Pensamos en la eternidad, como si fuéramos las protagonistas de la saga de Los inmortales. Pero, en realidad, somos unas simples mortales a quienes nos han dado permiso para viajar por este mundo y transitar por la vida de la mejor manera posible.
Nos creemos, o algunas personas se creen, inmortales. Pero llega un momento en el que nos damos (o se dan) de bruces con la realidad y la bofetada que nos llevamos (o se llevan) nos (les) deja en el sitio y sin tiempo para reaccionar. Es tarde. Se ha acabado tu tiempo. Se ha acabado su tiempo.
¿Has aprovechado bien tu paso por la vida?
No existe la inmortalidad más allá de lo que nos quieren vender en las películas o en las películas que nos montamos.
Somos seres con permiso para transitar por este espacio y tenemos que tenerlo claro. El tiempo se nos puede escapar de las manos, fluyendo entre los dedos, sin enterarnos, como la arena fina del desierto que se desliza sin querer y abandona nuestra palma de la mano.
¿Has sido capaz de aprovechar el tiempo?
De pronto, nos sucede algo que nos descoloca el alma, el cuerpo y nos falta tiempo, de nuevo, para hacer todo lo que queremos o soñamos hacer, para decir todas las palabras que se han quedado retenidas en un muro invisible dentro de nuestra garganta, para descubrir lo que permanecía a nuestro lado y no veíamos, para disfrutar de esas pequeñas cosas que, por cotidianas, no las valoramos lo suficiente, …
¿Cuántos “te quiero” se pueden quedar sin decir?
¿Cuántos abrazos se quedan en el imaginario?
¿Cuántas sonrisas nos quedan por compartir?
¿Cuántas conversaciones, mirando a la nada, con esa persona a la que amas, admiras, quieres se han quedado pendientes?
¿Cuántas palabras por escribir han permanecido retenidas en la punta de la pluma cuya tinta ya se ha secado?
Cuántas…
Se nos llena la boca diciendo que las personas son eternas y, cuando nos damos cuenta que no son eternas en este mundo, nos conformamos con decir que esa eternidad se refiere a nuestro corazón y nuestro recuerdo.
Es cierto, siempre permanecerán en nuestro recuerdo alguno de esos momentos entrañables compartidos, no todos, desafortunadamente; las palabras tatuadas en nuestro corazón y que pasaron a un cajón de nuestra memoria; los olores que nos transportan a ese momento; los objetos; las sensaciones…
Pero no somos eternas como realmente pretendemos, aunque nos queramos engañar. Así que, tenemos que aprovechar el tiempo que nos permite estar aquí para amar, conversar, abrazar, compartir, apapachar, disfrutar, descubrir, valorar, soñar, hacer, … No te quedes con las ganas, no te plantees el “y si…” porque la eternidad material no existe.
Recomendación musical: “Todo lo que amaste” de Rozalén