La intensidad es definida por la RAE como el grado o fuerza con que se manifiesta un agente natural, una magnitud física, una cualidad, una expresión. Su segunda acepción es la vehemencia de los afectos del ánimo.
Definido de forma más mundana o vulgar, la intensidad la entendemos como el grado, la fuerza o la energía con que se realiza una acción o se manifiesta un fenómeno, un sentimiento…
Hay personas que vivimos todo con cierta intensidad. Lo vivimos como si fuera lo último que haremos en el día, como si se nos fuera la vida en ello.
Ser una persona intensa significa, en muchos casos, ser muy sensible y tener un alto nivel de empatía. Somos capaces de ponernos en la piel, en los zapatos de la otra persona, de mimetizarnos como si nos hubiéramos escapado de la película Ghost o fuéramos Casper y tuviésemos el poder de introducirnos en el cuerpo de otra persona y saber qué siente en todo momento.
Ser una persona intensa significa llorar cuando ves una escena de una película o serie que te remueve por dentro; significa reír hasta la extenuación ante un comentario gracioso que, quizás, sólo tú entiendes; significa sonreír con la mirada y encogerse el corazón y el alma por cosas o situaciones que para otras personas pasan desapercibidas; significa tener un fuego dentro que se aviva con las injusticias; significa tener los sentimientos a flor de piel y pasar de la risa al llanto y viceversa en cuestión de segundos.
Aquella persona que es intensa, suele ser pasional y comprometida. Pasional en lo que hace, en lo que siente y así lo demuestra. Pasional y cariñosa, buscando el contacto continuamente, persiguiendo esa mirada para decir, sin palabras, lo que se está sintiendo, experimentando, para demostrar, en silencio, lo importante que es el momento y la persona. Se suele comprometer, no sólo en temas sociales, sino con la gente de su entorno, con aquella que le pide ayuda y, aunque esté hasta arriba, se compromete a echar una mano más allá, incluso, de sus posibilidades.
Una persona intensa suele ser alguien muy expresiva. Todo lo lleva a la máxima expresión. Sus gestos, sus palabras así lo demuestran.
La intensidad nos lleva a tratar de estrujar la vida al máximo, a vivir rápido, pero de forma consciente; a hacer cosas constantemente; a no parar; a tener una mente creativa y en continuo movimiento; a imaginar cosas que se convierten en realidad o, en la mayoría de los casos, nunca llegan a término.
Las personas intensas, quizás, nos adelantemos a los acontecimientos porque la incertidumbre nos ahoga.
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