Nunca fue bueno mezclar churras con merinas, y de ello tienen constancia los salmantinos, que según sea la oveja así usan la lana. Las churras, de lana larga, buena para colchones, de esos de hacer hoyo según genio y figura del durmiente; las merinas, de lana gorda, el célebre vellón del que tanta fama han sabido sacar los avispados ingleses, para todo tipo de textiles.
Tiempo hubo en que los paños de Béjar, merced al notable esfuerzo del Duque del mismo nombre, tuvieron fama bien ganada y no menos extendida. Se empeñó el de Béjar en traer maestras tejedores flamencos que dieron buena cuenta del magnífico vellón que proporcionaban las merinas del lugar.
Lo usual era exportar para que otros más vivos tejieran lo que luego habríamos de importar más caro. Viejo asunto que va en detrimento de los países que se muestran lerdos en asuntos tales. Creían nuestros regidores de entonces que con prohibir exportar ovejas merinas se guardaba el arca, y a estas alturas los autralianos todavía deben andar haciendo risas de aquellas cuitas.
Con todo, alguna industria se hizo. Y sin llegar al esplendor de los segovianos, el textil salmantino tuvo un crédito que aún perdura en buena parte. Alfombras, mantas de tiras o traperas, paños, son bien recibidos tanto por la bondad del material básico como por las artes que aquí se hacen para decorarlo.
Siendo la lana reina del textil salmantino, también hubo hueco para la seda y el lino. Este último, que tuvo importancia, ahora se vuelve a tejer utilizando ovillos elaborados a base de cosechas pasadas. Para algunos pueblos podría ser la solución de males y volver a la faena del lino que, siguiendo el método tradicional, precisa no enos de trece operaciones distintas antes de ser hilado.
Acérquese a Macotera, entre Alba de Tormes y Peñaranda de Bracamonte, y podrá ver en funcionamiento los viejos telares tejiendo con mimo alfombras y mantas. Lo mismo que en Lumbrales, Mansueco de la Ribera, Villaoreja de Yeltes, El Bodón, Ciudad Rodrigo, etc.