Pedir pan para todos

- en Firmas

“Danos cada día nuestro pan cotidiano” (Lc 11,3)

El ser humano nace pidiendo. Pide el niño, a grito pelado, el alimento. El pueblo grita lo mismo: pan, maíz, una vivienda…

Danos es una petición concreta: danos nuestro pan, danos de qué vivir. Es el pan de trigo o de mandioca, fruto de la tierra y del reparto. En la vida ordinaria dependemos de él.  El padrenuestro es una oración de petición.

San Mateo añade: “Nuestro pan cotidiano dánosle hoy” (Mt 6,11).

“Cuando decimos el pan nuestro de cada día dánosle hoy, con el hoy queremos significar el tiempo presente, para el cual, al pedir el alimento principal, pedimos ya lo suficiente, pues con la palabra pan significamos todo cuanto necesitamos” (san Agustín).

El alimento cotidiano (diario), el pan del mañana, no debe angustiarnos. Jesús modera el cuidado por asegurar el futuro, “Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo.  Cada día tiene bastante con su propio mal” (Mt 6,34). Sin embargo, no aprendemos a vivir en el hoy, necesitamos saber que tenemos el control y la seguridad en el mañana. Un dicho de Rabí Eliécer de Modín viene muy bien tenerlo en cuenta: “Quien tiene hoy qué comer y dice: ¿qué comeré mañana?, es un hombre de poca fe”.

Mas el ser humano no solo tiene hambre de pan, anhela una palabra de aliento y consuelo, un gesto de cariño, un reconocimiento a su labor, siempre necesita amor y comprensión.

Cuando pedimos el pan, pedimos el alimento físico, ese que el Señor da a todas sus criaturas. La persona, aunque pide de acuerdo a sus inquietudes, a sus caprichos o proyectos, tendrá que hacerlo con sinceridad y sin avaricia: “Aleja de mí falsedad y mentira; no me des pobreza ni riqueza; asígname mi ración de pan” (Pr 30,8).

Si me tocaran unos millones, no volvía a dar golpe en la vida, dicen algunos. Soñamos en que algún día terminemos de penar. Nuestras necesidades las conocemos, nos duelen. No tanto somos conscientes de las urgencias de los otros. Por eso en todo padrenuestro deberíamos abrir los ojos y el corazón para que el Señor nos dé la fuerza en el compartir.

Mientras millones de niños mueren de hambre y muchas más personas se ven obligadas a emigrar en busca de una vida más digna, las minorías tienen casi todos los recursos y gastan millones en armamentos. Dichosos aquellos que han escuchado el mensaje claro y estremecedor del Señor: “Venid, benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber…” (Mt 25, 34-35).

Compartir el pan nos trae a la memoria a Jesús sentado a la mesa de los despreciados del mundo, preocupado por la multitud. Él comparte la cena con los discípulos. “Yo soy el pan de vida” (Jn 6, 35) y el de la palabra. Los discípulos de Emaús, que caminaban con el alma llena de tristeza, incomprensión, desesperanza y sus ojos estaban incapacitados de reconocerle, a ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron al partir el pan.

Se acerca la Navidad es un tiempo de pedir el pan para todos, pero también es un tiempo muy propicio para compartirlo.

El próximo miércoles, día 11, el P. Eusebio Gómez Navarro presentará su último libro titulado Oración, diálogo en plenitud, a las 18:30, en el salón de los Carmelitas de la calle Zamora, 59.

 

Autor

Nacido en Blascomillán (Ávila). Carmelita Descalzo y Sacerdote. Licenciado en Espiritualidad. Estudió la carrera de música (piano y canto) en el Conservatorio de Madrid. Conocido internacionalmente por sus escritos, autor de muchos CDs y libros; colabora, además, en revistas y diversos medios de comunicación.