EL FARO DE ALEJANDRÍA: “Existen dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana” (Albert Einstein)

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A este pensamiento de Einstein que es el que he utilizado como título de “El Faro de Alejandría” para la edición de hoy, vamos a completarlo con todo su pensamiento. Faltaba agregar que después de señalar como dos cosas infinitas al universo y a la estupidez humana, decía “que no estaba muy seguro de la primera”, en clara referencia a los límites del vasto universo del cual formamos parte y que es la propia ciencia actual la que está demostrando que casi no tiene fin. Pero a Einstein le sirvió manifestar sus dudas para contraponerlo a la estupidez humana que él repudiaba tanto.

Y también hago una aclaración: dado que estamos viviendo una época de gran sensibilidad, que está a flor de piel y a veces de manera exagerada, especialmente en las redes sociales que pueden crucificarte e insultarte, quiero expresar que las actitudes estúpidas que con frecuencia realizamos las personas (hasta la más lúcida comete actos estúpidos), mi modesta contribución de hoy no va para nada dirigida como una crítica o menoscabo a personas que padezcan una disminución de sus facultades mentales que le hacen ser discapacitadas.

¡Por aquí no van los tiros! Hablamos y criticamos no a la persona que está disminuida psíquicamente, sino a personas normales que cometen actos estúpidos. Nos pasa a todos…y me incluyo. La cuestión es tratar de no cometerlos con mucha frecuencia.

En definitiva, lo que vengo a señalar es que la actitud que a veces personas preparadas e inteligentes, tienen en un momento determinado, por ejemplo, al hacer una broma fuera de lugar, o en el caso de un líder empresarial o también el político, una declaración desafortunada y que por arreglarla “meten la pata” más al fondo aún.

No me informo por los telediarios, pero admito que también los veo, con la finalidad de ver qué valor dan a determinadas noticias. Justamente es en estos momentos cuando de vez en cuando, sea un famoso (los cansinos influencers) o un deportista, o un presentador de un programa de televisión, o un político, cualquiera de ellos está expuesto a lo que decimos coloquialmente de “meter la pata” (es natural que así sea porque no somos ordenadores).

Todo el mundo tiene derecho a equivocarse. Pero la cuestión es cómo lo asumen o qué tipo de equívoco cometieron. Y después de haber incurrido en él, incluso pensando que haya sido involuntario, lo que sí es una actitud estúpida es pretender justificar lo que es injustificable, cuando es mejor y más cómodo admitir el error, la declaración desafortunada, etc. A esto me refiero por actos estúpidos.

Porque vemos continuamente declaraciones de algún que otro político que se le supone preparado e inteligente, incurrir en este tipo de situaciones y no actuar con transparencia admitiendo el error, o dependiendo lo que haya dicho, rectificando, que es de sabios hacerlo. O sea, que la acción estúpida que ha realizado (la expresión utilizada, el fondo de lo que dijo no suficientemente contrastado, etc.) es lo que tanto a Einstein como a mucha gente entre los que me incluyo, son las acciones y palabras que configuran la estupidez humana que condeno severamente.

Cuando chocan de frente algunas ideas preconcebidas

Estamos acostumbrados a debates en los que prevalecen las declaraciones desafortunadas en vez de las ideas. Los insultos en vez de la reflexión. Ambas formas de actuar visten la estupidez humana, independientemente de si alguna de ellas por su carácter fuertemente injurioso y/o que utiliza la calumnia haya que valorarlos con criterios de derecho penal, pero más allá de si son punibles, lo que sí es cierto que también forman parte de la estupidez humana.

Porque cuando se insulta y se degrada la dignidad de una persona o una institución, lo que se deja de lado son los argumentos. Las vestimentas de las palabras que conforman actos estúpidos nunca jamás se apoyan en la razón y la naturaleza objetiva de la materia expuesta a discusión o a debate.

Se utilizan “ideas preconcebidas” que siempre tenemos, pero lo importante en cualquier debate de ideas es buscar un acercamiento, la voluntad explícita de comprender y no quedarse sólo en el tópico. De abrir el ángulo de miras. De descorrer el velo y ver qué es lo que hay detrás de él. De aprender a alejarse de la estupidez.

Cuando ocurren situaciones en las que la discusión se descontrola y va a más, con ruido del sonido de las palabras no con el otro ruido que sí deben tener que es la razón de su contenido, de lo que expresan y defienden, de lo que significan en realidad mientras no sean tergiversadas, todo esto que ocurre en la arena política y lo vemos todos los días, es lo que forma parte más extensa aún de la estupidez humana.

Cuando a los políticos les gobierna más la ideología del partido y determinados intereses que defienden que no están muy claros o que no son de todos los ciudadanos, también entran en una zona de estupidez humana, porque las sociedades democráticas occidentales de los países desarrollados, caso de los que somos miembros integrantes de la Unión Europea, todos los estados deben de velar porque sus actos y declaraciones no naveguen en la superficie, estando más preocupados por “lo que dicen” o por “cómo lo dicen” y especialmente, lo que la gente percibe de sus palabras. O sea, palabras que suenen bien, aunque carezcan de contenido. Y esta, queridas lectoras/es es la señal clara de que se actúa, o con sentido común o con estupidez. Así de simple.

Carlo María Cipolla (1922-2000), historiador económico italiano, también conocido por un ensayo satírico sobre la estupidez, en sus “Leyes fundamentales de la estupidez humana”, afirma en la segunda de ellas que es sorprendente: “la probabilidad de que una persona determinada sea una estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona”. O sea, en línea con lo que decimos más arriba.

La acción de estupidez no caracteriza a la persona como estúpida. Su acto sí lo es. Esta es la gran diferencia.

Tengamos en cuenta que, en definitiva, la excelencia no es un don que recibimos desde “arriba”, sino la actitud que ponemos en nuestras acciones. Con criterio o con estupidez.

Cuando una persona realizó una acción de la que otras obtuvieron provecho, no cabe duda de que se trataba de una persona inteligente que estaba realizando un acto también inteligente. ¡Pero qué sucede cuando una persona inteligente se comporta como un incauto! La regla que aparentemente demuestran las personas que actúan de manera estúpida, es la incoherencia en cualquier campo de actuación. La mayoría de las personas que actúan estúpidamente, en cualquier nivel social en que podamos encontrárnoslas, perseveran en causar daños a otras personas de manera gratuita. No obtienen ningún beneficio, siendo aún más deleznable, que además de causar el daño a terceros, se lo causen a ellos mismos.

Jean-Baptiste Molière (1622-1623), dramaturgo francés y considerado el padre de la comedia francesa, afirmaba que “las personas no están jamás tan cerca de la estupidez como cuando se creen sabias”. Vaya verdad la del genio francés, que nos hace reflexionar sobre el manejo del conocimiento, que no necesariamente no indica que esa persona que lo posea sea sabia. La sabiduría justamente es lo contrario, no ostenta de manera pomposa el conocimiento, sino que muestra la humildad como característica fundamental de su vida.

Quienes cometan actos estúpidos jamás podrán ser sabios y difícilmente podrán escapar a la sentencia de Molière.

Autor

Vicepresidente del FORO Ecofin y director de www.ecofin.es , CEO de www.demuestra.com, Presidente del Instituto Ecofin de Liderazgo, coordinador académico de la Red e Latam del grupo Media-TICS. Puedes enviarme comentarios y consultas a jzunni@telefonica.net