8M – En lucha

- en Firmas

Cubro mi cabeza con un pañuelo morado. Me pinto los labios de morado claro. Me pongo mi camiseta, hoy más que nunca, reivindicativa de los derechos para las mujeres, para todas las mujeres. Preparo mi garganta para gritar las consignas.

Pienso en todas las mujeres que, antes que yo, reivindicaron, en el ámbito privado de su hogar o en el público de una fábrica o de la calle, por unos derechos que nos eran negados por considerar que no éramos dignas de ellos, porque nuestra mente no estaba preparada para aprender más de la cuenta; porque no éramos capaces de razonar; porque nuestras manos eran delicadas; porque nosotras, enteras, éramos flores delicadas que había que proteger; porque nos teníamos que dedicar al cuidado del hogar y de la descendencia. ¡Quién mejor que nosotras que habíamos nacido para ello según nos decían!

Ato mi pañuelo con fuerza. Tengo rabia. Desde hace tiempo noto que esa rabia va creciendo dentro de mí con más rapidez.

Pienso en todas las que no están y que no se pueden unir porque las arrancaron de este mundo antes de tiempo. Hubo otras personas que decidieron por ellas.

Recuerdo a las brujas quemadas en la hoguera porque sus conocimientos y sus actos no tenían explicación y es mejor matar que tratar de comprender lo que se escapa a la razón.

Hago mía la frase que dice “soy la nieta de las brujas que no pudisteis quemar”.

Soy bruja y una de las ovejas negras en esta sociedad. Voy contracorriente acompañada de mis hermanas que ejercen la sororidad y que pelean, aunque haya quien se empeñe en hacernos caer una y otra vez.

Odio cuando me felicitan. No es momento de felicitaciones. Es el momento de la lucha. Una lucha no violenta, pero tampoco silenciosa. Ya hemos estado calladas demasiado tiempo.

Una lucha en la que caben todas las mujeres, pero también los hombres, porque todo el mundo sale ganando si lo conseguimos.

El cielo se tiñe de morado al recordar a aquellas mujeres que murieron en una fábrica textil en Nueva York porque pedían unos derechos laborales y un salario digno.

Una marea morada recorre las calles exigiendo que se nos escuche, que se nos valore, que no se nos juzgue, que no se nos cuestione, que podamos salir libremente a la calle, sin miedo.

Porque, como dijo Nina Simone, “la libertad es no tener miedo”.

Recomendación literaria: Feminismo para principiantes de Nuria Varela

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Autor

Doctora en Derecho y Ciencias Sociales por la UNED, Licenciada en Derecho por la USAL, Máster en Derechos Humanos y Máster en Malos Tratos y Violencia de Género por la UNED. Técnica de proyectos en prevención y sensibilización en materia de igualdad, violencia de género y sexual.