Vicente del Bosque, la templanza de un ganador silencioso

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He coincidido con él en varias ocasiones, tantas, que casi nunca se acuerda de mí y siempre tengo que contarle mis antecedentes. Lo tengo que mirar desde abajo, pues sigue conservando, a sus setenta años, una planta considerable. A lo mejor de ahí viene mi admiración por él, aunque podría ser también por su trayectoria, o porque bajo su mando en la Selección Española vivimos uno de nuestros días más felices de nuestras vidas, o porque sea de Garrido. Sin embargo, le doy mil vueltas y si me tengo que quedar con una cosa de él es con su templanza, una cualidad cada día menos común en las personas que deberían dar ejemplo.

Analizo su trayectoria y no acabo de entender como hay todavía personas que pueden criticarlo. Bueno sí, porque hay gente para todo y porque criticar es gratis.

Para mí, magnificar su figura no es difícil pues cuando era niño ya era alguien que formaba parte de nuestro entorno. Un servidor era de Garrido (y Bermejo, como diría D. Vicente) y la coincidencia entre amigos con su sobrino hizo que el conocimiento de él se agrandara. Tenía (y tiene) un chalet en Cabrerizos y allí tenía un pequeño campo de fútbol donde venían amigos suyos. Para completar los equipos, en alguna ocasión acudía algún amigo íntimo mío a través de su sobrino. Ya en el instituto, la amistad con Fermín fue fortaleciéndose hasta estos días en los que la distancia, los niños y la vida parecen distanciarnos, pero en los que sólo hace falta la chispa de un recuerdo común para volver a revivir aquellos tiempos de nuestra adolescencia, aunque sólo sea a través de una conversación de ‘whatts app’.

De repente, cuando parecía que Del Bosque no iba a estar llamado para el profesionalismo puro y duro, cuando parecía que iba a ser ese eterno hombre de la casa que estaba ahí para lo que el Real Madrid demandaba, llegó su oportunidad. Tomó las riendas del primer equipo y lo llevó a una de las etapas más gloriosas que se recuerdan en la entidad, donde en las cuatro temporadas en las que estuvo al mando logró dos Champions, dos Ligas Españolas, un Mundial de Clubes, una Supercopa de Europa y otra de España. Sí. Han oído bien. Y todavía la gente sigue sin saber por qué el Real Madrid tomó la decisión de que no siguiera.

Tras un paso fugaz por el Besiktas, le salió la oportunidad de dirigir a la Selección. Estoy convencido que, precisamente, esa templanza de la que siempre hizo gala, fue clave para afrontar la etapa más exitosa del combinado nacional. Bajo su mando se ganó un Mundial y la Eurocopa, la tercera de nuestra historia.

Para un servidor, que supera de largo los ‘cuarenta’, si antes de hace quince años nos dicen que España iba a conseguir esos títulos, nos habríamos jugado un brazo a que era imposible. Pero una generación de oro y la gestión de Del Bosque lo hicieron posible.

En más de una ocasión, Del Bosque se convirtió en un ‘punching ball’ para cierto sector de la prensa, pero el salmantino, fiel a su talante y a esa mesura, aguantó todos los golpes habidos y por haber y supo llevar la nave a puerto, callando con su trabajo y sus resultados, muchas bocas.

Con esa templanza que quiero resaltar aquí, el de Garrido (y Bermejo) atendía a todo aquel que lo reclamaba y estamos hablando de miles de apariciones públicas, muchas veces con el intento de arrinconarle o sacarle un titular, pero si algo ha tenido siempre claro Don Vicente, es su talante conciliador y me consta (bueno, no me consta, pero lo intuyo), que en muchas ocasiones ha tenido que morderse la lengua. Es cierto que ya en algún tema determinado o en alguna ocasión, ha preferido no callarse, pero ha sido en momentos muy puntuales. En el resto de su trayectoria, ha hecho siempre gala de esa cualidad que muy pocos tienen. De hecho, y salmantinizando, si lo llevamos a otros terrenos, como en los toros, podríamos adjudicársela a D. Santiago Martín ‘El Viti’ o en la cultura, al recordado Venancio Blanco. Eso no quiere decir que no tengan su carácter. Quiere decir que tienen la mesura necesaria del que torea en el ruedo de lo público. Tienen el respeto y el saber estar de los elegidos y eso es lo que les hace todavía más grandes que sus hazañas.

Por eso jamás entendí que hubiera gente que esbozara alguna crítica hacia Del Bosque. Imagino que es esa tendencia que tenemos a veces los salmantinos (y también los españoles) de querer derribar aquello que sobresale, de criticar a aquel que triunfa por simple envidia (dicen que la envidia es el deporte nacional) o de anteponer lo de fuera antes de lo de aquí. En mi caso no tengo más que admiración, respeto y orgullo por compartir paisanaje con una de las figuras españolas del presente siglo que aprovecho para reivindicar aquí. Además de agradecer el cariño que siempre muestra en las distancias cortas.

Sin duda, más Del Bosque hacían falta en este país y ojalá, algún día, la mayoría de nosotros, sobre todo de los políticos que nos rodean tuvieran una mínima parte de la talla personal de estos personajes que, además, los tenemos a la puerta de casa.

Avenida Vicente del Bosque

Autor

Periodista y comunicador. Licenciado por la Universidad Pontificia de Salamanca.