Escuchaba ayer la afirmación ya repetida que dice que lo más (lo único) importante en un periodista es la credibilidad y que cuesta mucho ganarla, pero muy poco perderla. Es una frase que me ha perseguido siempre, desde que cuando era pequeño empecé a descubrir los entresijos de la profesión que llevo desarrollando desde hace décadas en casi todas sus facetas. Como siempre digo, errores hemos cometido todos los del mundo. Errores a sabiendas, ninguno. Informaciones falsas, ninguna. Informaciones de oídas, ninguna.
En ese largo periplo en ocasiones nos hemos tenido que guardar algunas informaciones para no interferir en operaciones o hacer daño a sus protagonistas. Durante años hemos establecido una simbiosis con las fuentes que han hecho que muchas de ellas se hayan convertido en amigos personales. Y dejo claro que me cuesta creer que, sin pruebas o no saliendo de una fuente solvente, la mayoría de compañeros se atrevan a hacer público algo.
Sin embargo, también es cierto que he podido comprobar también en otros compañeros una falta de ética importante y que les he visto cometer auténticas atrocidades.
Hace unos años ya que la profesión entró en una auténtica vorágine, experimentó un cambio, en el formato y en el contenido, que a muchos nos ha pillado a traspié. Es como si pasara el cercanías y, cuando quieres cogerlo para ir a tu destino, las puertas no se abren y te quedas en tu parada esperando. Lo que no ha cambiado es la base del periodismo, que es trasladar al receptor un mensaje del que, en teoría deberíamos ser testigos, aunque la realidad es otra, que no podemos ser testigos de todo. Por eso se hacen carruseles desde una oficina, crónicas sin asistir a los partidos/actos, dar opiniones desconociendo los temas. Es una realidad, por mucho que nos pese. Una realidad que está montada así y que es muy beneficiosa para muchos. Para parte del resto, cualquier cosa vale para subirse a ese carro.
El mayor ejemplo pueden ser las tertulias periodísticas. Ninguno ha comido con Mbappé, ninguno se ha reunido con Florentino Pérez y dudo que la mayoría de los contertulios contrasten fuentes en muchas de sus informaciones. Tienen la plataforma que les permite decir lo que les de la gana y al día siguiente desdecirse o decir lo contrario sin el más mínimo pudor, sin que pase nada, sin consecuencias. Basándose, únicamente, en que son periodistas, pero en ningún momento dan la mínima muestra de haber realizado su trabajo. Obligan al espectador a confiar en que antes de afirmar algo han hablado con alguna fuente, pero dudo que, al menos en este caso, haya sido así. Más intuyo que se ha construido un relato en el que ni una parte ni la otra han contado nada a nadie. Simplemente se han sentado a hablar, han negociado y han esperado el término de la negociación. Probablemente unos hayan pensado que el resultado iba a ser otro, pero de ahí a que todos los contertulios afirmen cosas como si estuvieran al tanto de las negociaciones… No me lo creo, de verdad.
Mal la profesión, que tendrá que demostrar muchas cosas para redimirse, aunque ya al día siguiente empiezan a tirar mierda sobre Mbappé y a otra cosa mariposa. Aquí no hay las dimisiones que ellos piden de otros, aquí no hay caras coloradas que quieren ver en otras personas. Aquí se hacen malas praxis y al día siguiente como si no hubiese pasado nada. Un día un futbolista juega en el Madrid y al día siguiente en el Barcelona. Da igual que no haya pruebas. El relato está ya elaborado y sigue moviendo la rueda.
El otro punto que ha salido mal parado de todo este asunto es el Real Madrid. Un club como el que preside Florentino Pérez no puede prestarse a un mercadeo con su imagen, y menos cuando mañana juega la final de la Champions League. El club blanco está muy por encima de cualquier jugador. De hecho esa ha sido la seña de identidad de Florentino Pérez a la hora de hacer los fichajes. Tiene sus baremos y no se mueve de ellos.
Desconocemos qué ha fallado en este caso, pero su imagen queda bastante manchada. En un caso tan importante como este, que trasciende todas las fronteras, el dueño de ACS debería tener firmado y requetefirmado cualquier movimiento. No lo ha hecho, se ha confiado y ahora paga las consecuencias.
Ahora ya el aluvión de informaciones y, como dice alguno, ahora Mbappé pasará de ser el mejor del mundo a ser un ‘cojo’, pero lo que queda claro es que ambas partes, las que han salido trasquiladas de este asunto, deben dar un vuelco a su forma de actuar. El Real Madrid para recuperar la imagen de club serio que siempre ha tenido y en especial bajo la presidencia de Pérez, que no se doblegó ni a las exigencias de Ronaldo ni a las de Sergio Ramos y que ahora ve cómo el francés le deja con las vergüenzas al aire, y el periodismo para reinventarse y recuperar la credibilidad perdida a través del trabajo recto y serio.