Pues resulta que el otro día me levanto con ganas de comerme el mundo y decido sin miramientos realizar algo de ejercicio. Todo perfecto en esta breve pero concisa introducción.
Vaya por delante que todo esto carece de sentido sin un cortadito mañanero previo. Una vez concluida la ingesta de tal bebida energética propia de un atleta (aquí una carcajada por vuestra parte), comienzo a cavilar que ejercicio me viene mejor de primeras. Pasan los minutos y al final decido poner una lavadora. Genial. Maravilloso para dar comienzo a esta mañana tan estupenda.
Me dirijo al cuarto de baño ya que es allí donde se encuentra el cesto que contiene la ropa sucia. Mira. Casi me da un soponcio al ver ese volumen de ropa que sobresalía de manera exagerada por el borde del cesto. No pasa nada Jes. Me dije yo a mí mismo con una voz como la de Mickey Mouse en sus dibujos. Esto último os lo recomiendo ante situaciones raras e impropias que os surjan en vuestro día a día.
Comienzo a trasladar ropa a la lavadora de manera activa y sin descanso. Pongo la primera lavadora y al regresar nuevamente al baño observo con cara de espanto que el volumen de ropa sigue siendo el mismo y que el cesto sigue prácticamente en el mismo estado previo la puesta de la primera lavadora. No puede ser. Miro el cesto por todos los lado por si de un juego de magia del Mago Pop se tratase, pero no. Ese cesto generaba ropa sucia por sí solo.
Al concluir la primera lavadora me propongo a mí mismo con la voz anteriormente citada, el poner una segunda. Así lo hago y cuál es mi cara de espanto que al llegar de nuevo al baño ese maldito cesto continúa escupiendo ropa, ropa y más ropa.
Mi cara es un poema al ver tal despropósito mientras en mi cabeza comienza a sonar la banda sonora de “La Historia Interminable” por todo lo alto. Lloro.
Maldigo entonces el momento en el que elegí la puesta de lavadora como primera opción pero tristemente ya no había marcha atrás.
Desde el baño oigo a mi lavadora decir en voz alta: «Dame más, dame más, dame más«. Sigo llorando.
A todo esto sigue en mi cabeza la puta musiquita de “La Historia Interminable”.
Una vez concluida la segunda puesta decido poner una tercera, una cuarta y las que se tercien cagándome en el que tuvo la brillante idea de subir la tarifa de la luz de manera tan atracadora.
A las dos de la mañana y prácticamente sin comer, decido acostarme. Todo guay pá mis narices.
Reflexión:
Nunca te levantes con ganas de comerte el mundo. Puede ser que ese día no comas. Con voz de Mickey Mouse.