¡Os aseguro que estoy hoy en plan positivo! Pero no podemos dejar de comprender la realidad tal cual es: inestable e incierta, quizás la característica que más define en la última década a todos los países.
Y como una sociedad evolucionada como es la española, nos resistimos a decaer en el ánimo y dada las fechas en las que estamos, nos prometemos hacer una cantidad de cosas o en sentido inverso, no hacer otras tantas, como ser, comer mal, no practicar ejercicio, descansar poco y un largo etcétera.
No nos hemos reunido hoy domingo 29 de diciembre a lamentarnos qué cosas vamos a cambiar en nuestros hábitos cotidianos, sino a cómo podemos hacer para sentir que somos mejores personas. Os estoy cambiando la lucha anual de promesas generalmente incumplidas contra el exceso de peso, la falta de actividad física, el exceso de estrés, etc., por un cambio en nuestro plano espiritual.
Esto implica saber dar y ser conscientes de la importancia que tiene hacerlo a los que lo necesitan de verdad. Sentir la satisfacción que hemos contribuido en algo, por ejemplo, colaborando con una ONG, ayudando a personas que realmente lo necesitan, etc. Digamos que debemos pensar menos en nosotros mismos y un poco más en los demás.
¿Es que pretendo que dejéis de disfrutar de los bienes y demás cosas de las que podáis disponer? ¡De ninguna manera! Lo que digo, es que sabe mejor cualquier cosa de la que disfrutes si has dado parte de tu tiempo, o has apoyado alguna causa, o has donado ese ordenador que el colegio necesitaba.
La variedad de posibilidades de apoyo y contribución a la sociedad y a personas que no conocemos es casi infinita, como también es extraordinariamente grande la generosidad de nuestra sociedad ante determinados hechos, caso de la catástrofe de Valencia. Ha sido el ejemplo paradigmático de hasta dónde puede llegar la solidaridad, compasión y sentimiento de dar ayuda cuando no llegaba de la administración. De ahí que quedará grabado a fuego en la historia de Valencia ese adagio que surgió en la Dana de que “el pueblo ayuda al pueblo”.
¿Puede haber más ejemplo de apoyo y entrega que, los que de manera absolutamente desinteresada caminaban kilómetros con agua potable, rastrillos, etc. para ayudar a desatascar el lodo y agua, para que el desastre no siguiera afectando a los miles de familias de la zona cero?
¿Qué os propongo para este cierre de año?
Justamente poner vuestra mente y determinación en la acción, no en palabras, sino en ayudas concretas. No es necesario dar dinero, más cuando en los tiempos actuales a nadie le sobra: lo que decimos es dar tiempo, ser sensibles y compasivos ante la necesidad y por supuesto, muy especialmente ante el sufrimiento. Cuando te abrazas con el que sufre, ese momento de agradecimiento exime de las palabras.
Pero más allá de una desgracia extraordinaria como la de Valencia, lo que te estoy proponiendo querido lector/a es que te hagas al hábito de pensar en los demás y también actuar en consecuencia. Si ayudas a rebajar esa dosis de sufrimiento que muchas personas soportan a diario, es suficiente, y esto puede manifestarse en estar al lado de determinados colectivos, por ejemplo, ayudándole a gestionar cosas que necesitan para que otras empresas y/o personas puedan suministrarlas, etc.
Cuando se está en ese pozo profundo del sufrimiento, incluso en un momento de crisis psicológica, cuesta mucho percibir la realidad como nos llega. Por más que ésta no sea negativa, la persona afectada ve todo negro. Es nuestra naturaleza humana. Por lo que cuando se ayuda, lo importante que reciben las personas ayudadas es ese compromiso personal que comprenden, aunque no se lo digas, que valoran, a pesar de que hayan perdido la capacidad de reacción y de decir palabra. Porque en los malos momentos, la variedad de reacciones que se pueden llegar a tener es incontable. Y ese es el momento en que la solidaridad tiene que ser no solamente el hecho material, sino transmitir ese otro sentimiento de “estamos con vosotros” que delata compasión y sensibilidad.
La compasión significa también piedad, caridad, misericordia, condolencia, ternura y por supuesto, humanidad.
En el mundo de la cristiandad al que España pertenece, se define a la caridad como a la acción de ayudar a los demás de manera desinteresada, sin esperar nada a cambio. Es una virtud fundamental en muchas tradiciones religiosas, especialmente en el cristianismo, donde se considera una de las tres virtudes teologales, junto con la fe y la esperanza.
La caridad juega un papel crucial en la cohesión social, ya que fomenta la solidaridad y el apoyo mutuo entre las personas. Además, se considera una manifestación del amor fraternal que puede ayudar a aliviar el sufrimiento humano y promover un sentido de comunidad. Es el deseo de hacer el bien y ayudar a los demás.
Formas de practicar la caridad
Aquella expresión coloquial de que “lo pequeño es hermoso” define perfectamente cuál es el alcance de la caridad. Por ejemplo, con un simple saludo que le estamos haciendo a un grupo de personas, sean del trabajo, o vecinos con los que nos cruzamos, puedes estar ayudando a alegrar el día de esas personas. Porque se nota cuando el saludo es sincero y que está siendo empático, transmitiendo buenos sentimientos.
Del mismo modo, justo acompañado de este saludo, estás siendo amable, mostrando amabilidad a través de sonrisas y un tono de voz agradable, que seguro puede tener un impacto positivo en quienes te rodean, especialmente en aquellos que están pasando por momentos difíciles.
Y te lo pongo más fácil. Si por casualidad sabes que algún miembro de la familia ha estado enfermo, es el momento de interesarse por su estado. Escuchar lo que te cuenten, porque estás ofreciendo tu tiempo y atención a alguien que necesita hablar y compartir, caso de la salud de un familiar directo. Lo que en sí mismo, tu escucha activa es un acto de caridad muy valioso. Escuchar con empatía ayuda a las personas a sentirse apoyadas.
Cuando en el día a día le haces el favor a una persona, por ejemplo, como abrir una puerta o ayudar a cargar algo pesado, es una forma sencilla de practicar la caridad.
Una cosa muy fácil es la de donar ropa, juguetes o artículos que ya no uses, a organizaciones benéficas o personas necesitadas, lo que te da esa sensación de que tu preocupación y ayuda es algo tangible y concreto, que llegará a quiénes lo necesiten.
En este orden de cosas que debes de tener en cuenta a todas las posibilidades de ayudar a lo demás, también cuenta y mucho, visitar a los enfermos, ofreciendo compañía o asistencia a personas enfermas, ya sean amigos, familiares o desconocidos. Es un acto significativo de caridad.
También puedes involucrarte con ONG locales o grupos comunitarios que trabajen en causas que te importen, ya sea donando tiempo, dinero o recursos.
Y un tipo de ayuda que da grandes satisfacciones, es la de educar y compartir conocimientos, brindando apoyo educativo a quienes lo necesiten, como enseñar habilidades prácticas o ayudar con tareas escolares, puede marcar una gran diferencia en la vida de otros.
Si a todo esto demuestras que cuando el favor te lo han hecho a ti, también te sucederá que habrás incorporado a tus hábitos cotidianos el noble ejercicio que implica practicar la gratitud. Expresar tu agradecimiento hacia los demás no solo mejora tu bienestar emocional, sino que también crea un ambiente positivo y solidario.
La caridad no tiene que ser un acto grandioso; los pequeños gestos cotidianos pueden tener un gran impacto en la vida de los demás y contribuir al bienestar general.
Beneficios personales de practicar la caridad
Estamos en un mundo en el que existen investigaciones y estudios para casi todos los ámbitos de la sociedad. No podía ser menos en lo referido al aumento de la felicidad, ya que ciertas investigaciones han demostrado que las personas que donan regularmente, experimentan un aumento en sus niveles de felicidad y satisfacción personal. ¿A qué se debe esta reacción tan positiva? A que los actos de generosidad pueden activar áreas del cerebro asociadas con el placer y la conexión social, liberando neurotransmisores como la dopamina y la oxitocina, que fomentan sentimientos de alegría y bienestar.
También se verifica una mejora en la salud mental, ya que cuando se ayuda a otras personas, se puede reducir los niveles de estrés, ansiedad y los síntomas de depresión. Porque al estar focalizándote en las necesidades de otros, con frecuencia se puede encontrar un alivio temporal de los propios problemas emocionales, lo que puede resultar en una mejor salud mental. Y no menos importante, haber fortalecido las conexiones sociales, ya que te puede ayudar a construir y fortalecer relaciones interpersonales.
No olvides que vivimos en una comunidad y que la suma de éstas conforma la sociedad. Y los actos en beneficio de ella, crean un sentido de comunidad y se establecen nuevas amistades con personas que comparten intereses similares. Se logra un impacto positivo en la comunidad al involucrarse en acciones caritativas, no solo beneficiándose uno mismo, sino a la comunidad en general, creando un entorno más solidario y compasivo para todos.