba ambos lados de la calzada, jaleándome, aplaudiendo y gritando mi nombre.

Y casi sin darme cuenta me he visto encima de la alfombra azul royal, sobre la pasarela que discurre paralela al Museo de la Ciencia y he soñado que era la alfombra mágica de Aladino que me transportaba a un reino donde no existen miedos ni incertidumbre, solo la certeza de que si las cosas se trabajan, se preparan a conciencia y se ejecutan con precisión siguiendo las directrices de los que más saben, por fuerza tienen que salir.

Llegar a Meta siempre es una victoria, da igual el tiempo que emplees en ello, y por eso nos premian con esa bonita medalla cuando lo hacemos. Todos tenemos una intrahistoria que podría explicar nuestros temores y dudas, pero como dice un buen amigo:

La Maratón no solo es correr 42,194 km sino la lucha contra las dificultades externas y la gestión eficaz de la incertidumbre.

Autor

Cirujana Ortopédica y traumatóloga. Runner popular.