Esa línea del cuello,
ese perfil;
esa nuca tan blanca
que parece marfil.
Ese ombligo que aspira
su belleza hasta el fin.
Esos muslos de atleta,
esas rodillas;
esos brazos que alientan
este abrazo prohibido,
el que sueño a diario:
tu cuerpo pegado al mío.