La artesa es un cajón de forma cuadrada, habitualmente de madera, que se va angostando por los cuatro lados hacia el fondo y sirve, entre otras cosas, para amasar el pan.
La artesa tiene mucho que ver con el medio rural y su historia, con las vivencias y experiencias de todas las personas unidas al campo y a lo rural.
Muchos guiños existen cuando se emplea este término para denominar empresas, proyectos, asociaciones… Muchas invitaciones a hacer memoria, investigar, curiosear, estudiar sobre tiempos pasados, que no digo que fueran mejores (o sí, en algunos aspectos), pero sí diferentes al menos.
Pero La Artesa también es un proyecto que se ha llevado a cabo en la provincia de Salamanca de la mano de Fundación Cepaim. Un proyecto que trata de poner en valor una de las cosas que considero importante en el medio rural: el apoyo mutuo.
El objetivo es ayudar a las mujeres que viven en el medio rural a mejorar su empleabilidad, ya sea por cuenta propia o por cuenta ajena. Trata de darles un apoyo para realizar ese cambio profesional y, a veces, personal, a aquellas que apuestan por la vida en el campo.
Pero la vida en el medio rural es mucho más que el ganado y el cultivo. Hay más opciones para las mujeres, en este caso, que apuestan, sin dudarlo, por la vida rural. La cuestión es que el resto quiera abrir la mente y las miras además de, por ambas partes, adaptarse y respetar.
El proyecto La Artesa ha tratado de crear una red de apoyo entre todas las mujeres que la integran y aquellas que se han ido uniendo. Porque lo importante es el apoyo, crear sinergias, compartir experiencias. Compartiendo las propias con otras mujeres se ayuda a tener diferentes perspectivas de una idea y, por tanto, contribuye a tomar una decisión más acertada (creo yo).
Además, el trabajo entre diferentes generaciones también contribuye a unir la experiencia aportada por la edad y la frescura de la juventud, creando un combo que considero que es una fantasía en todos los sentidos.
Pero, aunque nos pese, necesitamos la colaboración de los ayuntamientos de los pueblos (y de las altas esferas) da igual el tamaño de los mismos. La sinergia también se debe crear con ellos porque necesitamos de su empuje y fortaleza para afianzar, entre otras cosas, a la población rural.
El medio rural necesita que las personas, en este caso las mujeres, se queden y, no sólo para dedicarse a los cuidados, sino también para darles otras opciones de medios de vida: agricultura, ganadería, artesanía, tecnología, cultura, deporte…
Muchos pueden ser los medios de vida que se le pueden ofrecer a las mujeres en este medio.
Naturaleza, trabajo, tranquilidad, seguridad, entorno, apoyo, vecindad, amistad, historia, tradiciones que cambian o no, evolución, adaptación a los tiempos y al entorno… Aprender a valerte por ti misma en un medio amable y cercano, donde todo el mundo se conoce y, en la mayoría de los casos, está dispuesta a tender una mano.
Aunque no todo será maravilloso y positivo, por supuesto, porque las utopías no dejan de ser eso: sueños probablemente inalcanzables.
Pero sí es cierto que el medio rural tiene muchas opciones que permanecen prácticamente invisibles, sobre todo para las personas que no quieren verlas, que se aferran con fuerza al pasado más absoluto y dañino que no permite evolucionar, y que dejan a un lado todo lo bueno de la cultura e idiosincrasia del lugar.
La Artesa es la unión de fuerzas entre entidades, mujeres y pueblos para dar lo mejor de la sociedad rural, sin olvidar las raíces, sin dejar a un lado la historia, la importancia del trabajo en unión, en red.
La Artesa es sorodidad y ayuda mutua.
Recomendación literaria: Tierra de mujeres: una mirada íntima y familiar al mundo rural de María Sánchez.