EL FARO DE ALEJANDRÍA: Cómo disculparte y que se perciba que lo dices en serio

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Que no te sorprenda lo que te vengo a contar hoy querido lector/a de “El Faro de Alejandría”: la cantidad de cosas que deberías considerar antes de disculparte con tu pareja, o con un amigo, o también con un jefe. En fin, hablamos de disculpas en general, para lo cual tenemos que utilizar –aunque a la mayoría de personas les provoca cierto reparo- la expresión “lo siento”.

Las disculpas son actos de superhéroes

Algunos analistas y expertos en conducta han llegado a decir que las disculpas son actos de superhéroes. ¿Por qué esta afirmación? ¿No la ves un poco exagerada? Pues vamos a ver si lo es…o está justificada.

En primer lugar, lo que hay que tener en cuenta es cómo lo haces, porque si lo haces bien, no hay problema. Pero una mala disculpa, en cambio, puede que encima quedes muy mal, por ejemplo, se te podrían llamar insensible, o que no te importan los demás, etc.  Con frecuencia una mala disculpa, por mal construida o por ser inoportuna, es peor que ninguna disculpa en absoluto.

¿Es tu culpa o de tu cerebro? ¡Vaya pregunta! Como si tu cerebro no fuera contigo. Vamos a aclararlo. Lo que vengo a decir, es que el cerebro humano está interconectado de manera tal, que nos resulta difícil disculparnos, incluso cuando las normas de educación nos dictan que debemos hacerlo. O sea que, como las personas queremos vernos a nosotros mismos como que somos las que se consideran “buenas personas” (ese algo que está en tu ambiente y que se te respeta por ello), en definitiva, significa también que la necesidad de disculparse crea una disonancia cognitiva.

¿A qué nos referimos? A que se produce en tu interior (esa lucha mental) en la que te planteas si en realidad has hecho algo malo. Y lo primero que te viene a la cabeza (esto es natural…nos ocurre a todos) es que nos digamos vía pregunta a nosotros mismos: “¿cómo podemos haber hecho algo malo?”. También podrías preguntare: “¿cómo van a interpretarme tan mal si mi intención ha sido buena?”.

Entonces, automáticamente tu mente en una actitud también natural y defensiva (nos ocurre a todos los seres humanos) tendemos a echar culpas fuera y que realmente les caiga a otras personas. Claro está que esto es complicado cuando el malentendido, o el enojo, o el conflicto, solo esté en directa relación contigo y otra persona. Ya es más difícil sacar balones fuera.

Pero siempre buscamos atenuantes, por ello, lo de las culpas “a otros”. O que las circunstancias hacen relativizar (disminuir) nuestra culpa (lo que nos creemos, aunque la persona ofendida no lo crea así), pero es como un alivio transitorio, nos libera de la carga. Creemos que realmente es una atenuante, o que se pone de manifiesto nuestra intención que debe de haber sido malinterpretada.

Superar las barreras de la culpa

Para disculparte bien y en condiciones, tienes que superar las barreras de autoprotección y auto-justificación establecidas por tu propia psique. Son obstáculos mentales que has construido de manera inconsciente sobre tu conducta, por lo que te cuesta reconsiderar cuando se da una situación que te pone en evidencia. Tu mente tiende a proteger a su dueño (que eres tú), y también es la razón por la que cuando nos disculpamos, a menudo lo hacemos de una manera que evita asumir la responsabilidad real.

Esto significa que apelamos a las formas, a veces exageramos, pero en nuestro interior no hay un sinceramiento sobe el error cometido, la culpa que ha afectado a otra persona. Lo que puede hacer que nuestra soberbia nos juegue una mala pasada, ya que, manteniéndonos en nuestros trece, no resolveremos el acercamiento, ya que las personas también cuando se sienten víctimas de esa ofensa o un simple malentendido, se dan cuenta, si las disculpas han sido vertidas de manera sincera.

Esto es algo que si no lo haces bien, quedarás como hemos dicho, mucho peor de lo que estabas ya considerado/a antes de proceder al rito formal de pedir disculpas.

Reflexionar antes de dar las disculpas

Entonces, si estás considerando disculparte por algo que has hecho mal, ya sea que no rechazaste una invitación de la manera correcta, o que has afectado los sentimientos de una persona de tu entorno, o que has dicho algo desagradable o completamente ofensivo, debes hacer una pausa y reflexionar:

1º) No puedes cambiar el sentido de la culpa.

2º) No debes minimizar la ofensa que has provocado.

3º) No debes hacer pensar a la otra persona que te pones a la defensiva.

4º) No debes disculparte diciéndole o recordándole a la otra persona que también ella se ha equivocado.

Porque una buena disculpa jamás puede estar condicionada, por ejemplo, con expresiones tales como «lo siento, si…», «lo siento, pero», ni tampoco le dices a la otra persona que está exagerando o que lo que hizo provocó que hicieras exactamente lo que ahora te estás disculpando.

No debes exigirle a la otra persona que se disculpe contigo. Debes sostenerte por ti mismo, fuerte y noble, porque cuando se trata de disculpas, hay que olvidarse de la perfección de las formas, sino de que se perciba la sinceridad de nuestro acto de reconocimiento.

Fracasar y equivocarse forma parte del género humano

Está integrado el fracaso y los equívocos en nuestra conducta. Forman parte de nuestro ADN, no es algo de lo que debemos avergonzarnos. Lo que sí es para avergonzarse, es de nuestra incapacidad para reconocer cuando por habernos equivocado hemos lastimado, afectado, herido, etc. a otra u otras personas. Y cuando aceptas que todo el mundo tiene defectos, puedes aceptar que todos también tenemos la opción de disculparnos bien, mal o de no hacerlo. Todo lo que puedes hacer es hacer tu mejor esfuerzo.

En el momento de enfrentarte a una disculpa

Cuando te enfrentas al momento de la disculpa, es posible que un amigo, o un compañero de trabajo, o tu pareja, a cualquiera de los cuales les has podido exponer qué es lo que pasaba, puedes, simultáneamente estar practicando como hacerla, de qué manera vas a exponerla al afectado. Esto lo puedes hacer para que te digan si les parece bien o mal el modo en cómo lo estás practicando. O sea, que esta especie de confesión con personas de tu entorno y de máxima confianza, también son una pista de pruebas de cómo vas a actuar.

A lo mejor, de este intercambio sincero de opiniones surgen expresiones posibles que tú podrás decir, tales como “tenías razón…me equivoqué…lo siento”, así de claro y directo. Cuando de tu núcleo más próximo obtienes ante esta prueba una respuesta positiva, entonces puedes actuar. Para ello es esencial que les pidas a estas personas cómo responderían si recibieran una disculpa como la que estás exponiéndoles. Porque pudiera ser que cuando te escuchen, se pongan en lugar de la persona con la que te quieres disculpar, y también se sientan molestos. A lo mejor les parece poco la disculpa que estás queriendo dar si no hay alguna otra demostración de arrepentimiento y reconocimiento del error.

Si te confirman que ellos también frente a tu actitud estarían molestos, es probable que el destinatario de la disculpa también lo esté. Entonces deberás evaluar si eres capaz de disculparte bien o si debes optar por no disculparte. Y esta última opción, te aconsejo que no la elijas.

Algunas consideraciones finales

En las relaciones interpersonales la confianza y la credibilidad lo es todo. Por ello, cuando entre personas que habitualmente comparten por trabajo muchas horas del día, así como con las que forman tu grupo familiar con las que también compartes muchos momentos, cuando te has equivocado en algo o dicho algo que no era procedente en ese instante, las disculpas pueden ayudar a construir y mantener esas buenas relaciones con tu entorno profesional. Y en el caso familiar, mantener ese concepto de persona íntegra, sensible, que se preocupa por los suyos y que, si lastima los sentimientos de alguno de sus miembros, inmediatamente quiere reparar el daño causado. O sea, que al decir “lo siento”, en ambas situaciones, la profesional y la familiar, hay un valor añadido que es la credibilidad que tienes como persona, de decir siempre la verdad y de que cuando te equivocas asumes el error. Que no son solo palabras, ya que estás mostrando que respetas los sentimientos de cualquier persona, más o menos próxima a ti, con la que interactúas.

Sin ninguna duda cuando de un acto que has realizado ha supuesto un sufrimiento para alguien, es recomendable que te disculpes sin ambages, porque si no lo haces lo único que provocas es que se alimente cierto malestar y resentimiento.

Puede ocurrirte que te vengan dudas a la cabeza sobre si debes o no disculparte. Un buen método para decidir si lo haces, es a través de la empatía, ya que si sientes con sinceridad que has lastimado a otra persona y eso también te produce remordimiento y dolor, es que has hecho uso de la empatía, te has puesto en el lugar de esa persona, has sido sensible a sus sentimientos. Has gestionado bien tu inteligencia emocional.

Pero es que además de que hayas percibido esta emoción de la persona que en definitiva no querías lastimar, cuando te disculpas también es que requiere que analices tu propia conducta, ya que debes tomar la decisión de cómo hacerlo, sea una petición explícita y una reparación del daño ocasionado, o mucho más informal, pero la cuestión es que el afectado la perciba tu acción como válida, sino sería contraproducente.

Otro de los aspectos tiene que ver con la mala comunicación entre las personas, por lo que puede producir que una de las partes, la que supuestamente ha afectado a la otra, pueda volver a actuar de la misma manera. Que no termine de ser consciente de su error. Es en este tipo de situaciones en que las disculpas deben llegar porque hay una falta de comunicación, de habilidades sociales, de gestión emocional y asertividad. Cuando se dan este tipo de circunstancias, las disculpas ofrecen una oportunidad para resolver el conflicto y tratar de que esas deficiencias sociales puestas de manifiesto se corrijan.

También uno de los aspectos más importantes para las personas, especialmente las que están en una posición importante en cuanto a la responsabilidad profesional, es que cuiden mucho su imagen en cuanto a hechos y palabras.

El miedo a causar una impresión errónea o a ser etiquetados con algunos conceptos poco deseables hace que se pidan disculpas cuando realmente no procede. Esto también forma parte de una sociedad en la que hay cierta tendencia a que no exista un arrepentimiento real de lo hecho o dicho, sino para no dañar la propia imagen personal. Y esto antes o después termina saliendo a la luz. Porque las personas cuando no son auténticas, cuando están simulando su actuación, llegará el momento de la verdad, en el que su conducta quede perfectamente retratada. Por ello, la credibilidad se basa en una creación de confianza diaria en nuestras relaciones interpersonales, en todos los ámbitos en los que nos movamos. De ahí saldrá con mejor posibilidad de éxito una disculpa y se comprenderá mucho mejor la intencionalidad real de lo acontecido, porque se está valorando la trayectoria personal, el valor humano demostrado y la empatía que siempre te caracteriza.

Autor

Vicepresidente del FORO Ecofin y director de www.ecofin.es , CEO de www.demuestra.com, Presidente del Instituto Ecofin de Liderazgo, coordinador académico de la Red e Latam del grupo Media-TICS. Puedes enviarme comentarios y consultas a jzunni@telefonica.net