Paciencia, compasión y simplicidad

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«La paciencia es uno de los tres mayores tesoros que poseo, junto con la compasión y la simplicidad” (Lao-Tse), y por supuesto, nunca le faltaba razón en su visión de las cosas, en la interpretación del mundo que hacía. Porque si algo le preocupaba, era la relación de las personas con el mundo, más que el mundo en relación con éstas.

Movernos en el mundo actual requiere dos cosas: hacerlo con agilidad, adaptándonos al entorno lo mejor que podamos y tener una percepción bastante realista del medio en que vivimos y trabajamos. No cumplir con estos requisitos nos genera estrés y hace que nos impacientemos. Y esto es malo si no lo gestionamos adecuadamente.
Tendemos a no tener demasiada paciencia cuando estamos haciendo un trámite en una oficina pública o si nuestra pareja llega tarde a nuestra cita. Pero sea cual sea la situación, perder nuestra paciencia no va a mejorar ni cambiar nada.
Los retrasos se producen en el transporte público, en los trámites o en nuestras expectativas de ascenso en el trabajo. Esperar cualquier mejora requiere paciencia. Para evitar generar ese estrés dañino y negativo, debemos darnos un respiro a nosotros mismos y a los demás.

No queremos significar que haya que aceptar todo lo que nos sucede con resignación, sino que debemos procesar con un aire de realidad qué cosas exigen nuestra paciencia y templanza, así como cuáles no deben alterarnos en lo más mínimo.
Mientras la dosis de realidad que le impregnamos a nuestras vidas esté muy próxima a lo que realmente sucede en nuestro entorno, mejor será el bienestar personal y de nuestros seres queridos.
La paciencia es la capacidad de soportar una larga espera con calma o afrontar los problemas sin complejos y sin frustración, cuando las cosas no salen como queríamos.
También paciente es la persona que se mantiene firme ante la adversidad, sabiendo gestionar las circunstancias de su vida de manera tranquila y sin sobresaltos.
No sólo su actitud le ayuda a tolerar diferente tipo de situaciones, sino que no se queja de ellas constantemente, porque ha asumido un pensamiento positivo que es el que regula su conducta. Sabe cuándo necesariamente tiene que esperar…darse un respiro ante una situación que, sabe también que inexcusablemente va a mejorar.

En este sentido, Friedrich Von Schiller, poeta, dramaturgo, filósofo, historiador y editor alemán del siglo XVIII, dice sobre la paciencia que “solamente aquellos que tengan la paciencia de hacer a la perfección lo trivial, podrán adquirir el hábito de ejecutar lo difícil con facilidad”.
La paciencia no es la cualidad que cultivaremos más en nuestra sociedad. Como en matemáticas, la relación entre la paciencia ciudadana y en general de todas y cada una de las personas que componen nuestra sociedad, es directamente proporcional a la dinámica social imperante. Para que no quede duda alguna: sociedades muy evolucionadas, modernas y dinámicas (caso de la española), el nivel de paciencia (si lo midiésemos en un termómetro) sería directamente proporcional a su capacidad de transformación; sociedades menos desarrolladas generarían que el mercurio subiese muy lentamente, porque la capacidad de adaptación al cambio y los procesos transformadores condicionarían también una respuesta más lenta de la ciudadanía para llegar al límite de la paciencia.

Ya en el plano personal, ser impacientes (alta temperatura) nos trae sufrimiento e insatisfacción porque no nos permite disfrutar el presente, al estar siempre pendientes del día de mañana. O sea, la maldita incertidumbre que se ha instalado en nuestras vidas.
Estamos pensando constantemente en el futuro y cuando éste llega, tampoco baja esta temperatura a la que aludimos, porque rara vez nos satisface, ya que inmediatamente como reacción a lo que estamos experimentando en ese día de mañana que ha llegado, es pensar en el siguiente. O sea…volvemos una y otra vez a pensar en el futuro.
¿Pero qué es en realidad la paciencia? Es la actitud necesaria que asumimos para vivir el aquí y ahora. Aprovechar al máximo (sacarle todo el partido que podamos) al presente. Para esto, es necesario estimular actitudes que nos ayudan a focalizar mejor cada uno de los momentos que estamos viviendo.

Con frecuencia, lo que aprendemos y en quiénes nos convertimos en el proceso de espera (cuando estamos asistiendo a la transformación social y el impacto en nuestras vidas), es incluso más importante que lo que estamos esperando. Por aquello que hemos explicado en más de una ocasión en nuestras contribuciones sobre liderazgo, que el proceso que tenemos que atravesar para llegar a nuestra meta, es más importante para desarrollar plenamente nuestra personalidad y conformar el carácter que los objetivos que estamos persiguiendo.
Nos parece una excelente descripción sobre la paciencia la que hace Mandy Hale al afirmar que “podría decirse que uno de los conceptos más difíciles en la vida que debemos comprender es el arte de esperar pacientemente. . . Pero a veces, lo que aprendemos y en quién nos convertimos en el proceso de espera es incluso más importante que lo que estamos esperando. . . Todos estamos esperando algo. Una respuesta. Una contestación. Una reacción. Una segunda oportunidad. Un correo electrónico. . . Si todavía lo estás esperando, significa que aún no estás listo para ello. . . sea lo que sea “eso”, ¡así que deja de mirar a la espera como un castigo y comienza a verlo como preparación! . . . A veces, los momentos que se pasan esperando algo son incluso más importantes que el momento en que sucede algo. Y no todos los deseos están hechos para hacerse realidad. Algunos deseos solo están ahí para enseñarnos cómo esperar. Que estos deseos no nos traigan una bendición instantánea, sino una lección de por vida”.

En otras palabras, ¿cómo nos sentimos durante todo este tiempo que llamamos “espera”? ¿Estamos en paz? ¿Podemos aceptar la situación tal como está, siempre y cuando no haya nada que podamos hacer para cambiarla?

¿Somos capaces de replantear el contexto y producir algo positivo? Eckhart Tolle, escritor alemán, lo dice sencilla pero contundentemente: «cuando te lavas las manos, cuando te preparas una taza de café, cuando esperas el ascensor, en lugar de dedicarte a pensar, estas son oportunidades para estar allí como una presencia alerta y tranquila».
¿A quién no le ha tocado alguna vez esperar varias horas en un aeropuerto? Es algo frecuente. Pero hay que aprender en este tipo de situaciones, a desaprender los sentimientos negativos asociados con la «espera».
¿Qué podemos extraer de esta situación? La comprensión es simple: siempre hay una oportunidad de transformar una situación potencialmente «inactiva» en algo constructivo o, al menos, positivo.

Es en este tipo de circunstancias cuando una lectura puede ocupar todo nuestro espacio vital, o simplemente revisar la agenda, o si nada de eso nos tranquiliza, sí es bueno intentar una breve meditación, hacer un ejercicio de respiración profunda, viviendo con gran consciencia este presente que nos hace sentir vivos y conectarnos con nuestro ser interior en el que debemos buscar la paz y la armonía.
Es en estos momentos en los que la quietud…la calma…la paciencia…se convierten cada una de ellas en nuestra maestra.

 

Autor

Vicepresidente del FORO Ecofin y director de www.ecofin.es , CEO de www.demuestra.com, Presidente del Instituto Ecofin de Liderazgo, coordinador académico de la Red e Latam del grupo Media-TICS. Puedes enviarme comentarios y consultas a jzunni@telefonica.net