Tengo miedo por lo que viene. Bueno, en realidad, por lo que ya está aquí.
Como dice una amiga, el futuro lo veo en blanco y negro. Aunque, más bien, diría que el presente se nos pinta de un gris bastante oscuro.
En pleno siglo XXI, parece que estamos a mediados del siglo XX o antes.
Ataques homófobos por llevar las uñas pintadas, un bolso y el pelo multicolor.
Niños y jóvenes que se ven con vía libre para disponer del cuerpo de niñas y no tan niñas, porque todo el monte es orégano y el ejemplo, no basado una educación respetuosa, consciente, emocional, etc., provoca que cada día nos estemos lamentando de lo que sucede en nuestras ciudades, en nuestros pueblos.
Un condenado por violencia machista que ocupará un lugar privilegiado para gobernar.
Un torero que cuelga el capote y se encargará de dictar qué es cultura y qué no lo es.
Ya lo dije el año pasado cuando ésta, mi comunidad, tiraba a una mezcla de azul y verde, y me despidieron: nos está quedando un país súper chulo en el que volveremos al Nodo y la libertad será un espejismo disfrazada de patriotismo.
Tratarán de que volvamos a ir a misa todos los domingos y fiestas de guardar, con la cabeza cubierta y que, a la puerta del colegio, nos pongamos en fila a rezar el rosario. No sólo la fe mueve montañas. Las conciencias se remueven reflexionando, siendo críticas, mirando al pasado para avanzar hacia un futuro mejor y no querer cometer las mismas injusticias.
Parafraseando el título de un libro: cualquier pasado, fue eso, pasado. Hay que aprender de esos errores que nos hicieron peores personas, para avanzar a buen ritmo y no tirar por tierra todo lo conseguido.
No entiendo, como le pasa a Karra Errejalde, que cuando hemos conseguido mejoras sociales para toda la población, cuando estos progresos consiguen que nuestra vida sea un poco mejor yendo por el buen camino, seamos capaces de cerrar los ojos, criticar por criticar, siguiendo, como borregos, a alguien que se hace llamar pastor y que no nos ofrece un avance positivo y social, sino todo lo contrario.
Vivimos en sociedad, nos guste más o menos, y tenemos que tener claro que si, a la persona de nuestro lado o que está a unos cuantos kilómetros, le va bien, tiene un efecto rebote y conseguiremos que nosotros también estemos mejor.
Se suele decir que no somos profetas en nuestra propia tierra, y es así. Fuera de nuestras fronteras nos dan la enhorabuena por el trabajo realizado en un momento social e histórico que ha hecho tambalear los cimientos de una sociedad forjada a base de avances con esfuerzo, sudor y lágrimas. Nos han felicitado por todo lo conseguido en pos de un Estado de Bienestar mejor.
Y aquí nos encontramos, en un país de ciegos donde el tuerto es el rey.
Recomendación poética: Las urnas (texto para una jornada de reflexión) del libro “Los amores imparables” de Marwan.