La inteligencia artificial y el arte

- en Firmas
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La inteligencia artificial se ha puesto tan de moda, se habla tanto de ella, de lo que puede hacer y hacernos, que casi parece que tenemos ya un pie en el mundo distópico que habita Will Smith en Yo Robot.

El otro día desayuné con Chat GPT. En lo que me bebía el café, me contó que una IA mala podría muy bien esclavizarnos a todos y dominar el mundo. Pero también me contó que una IA buena podría muy bien ayudarnos a ir más rápido en esa carrera de fondo, que llevamos siglos corriendo contra la muerte, para hallar cura a las enfermedades más terribles.

Las inteligencias artificiales han venido para quedarse. Y mientras nosotros tonteamos con ellas por diversión, los creadores de las IA, los entendidos y legisladores están buscando el mejor modo de insertarlas en nuestras vidas, pero teniéndolas bajo control. Porque las IA esconden un lado oscuro. Bueno, en realidad ni siquiera lo esconden, porque ellas mismas lo confiesan.

El lado oscuro de las IA da para un sinfín de penalidades. Desde matarnos a todos, hasta quedarse con nuestros trabajos y enviarnos al paro, pasando por destruir eso que llamamos arte.

¿Destruir el arte?

Sí. Destruir el arte.

Como los programadores, entendidos y legisladores andan muy liados definiendo y regulando la presencia de las IA en las estructuras políticas y económicas, hablemos nosotros de la cultura y el arte y de cómo protegerlas de las IA, salvaguarda que nunca ha estado entre las principales prioridades de los que rigen nuestros destinos.

El trocito de IA que los programadores, los entendidos y legisladores, nos están dejando conocer, para que gente como tú y como yo nos acostumbremos a las IA, es la que han programado para crear textos, imágenes, y música… Vaya, qué casualidad, la materia prima de la cultura y el arte.

Desde siempre el arte ha sido el reino de la autenticidad. Las grandes verdades del ser humano son las que sustentan el arte desde el principio de la humanidad. La insatisfacción, el heroísmo de habitar un mundo hostil, el amor, el desamor, la soledad, la admiración, el odio, la amistad, la venganza, el miedo, la valentía, la esperanza, la desesperación, la fe, las ataduras, la libertad… Desde el interior de esa ventisca incontenible de sentimientos el artista crea.

¿Pueden las IA crear así?

Hay quien augura que, a poco que se las eduque con los materiales adecuados, prácticamente lograrán escribir como Cervantes, pintar como Munch y componer como Bethoven.

Las empresas culturales (editoriales, productoras, discográficas, periódicos, revistas…) deben de estar ya frotándose las manos porque los escritores, guionistas, dibujantes, fotógrafos, músicos… tienen la mala costumbre de cobrar por su trabajo, y además tardan meses —¡y hasta años!— en llevarlo a cabo. Las IA no tienen salario, no cotizan en la seguridad social, no piden bajas por enfermedad, no solicitan ampliación de plazos para la entrega de su trabajo, porque en minutos ellas lo tienen todo hecho. Las inteligencias artificiales van a caer muy, muy simpáticas a las empresas.

Pero por simpáticas que sean, insisto, ¿pueden las IA escribir como Cervantes, pintar como Munch y componer como Bethoven? 

Yo digo que no.

Una IA podrá fingir que es Cervantes, que  es Munch, que es Beethoven e incluso los tres a la vez si se lo propone, pero sólo los estará imitando. El resultado no será verdad. Porque una IA no sabe lo que es enamorarse hasta las trancas de Aldonza Lorenzo y ver cada vez que la miras a la sin par Dulcinea del Toboso. Una IA tampoco sabe lo que es que la angustia crezca y crezca por dentro hasta que explote un grito mientras tratas de cruzar un puente sobre el vacío. Una IA no sabe lo que es amar la música, quedarse sordo y seguir entregado a ella contra viento, marea y destino. Las IA no enferman, no mueren, tampoco entierran muertos ni sueños ni ilusiones.

¿Qué nos va a contar una IA en un libro, en un dibujo, en una canción?

Nada.

No puede contarnos nada. Porque no sabe nada de lo bello y lo trágico que es ser humano.

Ante la llegada de la inteligencia artificial a nuestras vidas la gran pregunta no es si las IA pueden ser artistas. No pueden. Es imposible, les falta carne, hueso y fibras nerviosas transportando dolor y felicidad a borbotones.

Una IA quizá pueda redactar muy bien el manual de instrucciones de la lavadora. También dibujar la lavadora para que nos quede muy claro dónde está el botón del centrifugado, y no poner todo perdido al sacar la ropa del tambor.  Aunque también tengo mis reservas al respecto porque, por lo que he visto hasta ahora, las IA tienden a parlotear sin importarles la verdad o la mentira de lo que cuentan, así que fíate tú de lo que te diga una IA. Como no las reprogramen para no mentir, nada de la información que nos den será fiable, incluido el manual de la lavadora.

La gran pregunta en cuanto a las inteligencias artificiales y el arte es si nosotros, las personas que reímos y lloramos a diario, si estamos dispuestos a intentar abrigarnos de la intemperie del mundo con textos, fotografiás, músicas, dibujos… fingidos, sintéticos, elaborados en minutos por máquinas que nunca han experimentado un mal viento arrasándoles la vida.

Y la segunda gran pregunta es si los artistas estarán dispuestos a aceptar barco como animal de compañía. Si van a asumir las exigencias de la Industria y van a crear imágenes, libros, músicas, guiones… con atajos artificiales para artistas vagos deseosos de maximizar tiempos y producir arte artificial, como el que fabrica las natillas en polvo de la sección de postres del súper.

Todo ello sin ni siquiera plantearse además el dilema de los derechos de propiedad intelectual. Tema que parece no importar nada a los creadores de IA ni a los legisladores ni a esos “artistas” que  puede que hayan adoptado ya a las IA entre sus herramientas de “artesano”.  Antes de aceptar barco como animal de compañía se hace necesario plantearse la legalidad y ética que implica. Porque ¿a quién pertenece una obra fruto de la combinación algorítmica de centenares de otras obras, creadas por seres humanos cuyos nombres y apellidos las inteligencias artificiales esconden? Desde luego no creo que a las IA, y dudo mucho que las instrucciones que se puedan dar a una IA para que combine o imite obras de otras personas pueda hacerte propietario del resultado.

Ante estas dos grandes preguntas yo creo —espero y deseo— que la mayoría de los seres humanos no estaremos dispuestos a aceptar que nos mecanicen la Poesía.

Autor

Escritora. Licenciada en Derecho. Licenciada en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada.