MACOTERA: Los yankis macoteranos

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Inmigrantes macoteranos

A finales del siglo XIX, cuando la situación económica de nuestros pueblos volvía a ser insostenible, aparece, de nuevo, el símbolo de América como tierra de promisión, no solo de España, sino también de Europa; y así es como, desde los distintos puertos europeos, salen los grandes contingentes de personas, huyendo de la hambruna y de la miseria, que mordían sus carnes, en busca del amparo de la tierra del oro. Y allí quedaron generaciones y generaciones de españoles y europeos, en un mestizaje, que nos hermana con los pueblos americanos.

La emigración de nuestra gente a EEUU se inicia en las primeras décadas del siglo XX, muy especialmente entre 1900 y 1920. La travesía se hacía en condiciones deplorables; se viajaba, en tercera clase, y se ubicaba a los pasajeros en las bodegas, debajo de la línea de flotación, en grandes dormitorios sin ventanas, sin apenas ventilación y luz, donde dos mil personas se hacinaban sobre literas superpuestas. El viaje costaba diez dólares en 1880, y aumentó a treinta y cinco dólares después de la guerra de 1914. La comida consistía en papas y arenques.

Las embarcaciones se dirigían hacia un pequeño islote, llamado «Ellis Island«, donde los servicios de la Oficina Federal de Inmigración habían instalado los centros de recepción, justamente, en la desembocadura del río Hudson. Este centro de recepción fue inaugurado en 1892, y, desde 1892 a 1920 pasaron por allí más de 25 millones de personas, a razón de cinco a diez mil por día; sólo un dos o un tres por ciento de los pasajeros eran rechazados; en este supuesto, la propia compañía de navegación se hacía cargo de los gastos del viaje de retorno. Llegados a “Ellis Island”, se abría una  ficha a cada emigrante, en la que se recogían sus datos personales, se les sometía a un reconocimiento médico, se les vacunaba, se les destinaba a un lugar y se les asignaba un tutor, domicilio y el lugar de trabajo, que ya venía prefijado en el contrato de salida de España

Como modelo os enseño la ficha de mi padre: “Pedro Cuesta Martín llega a “Ellis Island” el 18 de marzo de 1920, a los 19 años, soltero. Llega en el barco «Isla de Paranay«, procedente del puerto de Cádiz. Tiene como dirección de destino la casa de Desiderio Cosmes en Younsgtown (Ohio); va por tres años; sabe leer y escribir; color de pelo, negro y ojos, grises Lleva 45 dólares, y su padre se llama Cristóbal”.

Cuba nos sirvió de puente entre España y los EEUU. Muchos españoles trabajaron en la Habana en la industria tabaquera y, en el último cuarto del siglo XIX, los Estados Unidos empezaron a grabar con aranceles los cigarros- puros y los cigarrillos cubanos. Es, en este momento, cuando muchos fabricantes afincados en Cuba, se trasladaron a Florida para librarse del pago de los impuestos. El traslado de la actividad tabaquera supuso, a su vez, el traslado de buena parte de los trabajadores especializados del sector desde Cuba hacia Florida. Estos trabajadores eran, en buen número, nacidos en España.

Los macoteranos, que fueron destinados a California, se emplearon en la recolección de frutas en el Condado de Alameda, en la mina de plata del Condado de san Benito y en los viñedos de Fresno. Como pueblo trabajador y austero, fueron haciendo su capitalito, que les ayudó muchísimo a superar la gran crisis económica, que se desató en Estados Unidos en la segunda década del siglo veinte. Esta economía saneada permitió a los españoles apostar por construir, en plena crisis, el «Club Ibérico», que inauguraron el 4 de agosto de 1926, en cuya junta directiva tuvo gran protagonismo la colonia macoterana.

Superada la crisis, cada uno fue montando su negocio, asegurando su vida y el futuro de sus familias. Antonio y Pepe Calores pusieron en marcha granjas de gallinas, de venta a por mayor; los Tobalo se dedicaron a la chacinería: venta de chorizos, lomos y jamones; los Potanches se iniciaron en la construcción; Cayetano Jarín desempeñó varios trabajos en San Leandro: en una fábrica de conservas, en la recolección de frutas y pepinos, en la construcción de carreteras y ferrocarril, y, ya en Sunnyvale, compró una finca de 25 Has y la dedicó al cultivo de la remolacha, que distribuía, con una caravana propia de camiones por todo el Estado. Se le conocía como el “rey de la zanahoria”. Mención aparte merece la familia Candonguín, que arranca en Lucas Zaballos y sus hijos Resti y Enrique, que 1912, toma el barco camino de EEUU, y tras dura brega, en 1932, forma la empresa “Zaballos Brothers Construction”, que llenó la ciudad de casas, escuelas y del primer parque industrial de la zona. En 1960, los hijos crean la empresa familiar “R. Zaballos e hijos”, que sigue la trayectoria de sus ancestros, edificando apartamentos, oficinas e incluyen en su gestión el cultivo del viñedo y la elaboración de vinos en la ciudad de Livermore, Condado de Alameda.

Más familias

Valeriano Salinero Zaballos, junto con su tío Fabriciano, se trasladó de Hononulú a San Francisco en el SS China el 18 de marzo de 1913. Valeriano fue uno de los fundadores del “Club Ibérico Benéfico” de San Leandro, y ocupó el
cargo de Vicepresidente. Aquí se casó con una macoterana, Teresa Irene Hernández González, quien había emigrado, desde Cádiz, junto con su madre, Verónica, y dos hermanos, Fernando y Ángel, el 24 de marzo de 1920, en el SS Satrústegui. Fernando se le conocía como el fotógrafo. Montó su estudio, primero, en San Leandro, después en la calle Unión de San Francisco y terminó instalándose en Sunnyvale, inmortalizando, entre muchos,
¡ a los macoteranos, en sus reportajes y retratos de bodas, bautizos y fotos familiares. La familia de Fernando es familia de los Nicanores, Chaquetillas y Constantes.

Valeriano y Teresa son los padres de Vicente Salinero Hernández (97 años), quien casó con Juana Bautista, hija de Gabriel y Paula, también macoteranos. Gabriel y Paula partieron de Cádiz en el SS Barcelona en 1920. Primero se dirigieron a la Habana, y después, arribaron a Nueva Orleans (EEUU), y, 5 de mayo de 1921, a San Leandro. Gabriel falleció pronto, y Paula tuvo que sacar adelante a cuatro hijos, en Mountain View. No encuentro a los padres de estos tres pequeños, que emigraron, en el Buenos Aires, e 12 de febrero de 1916. Sus nombres, Florentino Bueno (6 años), Lesmes Bueno (4 años) y Rosa Bueno (2 años).

Me detengo un rato en la familia de Antonio Nieto Ruano, Punzón. Su primer trabajo, cuando tenía 14 años, fue recaudador de las contribuciones del Ayuntamiento de Macotera. Más tarde, junto a su hermano Fernando, entró en el negocio de la lana. En 1911, se casó con Antonia García. Tuvieron tres hijos. En 1920, con su familia, emigró a los EE.UU. Primero paró en Cuba, luego, marchó a California y se estableció en la ciudad de Hayward. Su primer trabajo recoger las cosechas de frutas en las fincas de los alrededores, por un dólar al día; después encontró trabajo en una fábrica de pólvora para armas; allí estuvo ocho años; cambió de oficio y montó una tienda de comestibles en Hayward. Trabajó hasta los 55 años, se retiró; y el resto de su vida, se dedicó a la compra y venta de propiedades. Cumplió los cien años y el alcalde de Hayward le entregó una placa y el título honorífico de “Ciudadano español”.

La saga de los Barriles

Patricio Jiménez Blázquez y Carmen Martín Albarrán, natural de Pesués (Santander). Con toda su familia partió rumbo a San Francisco, y allí sigue buena parte de su colonia. La integran Juan Jiménez y su esposa, Aurora García, padres de Carmen y Frank; Hilario Jiménez, casado con Asunción Curós, padres de Rosa Mar y Miguel; Ana Jiménez, casada con Pedro Sánchez Echatierra, padres de Pedro y Mª Carmen; Justo Jiménez, casado con Carmen, padres de Eulalia y Patricia; Patrocinio Jiménez, casada con Juan Antonio Martín, padres de Juan Antonio; María Jiménez y Francisco Albarrán (hermano de Juan Albarrán); Florián Jiménez (gran pelotaris), casado con Felisa Puebla, padres de Francisco, Patricio y Felisa; Patricio Manuel Jiménez, casado con Dolores López, padres de Rosa. José y Manuel; Carmen Jiménez, casada con José Wilche, padres de Ana; Raimundo Jiménez, casado con Mª Isabel Velázquez, padres de Elisabel, Raimundo y Belén; Rosa Azucena Jiménez, casada con Mariano Casado, padres de Mariano. Argimiro Jiménez Blázquez, casado con Honorata García Constante. Cristóbal Jiménez casado con Mª Teresa Bautista, padres de Antonio, Ana y Florencio. Antonio se casó con la macoterana Encarnación García García, padres de Mª Teresa, Cany, Toñi y Cristóbal. Pasado un tiempo en Sunnyvale, decidieron regresar a España, y residen en Salamanca; posteriormente, su hijo Cristóbal se decidió a retornar a EEUU. Allá aún permanecen los hermanos de Encarnación (Confites), Antonia García, casada con Miguel Cuesta, padres de Reyes; Antonio García, casado con Agustina Caballo, padres de Cristóbal, Pedro, Miguel Ángel, Antonio y Javier; e Isabel García, casada con Baltasar Blázquez Roble, padres de Alfonso y Mili. Ana María García, casada con Juan Manuel Castelló Esquiliche, después de un periodo de estancia en Sunnyvale, decidieron regresar a España, y fijaron su residencia en Talavera.

No todos los macoteranos partieron de puertos españoles, Damián y Pablo Bueno, embarcaron en el puerto de Cherbourg francés; y Pablo Bueno, en el de Lisboa. Y no todos los macoteranos se asentaron, definitivamente, en las tierras americanas, algunos, por la crisis industrial del segunda década del XX, tuvieron que regresar a España, como fue el caso de Lucio Izquierdo y Pedro Cuesta.

Ya no alcanzo a escarbar más entre el colectivo de familias macoteranas, que marcharon a California. Y remato con mi familia, la de José Manuel Izquierdo García y la de mi tía Josefa Quintero Horcajo, hermana de mi abuela Juana, padres de Sofía, Beatriz, Frank y Joe Izquierdo Quintero. Residieron en San Leandro, pero apenas tenemos noticias de ellos.

Nunca olvidaron sus raíces, costumbres y tradiciones. Fundaron la “Sociedad Cervantes” y todos los años, celebraban su día en Sunnyvale, y no faltaba un macoterano a la cita, aunque estuviese a varios kilómetros de distancia.

Autor

Maestro. Escritor e investigador. Realizó estudios de Historia del Arte en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Salamanca. Ha publicado varios libros sobre Macotera y comarca.