Nadie

- en Firmas
Niebla

Habrá quien niegue los hechos acaecidos a lo largo de la historia. Del mismo modo que hay gente que, a pesar de las evidencias científicas, piensan que la Tierra es plana. Hay otras que se niegan a aceptar la existencia de una enfermedad que nos ha tenido encerradas en nuestras casas durante más de tres meses y que aún nos tiene en guardia.

Hay personas que denuncian y critican a la denominada “picaresca española”, cuando son ellas mismas quienes se nutren de ésta y dan palos de ciego ganando una buena suma de “reales” por no hacer nada más que sacar sapos y culebras por su boca, escondidos tras un traje y una corbata que les corta el riego hacia su diminuto cerebro protegido por un pelo bien peinado de lado.

Hay quienes los datos los combaten con desinformación y con argumentos vacíos, dañinos en elevado tono de voz, confiando que así tendrá más valor y será más cierto. Argumentos que son creídos por seres simples y no tan simples, cuyas palabras les resulta más fácil creer que tratar de reflexionar más de un segundo sin que les salga humo por las orejas.

Siempre ha habido hombres que tratan de explicarme cosas, incluso aquellas que yo he estudiado y he sentido.

Lo que más ralla el cinismo es que alguien te diga cómo te tienes que sentir o qué tienes que hacer después de un hecho traumático.

Nadie debería de cuestionar lo que sentiste cuando tu novio te tapó la boca para que no gritaras después de haberte tirado al suelo y haber tratado de forzarte.

Nadie debería quitar valor o menospreciar el miedo que sentiste al caminar sola por la calle y sentir los pasos presurosos detrás de ti y ver la sombra que se acercaba rápidamente.

Nadie, absolutamente nadie, debería juzgar tu decisión de dejar una relación porque la otra parte te hace sentir pequeña, minúscula y no demuestra ese amor que dice sentir.

Nadie debería preguntar a la otra parte, tras anunciar una ruptura, si “tiene alguna queja hacia su mujer”.

Machismo rancio y casposo.

Nadie debería considerar las relaciones sexuales como algo que debes ganarte; pues deben ser placenteras, queridas y consentidas por ambas partes.

Nadie debe decirte qué debes hacer tras denunciar una violación, cómo debes expresarlo, cómo debes sentirte. Cada persona actúa de forma distinta ante un hecho traumático.

Nadie debe juzgar que tardes años en denunciar públicamente o de forma privada los abusos que sufriste en la infancia. Nadie debe atacar con el argumento de que las niñas provocan sexualmente a una persona adulta. Eso es de una bajeza increíble y ni Dios, por mucho que nos quieran “vender la moto”, lo acepta. Arderás en el infierno y Satán te abandonará a tu suerte.

Nadie debe juzgarte por tus ropas, por tu forma de ser, por tu físico, por tu discapacidad, por tu origen, por tu orientación sexual, por lo que bebiste o comiste… La discriminación es un delito da igual quién diga lo que diga.

Nadie debe dudar de tu relato con lagunas y saltos en el tiempo, acompañado de lágrimas, silencios, temblores, de miradas perdidas en un punto inconexo en el horizonte; o de una narración monocromática, lineal, fría tras una mirada vacía. Cada quien afronta lo vivido como puede o como le dejan.

Hay un determinado tipo de violencia que tiene una víctima muy concreta, a pesar de lo que digan tipos sin luz que critican lo que ellos hacen y de lo que viven.

Hay una violencia que se apoya en el machismo que aún existe en el siglo XXI, que es el brazo ejecutor del patriarcado donde todo se mide por la longitud de determinado miembro “viril”.

Hay una violencia que ejerce un SEXO concreto de la sociedad sobre el otro SEXO existente al que quieren hacer callar y tratan de anular.

Existe una violencia basada en la existencia de unas diferencias culturales inventadas en algún momento histórico, que se basan en esa distinción sexual entre el varón y la hembra.

Negarlo es negar determinados acontecimientos históricos, concretas historias narradas en primera persona a lo largo de la historia cercana y lejana.

Negarlo es demostrar la bajeza personal y moral de seres que buscan su propio beneficio para ocultar la inseguridad personal que campa a sus anchas en su vida.

Negarlo es ser cómplice callado, pero también a viva voz, de una violencia que sufre la mitad de la población y que acontece en diferentes esferas de la vida diaria.

Negarlo es volver a dar una bofetada inesperada a las víctimas, insultarlas, humillarlas, discriminarlas, es hacerlas de menos… y es demostrar que en su cabeza no hay ni serrín.

Recomendaciones de cine: No estás sola, Sara (dirección, Carlos Sedes), Te doy mis ojos (dirección de Icíar Bollaín), Asesinos, ¿dígame? (dirección de Raquel Polo), El orden de las cosas (directores César Esteban Alenda y José Esteban Alenda).

Recomendación literaria: Quiéreme bien. Una historia de maltrato, de Rosalind B. Penfold

Recomendación literaria: Un beso en la frente de Esther B. del Río

Autor

Doctora en Derecho y Ciencias Sociales por la UNED, Licenciada en Derecho por la USAL, Máster en Derechos Humanos y Máster en Malos Tratos y Violencia de Género por la UNED. Técnica de proyectos en prevención y sensibilización en materia de igualdad, violencia de género y sexual.