España, el mejor país del mundo, el país sin término medio

- en Firmas
Ciudadanos Españoles

Siempre he tenido claro que España es el mejor país del mundo. Por eso es uno de los más visitados, por eso sus playas son elegidas para el turismo de numerosos países y por eso también es objetivo de muchos inmigrantes que ven a nuestro país como una especie de ‘tierra prometida’. Y no quiero entrar en más debates. Es así porque así son los testimonios de numerosos inmigrantes, legales o ilegales, que buscan en España un lugar para prosperar.

España lo tiene todo. Sol, agua, calidad de vida, una democracia bastante avanzada, una constitución garantista. La gente es abierta, le gusta la fiesta. Es un país que asume otras creencias, otras formas de ser sin que ello suponga un trauma para nadie.

Y aun así, son muchos los españoles que buscan su ‘tierra prometida’ en otros países. Algo no estaremos haciendo bien.

Siempre he pensado que el progreso es cosa de orden. Sin embargo, he observado que si algo ha tenido siempre el progreso en nuestro país (al menos esa percepción tengo yo) es un punto de anarquía. Esa malentendida ‘libertad’, ese ‘hacer lo que a cada uno le da la gana’. Por eso es un progreso que asusta y que cada vez va a más. No hay progreso si no hay respeto y cada vez hay episodios en los que se ve una gran falta de esta cualidad, por lo que podríamos hablar de un progreso ‘ficticio’ o ‘engañoso’ que lo que está es provocando un alto índice de impunidad y de frustración, sobre todo en los más jóvenes.

Y son muchos los días que llevo dándole vueltas al asunto y cada vez me reafirmo más en mi pensamiento de que España no acaba de carburar debido a la polaridad. En todo, España es un país de extremos, de contraposiciones. Unas veces con argumentos sólidos, otras, simplemente, por el hecho de llevar la contraria. De opinar en ‘contraposición de’.

La semana pasada terminé de confirmarlo con la votación de la Reforma Laboral y la reacción de nuestros parlamentarios. La de los unos y la de los otros, esa euforia desmedida en algunos de nuestros parlamentarios. Gente con una enorme responsabilidad que parecían comportarse como niños. Sólo les faltó hacer pedorretas a la bancada rival. Parecía más importante que el otro perdiera a que tú ganaras. Y, lo triste, es que me da que es una radiografía acertada de nuestro país, un país sin término medio. Si éstos son los listos… ¡cómo seremos los tontos!

Porque somos el país del blanco frente al negro; del rojo frente al azul; de la izquierda frente a la derecha; del Barça y del Madrid; del Salamanca y de Unionistas; taurinos y antitaurinos; de chuletón o veganos; rubios o morenos, del Santander o del BBVA; de Raúl o de Luis; de Cristiano o de Messi; de falda o de pantalón; de pueblo o de ciudad; monárquicos o republicanos; de Guardiola o ‘Mouriñistas’; de Caja Duero o de Caja Rural; del gordo o del flaco; del alto o del bajo; del centro o del barrio; de Netflix o de HBO; de Telecinco o de Antena 3; católicos o protestantes; … ¡Es que ya no nos une a todos ni Rafa Nadal!

Eso sí, no perdemos la ocasión para opinar siempre de aquello que no sabemos o que no apreciamos, aunque sólo sea para criticar. Llegué a conocer a gente cuya única filosofía de vida era la de llevar la contraria independientemente de lo que estuviera en cuestión y que se enorgullecían de ello.

Si echamos un vistazo a la obra de Aristóteles, España sería un país sin ‘areté’, sin virtud, sin excelencia. Bueno sí, la excelencia parece ser la que se marcha a trabajar a países extranjeros en busca de mejorar su vida, pese a dejar atrás su país, el mejor país del mundo para vivir, ese que, en apenas unos años anhelarán y, sin embargo, aprenderán a disfrutar de lo que tienen fuera, que es un buen trabajo, bien reconocido, en aquella materia para la que han estudiado y para la que, no olvidemos, España ha invertido una importante suma de dinero en su educación.

En su Ética a Nicómaco, Aristóteles nos habla de esa Mesotés, como lugar donde debe asentarse esa virtud. Un punto que el español hace tiempo que abandonó. Parafraseando a mi profesor de filosofía de Bachillerato, el hombre de la Mesotés es cualquier cosa menos español. Aquí nos sentamos a ver un debate en televisión y ya sabemos lo que va a decir un contertulio y lo que va a decir otro. Aquí nos hemos saltado esa mesotés para mezclar lo animal con lo divino, en una mezcla que ni tiene sentido ni propicia la convivencia y así nos va. Y cuando me refiero al centro no me refiero a un espacio político, sino personal, de cada uno de nosotros, que sepamos colocarnos en el medio y aceptar de un lado y del otro según el momento y la necesidad requieran.

Autor

Periodista y comunicador. Licenciado por la Universidad Pontificia de Salamanca.