Apolo dormido

- en Firmas
Lourdes Francés

Parada de pie en el umbral de la puerta del dormitorio, ella le observó mientras él permanecía tumbado sobre el costado izquierdo, inmóvil sobre la cama, respirando con la boca entreabierta y ajeno a cualquier ruido exterior.
Su piel de luna apenas velada por la sábana blanca, le confería una frialdad inquietante y aniñada, como de adolescente lampiño, de una ambigüedad descarada, aunque al evocarle cómo era despierto, nadie dudaría de que su belleza resultaba a todas luces varonil.

Respiraba con rítmica confianza y dormía a pierna suelta, ajeno por completo al escrutinio del que estaba siendo objeto.

La Ladrona de Corazones, creyéndose enamorada por primera vez en su vida, se acostó dulcemente a su lado, posando su mano abierta sobre el pecho desnudo del Apolo Dormido.

Cuando sus cuerpos se acomodaron piel con piel como piezas de un puzzle perfecto, entrecerró los ojos zarcos mientras sonreía, apretándose suavemente contra su espalda y acompasando el ritmo de su respiración todavía vigil a la del amado que desde hacía ya largo rato descansaba en brazos de Morfeo.

Y con extrema elegancia, con la lentitud cuidada y exquisita con la que se crean las obras de Arte, como un fluido transmitido por ósmosis a través de sus largos y delgados dedos, le devolvió reparado su maltrecho y gastado corazón, que ella le había recompuesto durante años con mimo, terca y minuciosamente, como si fuera un juguete de mecano roto.Y así, sin pronunciar ni una sola palabra que pudiera turbar el sueño del durmiente, con ese gesto simple, le restituyó junto a su motor vital ya remendado, lo que él consideraba su más preciado tesoro: su ansiada Libertad.

Autor

Cirujana Ortopédica y traumatóloga. Runner popular.