Tiempo de esperanza

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Black Friday en el CC El Tormes 2

La verdad es la esperanza. ANTONIO MACHADO

Estoy escribiendo estas líneas cuando el Black Friday (viernes negro) está dando el pistoletazo de salida a un consumo desaforado, que se prolongará hasta las compras navideñas. Marcas y firmas ofrecen unos precios de “ganga”, esperando captar la atención de consumidores ávidos de comprar, aunque sea de manera online. Los descuentos, ofertas y las ventas llenan los grandes espacios comerciales como una fiebre compulsiva. Estamos asistiendo no solo a nuevas formas de consumir, también nuevos modos de organizar las actividades económicas. Se ha puesto en marcha una nueva fase del capitalismo, donde la empresa antes orientada al producto, es reemplazada en la actualidad, por la empresa orientada al mercado y al consumidor.

En nuestro país, el Black Friday, aterrizó en el año 2010 importada por Apple, aunque no pudo aplicarse hasta el año 2012 (Real Decreto-Ley 20/2012), donde los comercios obtenían una mayor libertad de horarios y promociones en ventas. Será en el año 2014, cuando se extiende de forma masiva gracias a la unión del llamado Ciber Monday, donde los productos estrellas son las últimas ofertas tecnológicas y el consumo virtual. Para muchas empresas supone la semana de ventas más importante del año, por encima de la primera semana de rebajas o de las ventas navideñas.

Un homenaje al negocio, un desfalco a la tarjeta de crédito, donde es difícil la mesura y el control, en una sociedad que vive de y para las cosas. No es fácil ser, en un mundo invadido por el tener. Asistimos a maneras de producir, vender, de seducir, comunicar, distribuir, donde se privilegia la compra festiva y placentera. Está emergiendo un consumidor emocional que necesita vivir nuevas experiencias afectivas y sensoriales, las compras y los centros de ventas se asocian al ocio creando atmósferas de compra.

Si pudiéramos mirar más allá de la orgía consumista, podemos ver que también está aquí el Adviento que nos invita a la esperanza y a cambiar nuestra forma de celebrar la Navidad. No podemos seguir alimentando el consumismo como “filosofía de vida”, ya que provoca una serie de necesidades artificiales que nos están vaciando el espíritu. Esta atmósfera consumista que todo lo invade, está provocando una carencia de valores, incomunicación, imposibilidad de realizar un proyecto vital y tantas otras frustraciones, que impiden a las personas crecer y desarrollarse sanamente. Debemos de sacar del cuerpo ese cansancio existencial consumista para recuperar un tiempo de silencio, un tiempo de espera y esperanza, para volver a ese estado del corazón, a ese espacio de libertad encontrada y conectar con esos sueños de ser mejor persona, ser más feliz.

La prisa parece ser la situación espiritual de nuestro presente. No tenemos tiempo para pertenecer, ese tiempo acelerado crea en nosotros unas entrañas impacientes. Cada momento histórico requiere su Kairós (su tiempo oportuno), lo importante es saber captarlo. Para ello es necesario hacer coincidir el “tiempo de la vida” y el “tiempo del mundo”, el tiempo existencial con el devenir de cada día. El kairós no es un tiempo cronológico, más bien es un momento salvífico en el que Dios nos recrea y nos hace partícipes de su vida, es un tiempo de gracia

El Adviento es un kairós, un tiempo de espera y de esperanza que ayuda a entender el tiempo como una ocasión propicia para la salvación. La esperanza, no sólo tiene una dimensión temporal y futura, es una esperanza hacia el otro y hacia Dios. No se trata de refugiarse en el culto para tranquilizar el alma, lo que importa es el amor de Dios y la justicia para el prójimo.  Adviento es desvelamiento de Dios y apertura al hermano y, sobre todo, a los que más sufren o han sufrido. La esperanza tiene un poder renovador de la vida y transformadora del mundo. El poderoso dinamismo de esa esperanza es una realidad que poseemos y palpamos, que misteriosamente ilumina la fe y reaviva de forma profunda el amor.

En medio de tanta banalidad y de tanta luz consumista, parece necesaria la lentitud del silencio para vivir con más hondura ese tiempo de Adviento. Un tiempo que no solo no solo nos prepara para la Navidad, sino que nos invita a salir al encuentro del Señor que vuelve. Un tiempo para descubrir la verdadera Luz y sentido ya que se nos recuerda que Dios se ha hecho presente en nuestro mundo, que camina con nosotros en nuestra historia y se hace presente en nuestras vidas.

Esto nos exige salir de nuestro espacio de confort, del desierto del consumo y crear tiempo y espacio para lo pequeño y lo sencillo, como una mirada, una sonrisa, una palabra, un golpe de corazón ante tanta necesidad, un minuto dado, un gesto inesperado de cercanía, una oración en la hondura y el silencio. Es un tiempo, dejarse para habitar por esa realidad que nos trasforma, por esa sinfonía callada que fluye como manantial sereno desde el amor.

Autor

Profesor, historiador y filósofo.