Tantas veces nos hemos hecho esta pregunta sin recibir respuesta que nos sumergimos en un silencio equivocado. Nos da vergüenza pedir un abrazo, cuando su poder es capaz de cambiar los senderos de nuestro destino.
¿Por qué nos avergüenza necesitarlo? Realmente no lo sé, aunque opino que probablemente sea por miedo a mostrar nuestras debilidades, algo que no entiendo del todo, ya que cuando solicitamos una caricia suele ser de alguien de nuestro entorno. Intentamos evitar que las lágrimas resbalen por nuestro rostro, sin darnos cuenta de que ese gesto no solo arropa nuestro cuerpo, sino también el alma de nuestras entrañas.
Hay tantas clases de abrazos que sería complicado explicar todas, pero yo me quedo con esos que curan el interior de cualquier ser, aunque también con los que se dan con alegría, ya que ese mimo es capaz de ensalzar tanto la autoestima de una persona que puede lograr que esta vuele más alto de lo que esperaba.
Un abrazo es un viaje curativo, consigue que nuestro corazón se emocione navegando por un mundo tan peculiar como es el de los sentimientos. Es un conjunto de sensaciones inexplicables que nos da temor explorar.
Me atrevo a decir, que es como cuando haces senderismo, uno va caminando sin saber que se va a encontrar, pues aunque parezca mentira ese hecho y un abrazo están llenos de similitudes o acaso sabéis lo que os vais a encontrar al recibir uno, lo que vais a sentir o lo que va a conseguir ese gesto humilde lleno de cariño y de poder, yo creo que no.
Sin embargo, ocasionalmente carecemos de ellos, porque tenemos la errónea idea en la cabeza de que no es algo necesario si no nos sentimos tristes, apagados o sin ganas de seguir caminando. A veces, me pregunto y os hago la misma pregunta. ¿Y por qué no va a ser un estrujón imprescindible? Yo personalmente si quiero sentir un achuchón aunque mi interior en esos momentos no zarpe en aguas turbias.
¿Es tu abrazo la cura de mi alma? De la mía si lo es, no prescindas nunca de dármelo si formas parte de mi vida y si no estás en ella quizás puedas darlo y recibirlo también, pero con delicadeza, respeto y humildad.
«Abrazar podría ser sinónimo de amar y aunque no lo es, no prescindas nunca de un abrazo que calme el dolor de tus heridas».