Lo cierto es que es uno de esos artículos que no por sabido que hay que escribirlos, se espera. Ángel Pérez Huerta nos dejaba este domingo a los 83 años. El histórico capitán del Salamanca UDS, el que encabezó la entrada en la historia del club abriendo con pundonor la puerta de la Primera División, fallecía dejando huérfano al fútbol salmantino. Un fútbol salmantino que, por desgracia, en los últimos años ha perdido algunos de los principales símbolos de la mejor Unión Deportiva Salamanca. Se fue Enrique, se fue José Manuel, y así tantos otros.
Por edad, no conocimos al Huerta futbolista. Por eso, tratamos de trasladar su personalidad al campo, y me da que no nos vamos a equivocar en exceso. Como ya dijimos en otro artículo anterior lo conocimos ya en su faceta como funcionario de la Diputación hace más de dos décadas, cuando participaba, como ‘secretario’ en la elección de los mejores deportistas salmantinos, de cuyo jurado formábamos parte.
Todavía hoy recuerdo su presencia. Todo un señor, siempre impoluto, tanto en la vestimenta como en la forma física, con una voz que no pasaba inadvertida. Siempre amable y amigable con todos. Ahora traslado aquella empatía a su capitanía en el vestuario del Calvario y en el del Helmántico. Esa vez ‘tajante’ que te invitaba a escuchar. Su forma física la traslado al campo de fútbol, fuerte, contundente. Algo especial que le permitió liderar el tránsito de un ‘templo’ a otro. El ascenso meteórico de la nada al todo, de Tercera a Primera División. Sí, a Primera División, porque aunque algunos no lo hayan visto, la ciudad de Salamanca consiguió meter su equipo de fútbol, el de todos, en la máxima categoría del fútbol español. Y no sólo eso, sino que tuteó en muchas ocasiones a los grandes, al Madrid, al Barcelona, … Eso en la primera etapa. La otra gran etapa, la de mediados de los noventa, ya la recordaremos un día de estos, aunque todos tenemos en mente las goleadas históricas, la Noche de Reyes, …
Cuando le puse cara a raíz de esas reuniones, era raro el día que no me lo encontraba por la calle Toro mientras salía a hacer la ronda con los también recordados Neme y José Manuel y con algún otro cuyo nombre ahora no tengo en la cabeza. Para un ‘pipiolo’ que empezaba en esto del periodismo, era como un respaldo cruzarme y saludarlos casi a diario. Era como recibir el beneplácito de aquello que había marcado nuestra niñez y nuestra profesión. De aquellos que tallaron con clavos de botas de fútbol en sus piernas y cicatrices en las cejas una trayectoria más emocional que rentable (¿Cuánto valdrían hoy? ¿Con quién compararíamos a Huerta, con Ramos o algún central de ese carácter único?). Pero ya no hay marcha atrás. Sólo nos queda recordar con cariño y con orgullo la figura de alguien que dedicó toda su carrera al equipo de su alma, la Unión Deportiva Salamanca. En él se formó y en él militó doce temporadas. Llevó al primer equipo a lo más alto del fútbol español. Inauguró la casa de la UDS, el Helmántico, y fue referente para todos aquellos compañeros con los que compartió (que no fueron pocos: Vicente Pedraza, Iglesias, Julio Pedraza, Rodri, Lanchas y un largo etcétera), y, lo que es más importante, fue un referente para todo el fútbol salmantino y para una ciudad que hoy le llora y ya le echa de menos y que le dio su nombre a los campos de la Federación.
De hecho, y aunque en ocasiones le tomé declaraciones con algún motivo concreto, es una de esas entrevistas que siempre nos habrá quedado por hacer. Nos conformamos con haberle conocido y con haber gozado de una buena y grata relación con él.
Descanse en Paz, eterno capitán de la UDS