Pequeña

- en Cultura

Cuando eres pequeña ves injusticias hacia tu persona por todas partes.

Quieres que te traten como una persona mayor porque tú te sientes así.

Exiges que te dejen hacer todo aquello para lo que tú sientes que estás preparada.

Te sientes una incomprendida.

El mundo está en tu contra y sientes que remas contracorriente.

Deseas que los años pasen volando para poder hacer lo que tú crees que se puede hacer cuando seas mayor.

Sin explicaciones.

Sin pedir permiso.

Creces en el tiempo que tienes que crecer. Ni más deprisa ni más despacio.

Lidias con esas injusticias, con la frustración, con la rabia, con las hormonas revolucionadas y con las primaveras que dicen que la sangre altera.

Y, de pronto, llegó esa edad en la que parece que te has hecho mayor, pero tú no te sientes tan mayor como para tener esas responsabilidades que te ponen encima, dentro de tu mochila.

¿Quién dijo que hacerse mayor era para esto?

Tú, en realidad, querías la misma vida, pero pudiendo hacer lo que quisieras, con total independencia, pero con la justa dependencia. Lo que no te esperabas eran todas las obligaciones y responsabilidades que acarreaba llegar a la edad adulta.

Ahora, cuando la gente de tu alrededor te exige y te dice “¿no querías ser mayor?”, tú te cabreas, te enfadas con el mundo, con tu alrededor porque no te habían advertido de las consecuencias que tenía este crecimiento.

Porque el cumplir años no va de la mano de la madurez. No se cumplen años a la par que se evoluciona emocionalmente.

Sin darte cuenta, un día, descubres lo que conlleva hacerse mayor y adquirir responsabilidades.

Tratas de rebelarte, pero te es imposible. Has superado la barrera y ya no hay marcha atrás.

Hacerte mayor conlleva el aceptar el paso del tiempo, asumir las normas de esa “ley de vida” que dicen que alguien, no sabemos quién, promulgó no sabemos en qué momento de la historia de la humanidad.

Una “ley de vida” que hace que gente querida te abandone, porque así es como lo sientes tú. Un abandono.

Una “ley de vida” que pretende que asumas, a la velocidad del rayo, las ausencias, las frustraciones laborales y amorosas, los abandonos de amistades que creías eternas, los cuidados por la edad.

La frustración y la rabia vuelven, pero de otra manera.

Cuesta entender que los años te hagan asumir determinadas cosas por imposición, sin explicación y sin tiempo.

Todo rápido. Todo para ya.

Yo, lo que peor llevo de los años, es enfrentarme a las ausencias. Ausencias tempranas o ausencias esperadas.

Cuando eres pequeña duele, pero de otra manera porque, quizás, no seas tan consciente y lo normalices. Pero, con la edad, la normalidad desaparece y empiezan las preguntas, los cuestionamientos, el dolor intenso que no sabes, no puedes, no quieres gestionar. Preguntas sin respuestas o cuya respuesta no te calma.

Hacerse mayor es una mierda. Quiero volver a la niñez.

Recomendación literaria: La vida ilustrada de Lisa Aisato.

Autor

Doctora en Derecho y Ciencias Sociales por la UNED, Licenciada en Derecho por la USAL, Máster en Derechos Humanos y Máster en Malos Tratos y Violencia de Género por la UNED. Técnica de proyectos en prevención y sensibilización en materia de igualdad, violencia de género y sexual.