El Arpa de Hierba de Unionistas

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cesped Reina Sofia Unionistas 1

Odio reconocerlo. Jamás creería que haría esto. Peor aún, que sería capaz de reconocerlo. Pero lo hice. Me paré a escasos dos metros, mis manos apoyadas en las caderas, las piernas abiertas y la mirada profunda, satisfecha. Medio minuto de satisfacción. Autorrealización absoluta. Me ví, lo reconozco, aunque duela decirlo, mirando la hierba del
Reina Sofía, con los aspersores funcionando, como un calco de mi suegro cada tarde de verano en la parcela al ver que, el riego automático funciona con la precisión y armonía de un ballet ruso.

Contemplando el césped, asomado al campo desde el balcón de la grada antes del inicio del encuentro oí hablar y escuchar comentarios acerca de si el forraje ha agarrado bien, la altura recomendada que debe alcanzar, la cantidad de riego que necesita, la suerte de que haber sembrado justo antes de la entrada del verano que, por lo que pude entender, es el momento idóneo. Desconocía la pasión por la jardinería del unionismo en Salamanca que,
como ciudad, pocas praderas ofrece a sus ciudadanos para el esparcimiento, ya que la mayoría de superficies verdes con las que contamos corresponde al césped artificial de los plantones de los árboles que adornan las avenidas de la ciudad.

Dicen que es bueno echar raíces. La sociedad nos empuja a ello insistiendo en mensajes que recalcan la virtud de sembrar, de cultivar y adquirir hábitos. La errancia no está bien vista. El desarraigo es el mayor pecado y la peor condena, que se lo digan a Caín o a los futbolistas que han pasado por más de una decena de equipos como Abreu o Catanha que, cada año, tenían que hacer las maletas en busca de un nuevo destino. El mundo teme a los desarraigados.

Unionistas está trabajando en eliminar el desarraigo en la plantilla. Hay jugadores que van acumulando temporadas, otros que han vuelto como hijos pródigos y, con el reencuentro de la afición, busca que los recién llegados descubran, de primera mano, que el motivo por el que vinieron es razón suficiente para quedarse.

Este césped recién estrenado aún no sabe que, como diría Truman Capote, es un arpa de hierba que debe recopilar y contar historias, hazañas, derrotas e ilusiones que, pasando los años, vayan armando una historia recién iniciada. Ayer comenzó un primer capítulo de noventa minutos que comenzó al terminar la pasada temporada. Desde entonces la afición de Unionistas deseaba volver a casa, a ver cómo de real es el sueño imposible del pasado
mes de mayo. Oír pasar el tiempo siempre hace que estos meses se hayan hecho largos. Ha merecido la pena el reencuentro, aún con el sabor amargo de saber que ha escapado la victoria. Porque al lugar donde has sido feliz, hay ocasiones, en las que debes tratar de volver aunque se quede esta cara de tonto.

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Quise ganar y me quedé sólo con las ganas de hacerlo. Voy a ver a Unionistas y allí, en la grada, no sólo hablamos de fútbol.