Llegó la fecha de la reconexión,
el reseteo en la mente.
Las inhalaciones y exhalaciones,
para poder atrapar con fuerza,
aquellos propósitos futuros.
La ansiada despedida de los fantasmas.
La hora punta de barrer nuestros miedos.
El deseo de ordenar lo desordenado.
Limpiar el espíritu de las agonías.
Las buenas intenciones se envuelven en papel de celofán lustroso.
Desempolvar el corazón,
atacando, pulcro y enérgico.
Acaparar el imán de la suerte y la esperanza.
Son los días del solsticio.
Queda parar y detenerse.
Concluir lo inconcluso.
Volver a la tierra,
intentando pisar firme.
Correr hasta quedar exhausto.
Observar el sol,
del mismo modo que los cráteres de la luna.
Prepararse para el inicio de la carrera,
sin conocer cuál será el sprint,
que nos hará llegar a la meta.
En mis oídos se escuchan profecías dudosas.
Ya es tiempo de introspección,
y con ella confiar en la ilusión,
del nuevo año venidero.
