Emigrantes macoteranos en Estados Unidos

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Emigrantes en Estados Unidos

No esperaba dar un salto tan grande a mis setenta años, me frenaba la distancia, pero los hijos tiran mucho, y los hijos quieren también que los padres disfrutemos de aquellas cosas guapas que nos brinda el mundo en cada uno de los rincones, donde se encuentran. Recuerdo, cuando era pequeño, que, a un tío de los Chaquetillas lo llamaban el Yanki, pero nunca me interesé del porqué a aquel hombre fuerte, bien parecido, con unos dientes de oro que enseñaba mientras reía, lo apodaban así. Ahora me doy cuenta: él había sido uno más de los cientos de macoteranos, que, a principios del siglo XX, habían emigrado a América, y había decidido retornar a su pueblo, a pasar los últimos años de su vida con su familia.

Todos los inmigrantes a los Estados Unidos tenían que pasar, obligatoriamente, por el Centro de Inmigración, que está ubicado en la isla Ellis: aquí desembarcaban, aquí se les inscribía, aquí pasaban revista sanitaria, aquí se les pesaba, se les medía, se apuntaban sus características físicas y se les preguntaba por el dinero que llevaban. Se les tenía en cuarentena durante tres días, luego, al útil, se le enviaba a su destino, donde le esperaba un familiar, un amigo o un paisano. Pues bien, esta fue la primera visita que hicimos a nuestra llegada a New York. Queríamos emular a mi padre, a nuestros paisanos y compatriotas. También quisimos inscribirnos, sentarnos en el mismo banco del comedor, tocar las literas en que durmieron, pasar por la dependencia donde eran examinados, y por la misma ventanilla, donde ellos compraban el billete de tren para desplazarse a su lugar de trabajo. Una exposición de fotografías señala los distintos trabajos, a que se destinaba a esta buena gente procedente de todos los países de la tierra. Además, se dispone de centros de información donde puedes localizar los datos personales de cada uno de los 25 millones de inmigrantes, que arribaron a Estados Unidos en esos años. Sinceramente, respirando el ambiente y contemplando las fotografías masivas, te entra un sarpullido y la emoción se deja sentir.

Nadie pone en duda de que España ha sido uno de los pueblos más emigrantes del mundo; nuestros hombres ya, en los siglos XV y XVI, acompañaron a Colón y a otros conquistadores en su ambicioso proyecto de invasión y conquista del nuevo continente, y a la estela de estos soldados, siguieron después los colonizadores y gente de a pie, que llevaban, como misión, sembrar allá nuestra lengua, religión, costumbres y tradiciones, a la vez, lograr solucionar su situación laboral y económica. Y, a finales del siglo XIX, cuando la situación económica de nuestros pueblos volvía a ser insostenible, aparece, de nuevo, el símbolo de América como tierra de promisión, no sólo de España, sino también de Europa; y así es como, desde los distintos puertos europeos, salen los grandes contingentes de personas, huyendo de la hambruna y de la miseria, que mordían sus carnes, en busca del amparo de la tierra del oro. Y allí quedaron generaciones y generaciones de españoles, en un mestizaje, que nos hermana con los pueblos americanos. Y esta situación de precariedad surge, de nuevo, en los años sesenta, y nuestros pueblos vuelven la mirada, en este caso, a Europa, países, que culminan su desarrollo industrial y demandan mano de obra, como también sucedió en comunidades desarrolladas españolas como Madrid, Vizcaya y Cataluña. Y estos procesos de emigración, con otros incentivos, han contribuido a que España sea, hoy, un pueblo de acogida de emigrantes, que, por una parte, están incidiendo en el desarrollo de nuestra economía, como en el bienestar de los propios emigrantes que nos visitan. Como veis la historia se repite, pero a la inversa.

Aparte de esta pequeña reflexión, el motivo, que nos anima a escribir estas líneas, nos invita a informar sobre cómo transcurrió la emigración de nuestra gente macoterana a América y, sobre todo, a los Estados Unidos. El pretexto de la salida de la gente de su lugar de origen ha sido siempre el mismo, salvo excepciones: el solucionar el futuro económico y laboral tanto personal, como familiar. La emigración de nuestra gente a América se inicia en las primeras décadas del siglo XX, muy especialmente entre 1900 y 1920, y se orientan, principalmente, a Haway, al Río de la Plata (Argentina y Uruguay), Brasil y Cuba, seguidas, en un segundo término, a México y Puerto Rico; en cambio, los Estados Unidos no fueron receptores, en un primer período, de un número importante de españoles. Se calcula que el número de compatriotas, que salió de nuestros puertos hacia el nuevo Continente, se cifra, en alrededor de tres millones, aunque estimaciones posteriores sitúan esta cifra en poco más de 4.7 millones. Fijar el número de macoteranos, que partieron para América, es tarea difícil, debido a que las estadísticas, únicamente, nos hablan de cifras globales; igualmente, es harto complicado establecer el número exacto de compatriotas, que emigraron, ya que se hallan fuera de recuento aquellos españoles que llegaron a América desde otros países, por ejemplo, Francia, Portugal o Cuba, Cuba constituía un paso intermedio entre España y los Estados Unidos.

La travesía se hacía en condiciones deplorables; se viajaba, en tercera clase, y se ubicaba a los pasajeros en las bodegas, debajo de la línea de flotación, en grandes dormitorios sin ventanas, sin apenas ventilación y luz, donde dos mil personas se hacinaban sobre literas superpuestas. El viaje costaba diez dólares en 1880, y aumentó a treinta y cinco dólares después de la guerra de 1914. La comida consistía en papas y arenques. Las embarcaciones se dirigían hacia un pequeño islote, llamado «Ellis Island», donde los servicios de la Oficina Federal de Inmigración habían instalado los centros de recepción, justamente, en la desembocadura del río Hudson. Este centro de recepción fue inaugurado en 1892, y, desde 1892 a 1920 pasaron por allí más de 25 millones de personas, a razón de cinco a diez mil por día; sólo un dos o un tres por ciento de los pasajeros eran rechazados; en este supuesto, la propia compañía de navegación se hacía cargo de los gastos del viaje de retorno. Llegados a Ellis Island, se abría una ficha a cada emigrante, en la que se recogían sus datos personales, se les sometía a un reconocimiento médico, se les vacunaba y se les destinaba a un lugar, en el que se les asignaba un tutor, domicilio y el lugar de trabajo, que ya venía prefijado en el contrato de salida de España. Como modelo os presentamos las de:

  • Pedro Cuesta Martín llega a Ellis Island el 18 de marzo de 1920, a los 19 años, soltero. Llega en el barco «Isla de Paranay», procedente del puerto de Cádiz. Tiene como dirección de destino la casa de Desiderio Cosmes en Younsgtown (Ohio); va por tres años; sabe leer y escribir; color de pelo, negro y ojos, grises. Lleva 45 dólares, y su padre se llama Cristóbal.
  • Lucio Izquierdo llega a New York el 15 de Mayo de 1920 a los 25 años de edad, soltero. El nombre del barco es «BuenosAires» y procede del puerto de Cádiz. Tiene como dirección de destino la casa de Pascual García (procede de Santiago de la Puebla) en el 28 N. Wal St. Youngstown (Ohio); saber leer y escribir, va por 3 años y lleva consigo 30 dólares; pelo negro, y ojos grises y el nombre del padre es Pedro Izquierdo
  • Cristóbal Jiménez llega a New York el 12 de Abril de 1913 a la edad de 16 años. El barco, en el que llega, se llama «Buenos Aires» y procede de Cádiz. Tiene como dirección de destino la casa de su hermano Patricio Jiménez en California. Su padre se llama Juan Jiménez.

Calculamos, por los datos que tenemos, que, entre 1914 y 1920, emigraron a los Estados Unidos más de cien macoteranos. En 1914 y 1920 fueron los años, en que emigró la mayoría de ellos. En 1914, salieron las familias de Francisco Rubio, Vicente Salinero Zaballos y Víctor García, partieron del puerto de Cádiz, en el «Montevideo», y llegaron el 12 de abril de 1914, con destino San Leandro (California); en el mismo año, (13 de mayo), la familia de Juan Blázquez, en el «Manuel Calvo», con destino a Mountain (California); posiblemente, la familia de Patricio Jiménez (Barriles) debió marchar hacia 1912; Los Bueno embarcaron en Barcelona, en el «Antonio López», arribaron en 12/2/1916, con destino San Francisco; pero el contingente mayor eligió 1920. Casi todos embarcaron en el puerto de Cádiz, en distintos barcos, con destino unos a California, y buena parte de ellos, a Younsgtown (Ohio). Los Jiménez son excepción, partieron de Lisboa, en «El Asia», 8/10/1920 con destino San Leandro; los Blázquez y la familia de Custodio Sánchez desde el puerto de Southampton (Francia) en «El Filadelfia», 5/7/1920, con destino San Francisco y Younsgtown (Ohio), el último.

No hemos localizado en el registro del Archivo de «Ellis Island», a macoteranos, que, posiblemente, entraron desde otro país. Es el caso de Lucio Izquierdo y su mujer Josefa Quintero Labajos, Pachorra, (hermana de mi abuela Juana); Antonio y José Jiménez Cuesta, Calores, Francisco Martín, Pechito; Jerónimo Zaballos Carretero; La familia de Patricio Jiménez Blázquez; Francisco y Resti Zaballos Potanche y Sebastián Walias… Recordamos que muchos españoles trabajaron en la Habana en la industria tabaquera y, en el último cuarto del siglo XIX, los Estados Unidos empezaron a grabar con aranceles los cigarros- puros y los cigarrillos cubanos. Es, en este momento, cuando muchos fabricantes afincados en Cuba se trasladan a Florida para librarse del pago de los aranceles. El traslado de la actividad tabaquera supuso, a su vez, el traslado de buena parte de los trabajadores especializados del sector desde Cuba hacia Florida.

Estos trabajadores eran en su mayoría nacidos en España o bien cubanos de origen español.

Los macoteranos, que fueron destinados a California, se emplearon en la recolección de frutas en el Condado de Alameda, en la mina de plata del Condado de san Benito y en los viñedos de Fresno. Como pueblo trabajador y ahorrador, que somos, fueron haciendo su capitalito, que les ayudó muchísimo a superar la gran crisis económica, que se desató en Estados Unidos en los años veinte del siglo; era tan saneada su economía, que apostaron por construir, en plena crisis, el «Club Ibérico», que inauguraron el 4 de agosto de 1926, en cuya junta directiva tuvo gran protagonismo la colonia macoterana.

Superada la crisis, cada uno fue montando su negocio: Antonio y Pepe Calores pusieron en marcha granjas de gallinas, de venta a por mayor; los Tobalos se dedicaron a la chacinería: venta de chorizos, lomos y jamones; los Potanches (Resti y Francisco Zaballos ) se iniciaron en la construcción…

Los que fueron a Younsgtown tuvieron peor suerte, pues la crisis industrial los dejó sin trabajo y algunos tuvieron que regresar a España, como le ocurrió a mi padre, a Lucio Izquierdo y a algunos más.

Autor

Maestro. Escritor e investigador. Realizó estudios de Historia del Arte en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Salamanca. Ha publicado varios libros sobre Macotera y comarca.