No sé por qué esta pregunta llegó hoy a mi mente, pero siento que vale la pena detenernos un momento a reflexionar sobre ella. A veces somos egoístas sin siquiera darnos cuenta. No hablo de codicia ni de interés, sino de esa exigencia silenciosa que nos lleva a pedir a los demás lo que ni siquiera nosotros estamos dispuestos a ofrecer.
Vivimos en un mundo repleto de oportunidades, pero con frecuencia las dejamos escapar porque esperamos que alguien más las ponga en nuestro camino. Y aunque no debería importar si vienen de un desconocido, solemos preferir lo fácil, lo cómodo… aunque eso casi nunca sea lo correcto.
Entonces te pregunto, sinceramente: ¿darías una oportunidad a un desconocido? Probablemente, tu respuesta sea no. Nos cuesta confiar incluso en quienes conocemos bien, así que como para fiarnos de alguien que no forma parte de nuestra vida parece casi imposible.
Pero, ¿y si te dijera que, a veces, la lealtad más verdadera viene justamente de un desconocido? Que la empatía —ese sentimiento tan importante y, al mismo tiempo, tan olvidado— puede surgir en la mirada de alguien que ni siquiera conocemos.
Porque todos, en algún momento, fuimos ese desconocido para alguien que decidió tendernos la mano sin dudar. Alguien que apostó por nosotros cuando aún no éramos más que un rostro nuevo en su camino.
Cuando la vida nos golpea, solemos exclamar: “¡El karma existe!”. Pero, ¿por qué no aplicamos esa misma intensidad al recuerdo de aquellos que, con humildad y sin ser su obligación, nos ofrecieron una oportunidad?
Yo, personalmente, sí daría esa oportunidad. Me arriesgaría aunque algo saliera mal, sí, porque sé que sin ese salto de riesgo, muchos de nosotros no estaríamos donde estamos hoy. Estoy convencida de que todos llegamos hasta aquí gracias a un ciudadano desconocido para nuestra persona, que creyó en nosotros cuando nadie más lo hacía.
Confío en esa mirada abierta, en ese corazón dispuesto a aventurarse, y sé que, con el tiempo, esa confianza puede convertirse en la más sincera forma de lealtad. En ocasiones, dar una oportunidad a un desconocido es dar un paso hacia un mundo más humano.
Muchos de nosotros hemos estado alguna vez en el lugar de esa persona anónima. Hemos sentido los gritos silenciosos de alguien pidiéndonos ayuda; los reconocemos porque, son parte de los recuerdos de nuestro diario personal, en algún momento, fueron también nuestros sollozos. Tal vez no podamos hacer mucho, pero incluso una simple mirada puede ser la diferencia entre la esperanza y el olvido.
Lo que intento transmitir con estas líneas es que, aunque la vida esté llena de oportunidades, no seríamos quienes somos si, en algún punto del recorrido de esta, un alma generosa no hubiera confiado en nosotros. No nos sintamos superiores a nadie, porque esa escalera que un día nos ayudó a subir, también puede romperse.
«Ayudémonos los unos a los otros. Entre todos, podemos construir un mundo mejor. Siempre han existido ricos y pobres, personas humildes o vanidosas, buenas y malas… pero si algo define la verdadera esencia de un ser humano, es la bondad que su corazón desprende»