- Los influencers son, para muchos, una manera de recibir información, un ejemplo a seguir o un modelo de vida. Al fin y al cabo, suelen ir más allá de lo que cualquier marca por sí sola podría lograr. Sin embargo, noticias e imágenes alarmantes sobre China, y su aproximación hacia estos famosos individuos, ha generado un gran revuelo en las redes.
Estamos hablando de la aparición de las primeras “fábricas de influencers”, que por las pintas, bien podrían ser una adaptación moderna de Oliver Twist.
Antes de nada, hemos de entender, que nuestra cultura actual intenta dirigirse hacia la ilusión de la autenticidad, impulsada por los individuos convertidos en marca, que son realmente capaces de movilizar a las personas, y de paso a través de cierto sacrificio; 6.9 horas al día según investigaciones recientes, pueden sacar buenos retornos. Al fin y al cabo, muchos jóvenes de hoy en día no quieren mensajes que se dirijan a todo un grupo de gente, muchos quieren conseguir experiencias únicas y un modelo al que admirar, quieren a alguien que les dé la ilusión de hablar solo para ellos, y en el que inspirarse para elaborar su propia marca. El ser humano siempre ha tenido deseos de grandeza después de todo.
Las cifras desde luego ayudan a muchos en España a decantarse, y a pesar de que el mercado ya está un poco saturado, con más de 9.000 influencers en el país, esto no impide a los jóvenes el querer dar el salto. Según un estudio reciente del “Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud” en colaboración con Telefónica y Banco Santander. Se nos indica que, a día de hoy, 1 de cada 3 jóvenes españoles quiere ser influencer, y es que la idea de ganar entre 1.000 y 6.500 euros por publicación echa a poca gente para atrás. Tengamos en cuenta que hoy en día ya existen masters o universidades online dirigidas a convertir a los interesados, en las próximas estrellas del momento.
Por ello, hoy en día, no es de extrañar que muchos jóvenes quieran subirse a la “ola” de los influencers que ha estado gestándose desde hace casi una década. Al fin y al cabo, a la gente suelen gustarle los regalos, los viajes gratis, y sobre todo los grandes beneficios que puedes conseguir a través de una cohorte de adoradores. Pero casos como el de China, nos ponen ante una situación difícil, ¿dónde está el límite?.
Hemos llegado a un punto donde nuestra cultura de reconocimiento al individuo se encuentra con su industrialización. Donde la práctica y la ética chocan drásticamente. Pues estas “fábricas de influencers” se convierten en la antítesis de lo que quieren crear, al fin y al cabo, se supone que el influencer debe ser una persona con una gran personalidad y cualidades únicas. Pero el modelo de trabajo de estas fábricas, te hace pensar en cuando te toca un cromo repetido en un sobre de futbolistas.
Los locales donde se sitúan suelen ser naves o edificios de gran superficie, la mayoría con nada reseñable, salvo por una pared pintada de un tono atractivo. Aun así, el mayor beneficio que tienen estos jóvenes influencers chinos, es que son provistos de materiales por las fábricas, desde los trípodes hasta los aros luminosos, pasando por los micrófonos.
Por el momento, este régimen de trabajo no parece tener descontento al gobierno chino, que permite operar a estos influencers siempre y cuando cumplan con su nuevo código de conducta, en el que se incluye: la prohibición de mostrar ostentación, poner en duda al liderazgo del Partido Comunista, entre otros. Esto aparte de llevarse una comisión.
Las imágenes que han podido pasar a través de Twitter, aunque en su mayoría de mala calidad, nos revelan el frío y depauperado sistema de trabajo que se implanta en estas fábricas. Con las jóvenes tumbadas en el suelo, delante de una cámara por lo que podrían ser horas, apoyadas en una pared falsa de manera. Es algo que parece sacado directamente de una obra de Aldous Huxley, el escritor de “Un Mundo Feliz”.
Ante la remota posibilidad de que algo como esto pueda llegar a Occidente de una manera menos precaria, cabe preguntarse las futuras implicaciones éticas de esta práctica en el futuro.