De pronto, en esta sociedad “avanzada” empezamos a ponerle nombre, que no etiquetas, a muchas de las cosas que llevan sucediendo años a las personas, en concreto, a nosotras, las mujeres.
Lo que no se nombre, no existe.
Y así, durante décadas, siglos.
Aquello que no encontraba explicación, lo que era “extraño” para la época, lo que se escapaba al raciocinio de los “iluminados” del momento y de la norma marcada, era expulsado, apartado, defenestrado, ocultado, odiado, vapuleado, …
Si eras mujer, te tachaban de desviada y al manicomio, en el mejor de los casos. En tiempos más antiguos, eran ejecutadas por brujas, apartadas, repudiadas.
Afortunadamente, esto ha ido cambiando y se habla de las patologías y dolencias de las mujeres, empezando a tomar distancia con respecto a los hombres. Se comienza a tener en cuenta lo que nos sucede a las mujeres de forma independiente a los varones. Pero aún queda.
A pesar de estos pequeños progresos, aún somos nosotras las que nos cuestionamos cada paso que damos, cada logro conseguido, aunque nos haya costado sudor y lágrimas, en la mayoría de los casos, muchas lágrimas.
Pero ojo, nos cuestionan y nos cuestionamos.
Mujeres de épocas anteriores, han luchado para que obtengamos los derechos y las oportunidades que nos corresponden como parte de la sociedad. Seguimos batallando para que, en el futuro, exista una sociedad más igualitaria, en todos los sentidos, y que las próximas generaciones lo tengan algo más fácil.
A pesar de estos avances necesarios, costosos, estamos en el siglo XXI con la duda constante de nuestra capacidad para hacer las cosas.
Me pasa. Lo reconozco. Lucho contra ello, pero es difícil cuando tienes algo tan interiorizado, cuando la autoestima es una montaña rusa donde hay más bajadas que subidas.
Toda la sociedad nos ha dicho, durante años, que a las mujeres esto y lo otro. Cuidado. Esto no, porque eres débil. No vayas por ahí, hay peligros desconocidos y no podrás con ellos.
Y, de pronto, cuando vas logrando tus sueños, tus propósitos; cuando vas dando los pasitos adecuados para llegar al lugar que quieres ocupar desde siempre, todo se tambalea y dudas de que seas capaz, de que lo merezcas realmente, que puedas seguir adelante, …
Tienes a tu alrededor a personas que confían más en ti, que tú misma; que están detrás atentas a tus temblores, a apaciguar las llamas del miedo y de los temores que te cubren y que no te dejan ver el camino que has ido recorriendo para llegar al lugar que te mereces. Siempre una duda constante.
Titubeas de tu función como mujer en este mundo hostil y machista; vacilas de tu labor como hija, hermana, tía, amiga, … Si eres madre, tienes un signo de interrogación constante sobre tu cabeza.
Te sientes una impostora en una sociedad que sigue penalizando a las mujeres que trabajan en su capacitación y emancipación para seguir rompiendo moldes y corsés. Se sigue penalizando que quieras ser algo más que aquello que te impone la sociedad.
Impostora cuando sabes lo que quieres y luchas por ello.
Impostora cuando te unes a causas que sabes que son juntas y necesarias para avanzar.
Siempre impostora, aunque hayas demostrado, siempre, que eres más válida que el resto.
Recomendación audiovisual: “Tentación en Manhattan” dirigida por Douglas McGrath