La Iglesia de Macotera

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Iglesia de Macotera

El edificio de la iglesia data de fines del siglo XV o principios del XVI, como acreditan las armas del segundo Duque de Alba, don Fadrique Álvarez de Toledo, (1488- 1531), y de su esposa doña Isabel de Zúñiga y Pimentel, que aparecen en la portada principal de la iglesia.Es de estilo gótico hispano-flamenco.

El exterior de la iglesia con muro de sillería de granito, bien labrada; con estribos solo en sus ábsides. Con dos portadas de estilo hispano – flamenco, y torre, esbelta, de planta trapezoidal, adosada a sus pies. Dos vanos, estrechos y alargados se abren en cada una de las naves laterales, e iluminan la iglesia.

Portada meridional

Es de estilo hispano–flamenco. Un gran arco escarzano, cuya rosca está decorada con bolas, y, bajo el cual, hay colgaduras, que imitan arcos lobulados, cobija el acceso al templo; lo encuadra una moldura, adornada también con bolas hispano – flamencas.

El tímpano lo presiden los escudos de don Fadrique Álvarez de Toledo, segundo Duque de Alba y el de doña Isabel de Zúñiga Pimentel, hija del Duque de Arévalo y Plasencia, y después de Béjar; (patrocinadores del templo); en las enjutas de este, muestra dos cruces patadas.

Lo enmarca un gran arco ojival con varias arquivoltas; la exterior se prolonga para formar un alfiz, que orna su trasdós con una crestería calada, en cuyo centro hay una hornacina, bajo arco conopial, con una pequeña imagen de piedra, de la Virgen con Niño; estas apoyan sus columnillas en alta basa poligonal. En las enjutas de dicho alfiz, figuran dos jarrones con flores, que indican que el templo está dedicado a la Virgen. Flanquean el conjunto dos pilares, que rematan en altos pináculos calados.

Portada Norte

La portada norte es más pequeña, que la meridional, pero también es de estilo hispano-flamenco, como acredita su decoración de bolas. Cobija la puerta un arco conopial, con sus arquivoltas, que apoyan en dos finas columnas adosadas, colocadas sobre un alto plinto con basa poligonal, fuste liso y capiteles exentos de decoración; lo trasdosa un arco de medio punto, de grandes dovelas. Lo enmarca un alfiz partido, decorado con bolas, que apoya sobre lisas repisas; en su parte superior central, hay una pequeña hornacina, adornada también, con bolas, cuyo interior alberga un pequeño Crucifijo.

La Torre

A los pies, descentrada del eje de la nave central, se yergue la torre de forma trapezoidal, de tres cuerpos y almenada ciega en remate, lo que le proporciona un carácter defensivo. El cuerpo superior, se utiliza como campanario, y como asiento del reloj. Esta torre fue utilizada, en el 1810, por los franceses, como garita de vigilancia. Se accede a la torre a través de una estrecha y empinada escalera, que arranca de los pies de la nave lateral derecha de la iglesia; La escalera actual de la torre es de piedra, pero hubo otra anterior de madera.

En 1600: “la iglesia de Macotera tiene una buena tribuna, órgano, su torre de campana y su reloj, muy bien tratado”.

El reloj, que hoy aparece en la torre, se colocó en 1889, dotado del sistema de Antonio Canseco, vecino de Madrid.

Socalzo de la torre

Hubo que socalzar los cimientos de la torre de la iglesia, debido a la amplia excavación, que abrieron los franceses en el entorno de la iglesia, para así salvaguardar la seguridad de sus tropas (en 1810). En este gran foso, se iba acumulando, progresivamente, el agua de lluvia; de tal forma, que su permanencia fue dañando, paulatinamente, el basamento de la torre, y los albañiles del pueblo, junto con un cantero de Mancera, tras un análisis detallado del estado de la cimentación de la torre, aconsejaron de la necesidad de fortalecer sus cimientos, para así evitar su posible caída. Se emplearon en el socalzo: 21 carros de piedra sillar de Montecasa; 4 carros de cal; 25 carros de rollos; maestro cantero, que cortó la piedra y la labró, y 4 peones. .La obra se realizó en 16 días

Fragmento del arco escarzano

Su interior consta de tres naves, divididas, de la cabecera a los pies, por dos grandes arcos escarzanos desiguales, que miden 20,5 metros de longitud, uno; y 21,35 metros, el otro; la anchura total de la iglesia es de 21,15 metros; la nave central es más amplia, que las laterales. Los arcos, que separan las naves entre sí y apoyan en pilastras, hacen que las tres naves se conviertan, prácticamente, en una, evitando columnas u otro tipo de soportes. Adornan las roscas de los dos arcos escarzanos las características bolas hispano–flamencas; igualmente, se repiten estas, en la cornisa, por la parte superior del arco.

Interior de la Iglesia: sus naves

Esta imagen nos marca la división de la iglesia en tres naves sin necesidad del uso de columnas; los arcos escarzados definen este planteamiento del diseño del templo, que es de los considerados de planta de salón, pues se puede observar el altar desde cualquier rincón de la iglesia.

El gran arco toral, también escarzano y ornado con bolas, se apoya en dos grandes columnas adosadas, con basa alta y lisa, fuste y capitel; da ingreso a la capilla mayor.

El arco, que da acceso a la capilla del Cristo de los Misereres, es algo apuntado, y apoya en dos repisas decoradas: la de la derecha, con cadenas y una flor en su frente inferior; y la de la izquierda, con trenza.

El arco, que da entrada a la capilla de la Virgen del Rosario, es escarzano y apoyado en repisas lisas.

Interior de la Iglesia: tramo posterior

Completan el conjunto la tribuna, la joya más preciada de nuestro templo, junto con su bajo coro; toda una obra de escultura de trazo renacentista; labrada por los tallistas Pedro Sánchez, Juan de Carmona y Sebastián García, entre los años 1550 y 1552.

En la parte central del coro, contemplamos la caja del órgano con su instrumental; fue realizado hacia 1756, y se pagaron por él, ocho mil reales; en 1760, lo doró Pedro de Helguera, quien cobró, por su trabajo, quinientos reales.

En 1920, hubo necesidad de arreglarlo; entonces, el señor Obispo autorizó la venta de un huerto, que la iglesia tenía en las afueras del pueblo, y el importe de su venta, se destinó a reparar el órgano. Se vendió en 3.280 pesetas; y el organista Isidoro Gómez, de Madrid, presentó un proyecto y presupuesto (3.000 pesetas) para arreglar el órgano; finalizó el trabajo en 1923; y examinó el arreglo don Bernardo García, organista de la catedral de Salamanca, quien quedó muy satisfecho.

El retablo de la Capilla Mayor

El retablo mayor actual es del tipo de los realizados por José de Churriguera. Es de gran altura y cierra el tramo recto del presbiterio. Se construyó este retablo en 1751; desconocemos el nombre del maestro que lo realizó, aunque, por su buena traza, debió de ser un seguidor de Churriguera. La licencia, para construirlo, costó cuatro reales; al año siguiente, se trajo el retablo y le dieron sesenta reales, en guantes, al maestro para ayuda del gasto que hizo, cuando lo asentó. Ese mismo año, se hicieron las gradas y el pedestal, y se le pagaron 65 reales al maestro para acabar de pagar los once mil reales, en que se había ajustado.

En 1763, se manda que, con caudales de la iglesia, se haga dorar el retablo mayor, para que esté más decente. El dorado del retablo importó 11.900 reales de vellón, y se incluye, en dicha cantidad, la hechura de Nuestra Señora de la Concepción, retocar Nuestra Señora del Castillo y el dorado de los marcos del altar mayor y sus credencias. Firma el recibo el salmantino, Diego Enríquez, que es el encargado de llevar a cabo el dorado; Juan de Horcajo, maestro de albañilería, fue el que levantó el altar mayor; y el Padre Francisco Juan Villar, Predicador Mayor y General del Convento de san Francisco el Grande de Salamanca, fue el encargado de predicar el sermón de la colocación del retablo, al cual asistieron los sacerdotes, justicias y todo el vecindario.

El retablo de la Capilla Mayor: su traza

El retablo es de madera dorada y policromada. Consta de un enorme banco, un gran cuerpo central y un ático de medio punto. El banco tiene en sus laterales dos puertas, decoradas con placas y follaje. El cuerpo está dividido en tres calles por cuatro columnas, profusamente decoradas con espejos ovalados, tarjetas, hojas carnosas, siendo la central, más ancha y profunda, que las laterales, apoyadas en enormes ménsulas con adornos de cartilaginosas hojas y con un angelito atado en sus frentes. Dos pilastras, adosadas y decoradas, flanquean la calle central, que acoge el sagrario y la hornacina central con la imagen de la Inmaculada Concepción.

El sagrario es un tabernáculo, flanqueado por cuatro columnas, adornadas profusamente y sobre tres gradas, con dos cortinajes recogidos, del gusto de Churriguera.

La hornacina, que acoge la figura de la Inmaculada, remata, en la parte superior, con una Gloria, con la paloma del Espíritu Santo, rodeada de nubes, flores y cabezas de ángeles.

En las calles laterales, hay dos hornacinas, decoradas con hojas, frutos, flores y rocallas, con las imágenes de san Ildefonso, en la calle de la derecha; y san Juan Bautista, en la calle de la izquierda.

Dos pilastras dividen el ático en tres calles; las dos laterales tienen forma semicircular y decoradas con espejos y jarrones llenos de flores, rodeados de caprichosos follajes; delante de las dos pilastras, dos angelotes con las alas desplegadas, que llevan en sus manos dos varas con flores

La hornacina central de medio punto acoge la imagen de Nuestra Señora del Castillo, Patrona de la Iglesia.

Nuestra Señora del Castillo e Inmaculada

Nuestra Señora del Castillo, Patrona de la iglesia, ocupa la hornacina central del ático del retablo. Se trata de una imagen, de autor desconocido, anterior al retablo. Fue dorada y estofada, en 1760, por Diego Enríquez. La Virgen está sentada en un trono, adornado con pilastras corintias; los pliegues de su manto y túnica son airosos y amplios; tu túnica, con mangas abrochadas con pequeños botones; su cabellera lisa, peinada con raya en medio, enmarca el rostro redondeado y poco expresivo; le faltan los dos dedos de una mano; con la otra, sujeta al Niño Jesús, de gran belleza, sentado en un almohadón; mira extasiado hacia su Madre.

La imagen de la Inmaculada, de madera policromada, fue hecha en 1763, por Diego Enríquez, encargado de dorar el retablo mayor, y también fue dorada por él; la Virgen está sobre una peana, venerada por una orla de cabezas de angelitos, y otros cuatro recogen los cortinones, del gusto de Churriguera; viste túnica y manto, cuyos pliegues son muy dinámicos, como agitados por el viento; uno de sus pies, adelantado, aplasta la serpiente. Toda la figura, dotada de gran movimiento; su rostro es de gran dulzura, delicadeza y belleza.

San Juan Bautista y San Ildefonso

La imagen de san Juan Bautista se realizó en 1762; su hechura y estofado costaron quinientos cuarenta reales; su autor, Diego Enríquez, como lo fue también de las imágenes de la Inmaculada y de san Ildefonso. Se trata de una talla bastante buena; el Santo está semidesnudo; parte de su cuerpo está cubierta con una piel de camello y un manto de pliegues muy movidos; con una de sus manos recoge el manto; y deja, al descubierto, una de sus piernas, que apoya sobre un peñasco; con la otra, empuña un bastón; tiene el “Agnus Dei” a sus pies; las facciones de su rostro son nobles y elegantes, enmarcadas por su larga cabellera y barba.

La imagen de san Ildefonso fue dorada y estofada en 1760; se trata de una talla hecha, propiamente, para el retablo.
Su rostro es benévolo y sonriente; con mitra, vestido con alba y luce la casulla, que había recibido de manos de la Virgen; escribió el tratado “De Vírgine»

Restos del retablo de pintura al fresco

Parece ser, según opinión de expertos, estas pinturas pueden proceder de finales del XVII o principios del XVIII; o sea, que, si tenemos en cuenta la opinión de estos señores, este retablo fue anterior al actual; y no solo se pintó al fresco el retablo, sino también las paredes de la capilla mayor y sus frontales, como atestiguan restos de pintura, descubiertos junto al púlpito y detrás de la sillería del lado de la sacristía.

El retablo estaba dividido en calles y cuerpos por líneas de impostas y columnas, enmarcando espacios destinados a la representación de escenas y figuras bíblicas o del santoral.

Aún se conservan, en buen estado; el retrato del profeta Isaías, de medio cuerpo, contemplativo, con manto y turbante de color rojo, en el primer cuerpo; en el segundo, la figura de san Jerónimo, con roquete y manteleta de color púrpura, con su mirada prendida en lo alto, larga barba, calvo; en su mano izquierda, la Biblia y, a sus pies, el león; en el tercero, la figura de la Virgen; en los laterales, grandes jarrones y trozo de zócalo.

El Retablo de Nuestra Señora del Rosario

El retablo de Nuestra Señora del Rosario está situado en la capilla semicircular derecha. Sabemos que ya existía en 1716. Fue costeada su hechura, y su posterior dorado, por el licenciado don Pedro Blázquez Bueno, presbítero de Macotera. El retablo es de madera y de buena traza. Consta de banco, gran cuerpo central y un ático, rematado en una concha, rodeada de bullones y hojas carnosas; en la parte central está el Sagrario, rodeado de caprichosa hojarasca, que remata en sus esquinas en dos volutas.

El cuerpo se halla dividido en tres calles por cuatro columnas salomónicas, decoradas con pámpanos y racimos de uvas; en la calle central, hay una gran hornacina, con arco de medio punto, que alberga la imagen de Nuestra Señora del Rosario. En las calles laterales, dos hornacinas pequeñas acogen las imágenes de san Roque y san Antonio Abad.
Preside el ático la imagen de Nuestra Señora de los Ángeles.

La imagen de Nuestra Señora del Rosario

La imagen de Nuestra Señora del Rosario se esculpió en el año 1758, y costó cincuenta reales. La Virgen se muestra ataviada con amplio manto azul, ladeado hacia la izquierda, que deja ver sus rizados cabellos. Viste túnica de pliegues muy airosos, dorada y policromada en marrón. Su rostro es dulce y sereno, de mirada un poco lejana y misteriosa. Le falta una mano, y con la otra, de fina línea, sujeta al Niño Jesús, vestido con pequeña túnica, que deja ver una de sus piernas; mira cariñoso a su Madre, a la que acaricia el rostro con una de sus manos, mientras levanta la otra, como si sujetara el rosario. El tratamiento de las carnosidades es muy bueno, de gusto rococó.

Imágenes de San Antonio Abad y de San Roque

A San Antonio Abad, se le representa como un anciano, cubierto con ropa talar y una gran capa con capuchón; larga cabellera y poblada barba, de eremita; rostro, bondadoso; con una de sus manos se apoya en el cayado; mientras, con la otra, mantiene un libro contra el pecho; a sus pies, su compañero: el cerdo de pelaje negro.

La imagen de San Roque, Patrón de la villa, es bastante mala. Recoge la túnica con una de sus manos, mostrándonos la pierna con las llagas; con la otra, sujeta el bordón de peregrino; su cabellera y barba, muy corta y negra, enmarcan su pálido rostro; a su lado, su eterno compañero, el perro. En 1864, el coadjutor, don Remigio Sánchez, al ver que la imagen estaba muy deteriorada, que tenía los ojos pintados y le faltaban las orejas, decidió ponérselos él mismo. Don Remigio dejó grabada en la cabeza del Santo la fecha, en que la reparó: el 29 de agosto de 1864.

Nuestra Señora de la Purificación y Santa Ana

La imagen de Nuestra Señora de la Purificación aparece sobre una preciosa peana; se trata de una talla renacentista, bastante buena, de la primera mitad del siglo XVI; seguramente, perteneció al primer retablo, que se colocó en la capilla mayor. La talla está llena de majestuosidad y belleza; a ensalzar su esbeltez, contribuyen la cabellera larga y ensortijada; el aire airoso de su rostro de ojos semicerrados; su dorado; su túnica, recogida bajo el pecho con un cordón y el diseño de sus pliegues, pegados al cuerpo, pero con movimiento; en una de sus manos, lleva un paño y una pequeña palma; con la otra, sujeta un pie del Niño Jesús, desnudo.

La imagen de santa Ana procede de la ermita de su nombre; fue trasladada, hacia 1854, a la iglesia, cuando la ermita fue declarada en ruinas. Es una talla bastante grande, de estilo renacentista; de edad madura; sentada y cubierta con una clásica túnica y toca; tiene un rostro bondadoso, de mirada un poco ausente; con una de sus manos sostiene un libro; la otra, apoyada sobre el pecho.

El retablo del Corazón de Jesús

El retablo está adosado al muro en la nave lateral derecha. Se desconoce el nombre de su autor y la fecha de su talladura. Se trata de un retablo de madera, de estilo barroco, de buena traza y todo dorado. Consta de banco, cuerpo central y ático, este va unido al cuerpo principal por volutas, formadas por caprichosa hojarasca. Remata en una cornisa saliente, sobre la que hay un espejo con tres clavos, rodeado de hojarasca. Está dedicado a la Pasión.

Dos columnas salomónicas, con decoración de hojas carnosas y flores enmarcan la gran hornacina central, de arco de medio punto, con decoración de placas con follaje. Acoge la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, de escayola policromada, que fue colocada en 1938. Escoltan las dos columnas salomónicas dos estípites adosados y decorados con flores.

Una gran concha, rodeada de hojas carnosas, sirve de unión entre el cuerpo central y el ático.

Dos angelitos, cabalgando sobre dos juguetonas volutas, señalan hacia el lienzo, que ocupa el centro del ático, que representa al “Ecce Homo”, con dos figuras al fondo, lo rodea un doble marco de capullos abullonados y hojarasca, que remata, en la parte superior, en una concha.

Retablo del Santísimo Cristo de los Misereres

Se encuentra en la capilla semicircular izquierda. Se talló en 1752, y se asentó ese mismo año. Lo mandó hacer don Antonio Bueno Gutiérrez, presbítero de la villa, y también lo doró de su cuenta. El retablo es de madera, de gran sencillez y de estilo barroco. Consta de un banco muy pequeño, de gran cuerpo central y un ático, que remata en una cornisa saliente con una concha, rodeada de hojas carnosas y barquillos.

Dos columnas salomónicas, cubiertas de hojas y racimos de uvas, flanquean el cuerpo central, de gran anchura, que acoge la imagen del Cristo de los Misereres, colocado en su centro. En las esquinas, volutas.

En el ático, una cabeza de angelito y, sobre él, un espejo con un clavo y un flagelo, rodeado de hojarasca y racimos de flores. En una urna, que hay debajo del altar, yace una imagen de Cristo, de escayola policromada, donada por don Juan José Hernández Bonilla, el 26 de octubre de 1958.

El retablo de Jesús Nazareno

El retablo se encuentra adosado al muro en la nave lateral izquierda. Es de madera tallada, no habiendo llegado a dorarse. Se construyó en 1860, para colocar la imagen de Jesús Nazareno, esculpida por el coadjutor, don Remigio Sánchez, en 1858. Los encargados de hacerlo fueron Francisco Martínez Labajos, apodado “el fraile” y su hijo Pablo, bajo la dirección del párroco. Se utilizaron para su construcción las maderas talladas del antiguo retablo de la Esperanza, de buena traza y estilo renacentista, que, antes, fue retablo mayor, construido, en 1570, por el salmantino, Juan Bautista.

Consta el retablo de un pequeño banco, cuerpo central y ático, unido, al anterior, por una especie de aletones.  emata con una cabeza de serafín alado y una Gloria, con la paloma del Espíritu Santo; en su centro, en lo alto, una Cruz.

El cuerpo central está dividido en tres calles por cuatro columnas adosadas y abalaustradas, con decoración de máscaras, monstruos y grutescos. Dos grandes columnas corintias, fuste acanalado y capitel con volutas, enmarcan la hornacina, de medio punto, que alberga la imagen de Jesús Nazareno. En la calle lateral derecha, aparecen las imágenes de San Ramón y Santa Isabel; en la de la izquierda, san Sebastián y san Francisco.

Detalle del Artesonado

Cobija la nave central de la iglesia una colosal armadura de madera, perteneciente a la corriente mudéjar. El arte gótico se aprovechó de esta riqueza ornamental musulmana, para cubrir las techumbres de varios de sus monumentos; y Macotera goza del acierto de esta medida.

La construcción entera se apoya sobre los muros por medio de estribado, marco de grandes vigas, reforzado por tirantes; los arrocabes aparecen decorados, en sus frentes inferiores, con motivos romboidales entrelazados, formando diversas formas estrelladas y, con pequeños rombos, entre ellas; el resto aparece decorado con rombos y cuadrados, que, al entrelazarse, de trecho en trecho, forman estrellas de cuatro puntas; esta misma decoración se extiende por los seis pares de tirantes y por las pechinas.

La armadura está toda ataujerada, formando lazo de a diez, que urde muy diversas y caprichosas estrellas y pentágonos entrelazados. Tiene cinco racimos de mocárabes, dos de ellos muy grandes, pero de poca caída. Está todo tallado, pintado y dorado

Muestra del bajo coro

Aunque el artesonado resulte una obra magnífica de la carpintería morisca, es superado por la armadura holladera, que cubre el techo bajo del coro. Está todo entallado y henchido de lacerías, que forman caprichosas estrellas y pentágonos entrelazados; el centro de cada dibujo lo ocupa una gran flor. Distribuidos, en el techo de bajo coro de la nave de la derecha, aparecen cinco racimos de mocárabes: los cuatro de los lados, octogonales; y el del centro estrellado.

El tramo correspondiente a la nave central, muestra ocho racimos de mocárabes: dos estrellados y el resto, octogonales. Todo conserva el color negruzco de la madera, oscurecida esta por los años y por el humo de los cirios.

Detalle del extremo de la viga central

La diapositiva nos muestra un detalle de la cornisa renacentista y de la magnífica decoración de la viga. En la esquina derecha, rodeado de tres grandes flores, figura el busto, en altorrelieve, de David. Toda la viga es un desordenado desfile, en el que participa la más compleja variedad de seres materiales, humanos y espirituales: jarrones, tabernáculos, máscaras, cabezas de serafines alados, una calavera alada, una cabeza de toro, jarrones de los que salen figuras humanas, un medallón con una cabeza de carnero, niños a caballo o en carros, escudos, medallones con los bustos de san Pedro y san Pablo: en las esquinas: los bustos de David, de Moisés.

Parte del tramo derecho de la viga de la tribuna

La viga, que actúa a manera de entablamento, aparece, profusamente, decorada con muy diversos motivos renacentistas, primorosamente, esculpidos: niños corriendo a caballo o en carros, adoptando distintas posturas; pabellones, tabernáculos con pequeñas figuras en el centro; jarras, máscaras calaveras, hombres alados y guerreros con tridentes; todo mezclado en armonioso desorden.

Escudo de la Virgen del Castillo

En el tramo central, aparecen dos tenantes, sujetando el escudo de la Virgen del Castillo, compuesto por un jarrón de azucenas y un castillo, y, a ambos lados, dos medallones con los bustos de san Pedro y san Pablo, este último descabezado. En el friso, hay una serie de cabezas de serafines alados, que miran, alternativamente, unos a la derecha; y otros, a la izquierda. Sobre ellos, pende una hermosa cornisa de mocárabes.

Pedro Sánchez, Juan de Carmona y Sebastián García fueron los tres artífices, que trabajaron y tallaron en la construcción de la tribuna. La obra se realizó entre los años 1550 y 1552.

La Iglesia fue declarada Bien de Interés Cultural el 24 de julio de 1982.

Eutimio Cuesta Hernández

 

Autor

Maestro. Escritor e investigador. Realizó estudios de Historia del Arte en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Salamanca. Ha publicado varios libros sobre Macotera y comarca.