Últimamente se habla bastante de salud.
Se dice que hay que poner la salud en el centro, pero todo a nuestro alrededor nos empuja a todo lo contrario.
La productividad es lo primero.
El capitalismo manda y gobierna el mundo.
Se debate sobre la salud mental, pero el acceso a profesionales está vetado para unas pocas personas. Y hay quienes se escudan en la falta de recursos económicos, para no buscar otras opciones igualmente válidas.
Damos mayor prioridad a las matemáticas y a la lengua, dejando de lado la educación emocional y las habilidades sociales, para lamentarnos en el futuro de la falta de profesionales de la salud en la Seguridad Social y/o de la falta de dinero y tiempo para cuidarnos.
Mens sana in corpore sano.
Una frase muy bonita para camiseta o para un tatuaje.
Pero, ¿qué pasa con hacerla realidad?
Tenemos que trabajar la mente, en todas sus facetas, para tener un cuerpo sano en todos los aspectos.
La vida nos arrolla y no sabemos gestionar los imprevistos que nos aparecen.
A veces somos como una locomotora sin frenos que pretende parar ante la presencia de un objeto extraño en la vía, pero no somos capaces, pues no nos han enseñado o no hemos aprendido, de tener un plan B que nos facilite el viaje.
Nos quejamos de la juventud diciendo que son la generación de cristal o que tienen la piel muy fina. Pero no nos damos cuenta que nuestra generación no es mejor.
Hablar de tu salud mental, del cuidado que necesitas, aún hoy es algo tabú que estigmatiza, porque no sabemos cómo actuar, cómo ayudar.
Obligatoriamente tienes que estar bien las 24 horas del día. Si no es así, eres un ser débil que no merece…
Hay personas que piensan que es un gasto inútil el apostar por la prevención en salud. Prefieren vernos dopadas para ser dóciles y manipulables. Presas del capitalismo farmacéutico y del atontamiento. Borregos que van al matadero por un camino dulcificado para el beneficio de unos pocos y el mal de muchos.
Prefiero ser la oveja negra a la que tachen de loca por querer aprender a cuidarse para cuidar a otras personas y lugares.
Pero también hay que aprender a decir lo que nos pasa, lo que nos acongoja, lo que nos corroe por dentro y no ser unas capullas integrales que se escudan en sus problemas de salud mental para decir las cosas sin filtro y sin delicadeza.
Nos tenemos que cuidar para poder disfrutar.
Recomendación literaria: “Ansiedad. A mí también me pasa” de Iris Pérez-Bonaventura