Vaya sabiduría en las palabras del Premio Nobel de Literatura egipcio con el que fue galardonado en 1988, Naguib Mahfouz (1911-2006), cuando sostiene que “fear does not prevent death. It prevents life” (El miedo no impide la muerte, impide la vida).
Por supuesto que de esta potente reflexión me he inspirado para titular hoy “El Faro de Alejandría”, porque debo reconocer que es una de esas obsesiones que más me han preocupado, admitiendo que, en algunos momentos de la vida, también a mí me ha paralizado. Pero como hemos superado esos momentos y aprendido a gestionarlo, pretendo modestamente contribuir a dar un punto de vista que puede ayudarte mucho, querido lector/a.
El miedo siempre se manifiesta de una u otra manera en todas las sociedades, por más que los políticos se esfuercen en decir que en los estados democráticos avanzados, como el de nuestro entorno europeo, el miedo ya no está a la orden del día. ¿Por qué? Porque se manifiesta de infinitas formas, aunque algunos de los más conspicuos miembros de los diferentes gobiernos europeos digan que “sus maneras de hacer política, justamente es contraria a la de infundir miedo”.
Desde ya que las formas que adapta el miedo son diversas: la tasa de desempleo, la inflación, la cesta de la compra, el acceso a la vivienda y un largo etcétera. Es normal entonces que tengamos miedo cuando delante nuestro hay tanta inestabilidad e incertidumbre. Esto ya no es una cuestión solo de España o de Europa, es a nivel mundial.
Pero vayamos al plano personal
¿Cuántas veces no has hecho algo porque tenías demasiado miedo de hacerlo, demasiado miedo de la reacción de los demás, miedo de lo que podría pasar? ¡Seguro que sí! Estoy convencido que en alguna de estas tres reacciones que temías te ha hecho echar atrás…y quedarte como inerte…no pasar a la acción, o en la mejor de las situaciones que se te hayan presentado, haber dejado tu decisión para más adelante.
El miedo no es cuestión de inteligencia, que como eres una persona preparada y que se te categorice como inteligente, no es un salvoconducto para que no lo sientas. Porque el miedo puede impedir que personas inteligentes y muy capaces desarrollen su potencial, y especialmente, que sepan aprovechar aquellas oportunidades que la vida les pone delante…o sea…que las dejen pasar. Una manera de destrozar nuestros sueños cada vez que dejamos ir el destino que por miedo no supimos administrar y/o enfrentar.
Sin duda, el miedo nos crea una infinidad de problemas, no porque todos ellos sean reales, sino porque los construimos en nuestra mente, haciendo que nos obstaculicen las acciones (algunas de ellas) que se supone tenemos que llevar a cabo. Se mete en la vida de las personas, no hace excepciones de género ni de ricos y pobres. Lo abarca todo. La cuestión, es cómo debes administrarlo.
Si dejas que el miedo tenga prioridad en tu vida… ¡mal va la cosa! Porque seguro que te afectará anímicamente y desde ya que estará en riesgo tu salud física y mental. En definitiva, lo que te estás jugando es tu bienestar.
¿Tienes miedo de no vivir tu vida plenamente?
O quizás quisiste decir que tienes miedo de no vivir tu vida al máximo, cosa que es muy diferente. Probablemente, en la mente de personas que practican deportes de alto riesgo, esta expresión les vaya como anillo al dedo. Pero por más que digan que no lo tienen, siempre…siempre…es nuestra naturaleza humana, lo tienen. La diferencia es que saben administrarlo muy bien, de otra manera no se puede entender el tipo de pruebas que hacen unos pocos elegidos en el mundo.
El miedo que aflora en todos los ámbitos de la sociedad
Cuando un líder político de nuestro entorno europeo se refiere a la estabilidad de su país y que desde su gobierno se va a seguir persistiendo en el crecimiento, estoy convencido que cuando ese jefe de estado o primer ministro lo expresa en esos términos, el mensaje que transmite de “que hay que perseverar en lo que se está haciendo, que se va en el buen camino”, justamente si algo hace es no utilizar el miedo y menos aún, sumar más incertidumbre a la ciudadanía. Por contrario, sin decirlo expresamente, está instando a la reflexión de los ciudadanos, a fin de que mediten bien qué es lo que quieren como sociedad para seguir garantizando estabilidad y progreso.
Lo que en realidad produce miedo es la propia evolución y el desconocimiento a lo que vendrá mañana. Es nuestra biología que así determina nuestro comportamiento.
Pero también es cierto que ha sido el propio miedo el que hizo que nuestra civilización avanzara y llegase hasta dónde nos encontramos hoy. Gracias al miedo, el “homo sapiens” tuvo que pensar y esforzarse cómo eliminar a las bestias que compartían hábitat con nuestros primos lejanos.
Pero en el siglo XXI, el miedo puede ser mucho más refinado, aunque no por ello menos pernicioso para nuestro estado de ánimo (nos quita fuerza), e incluso en muchos casos, para la propia salud. El miedo genera estrés negativo. A veces nos impacta más…otras menos… ¡pero existir… existe!
Son diversas las situaciones que a diario se nos presentan en esta sociedad tan tecnocrática y supuestamente evolucionada, en los que afloran diversos grados de miedo:
1º) La gente trabaja todos los días para dar una vida mejor a su familia. Pero muchos millones en el mundo lo hacen cada día sin darse cuenta (ni se les pasa por la cabeza) que nacieron no sólo para trabajar, pagar facturas y morir. Tendrán que tener derecho a algo más. ¿Verdad? ¿O es que lo que consideramos dignidad de una persona, ha quedado reducido a un porcentaje extremadamente pequeño de la población mundial?
Es que salir de ese modo de vida diario también causa temor. Es natural, especialmente cuando el nivel de formación y capacitación de esa persona no le ayuda a cambiar su situación. O sea, como muchos millones de personas en el mundo, les invade el sentimiento de resignación y no quieren arriesgarse a cambiar el estado de las cosas.
¿Existe en el vocabulario de la clase política la palabra esperanza?
Realmente muy poco se ha escuchado esta palabra. Justamente, lo opuesto al miedo es la esperanza que nos depara un futuro mejor. No por ello significa que los ciudadanos de cualquier país sean ilusos, que crean que dicha esperanza y mundo mejor llegará sola y sin que nadie haga algo para que se convierta en palpable, en algo material de la cual derive el bienestar de los ciudadanos.
Nuestro espíritu necesita el alimento que surge de descomprimir el rigor que vivimos en el presente y nos exige demasiado, con la mirada optimista y realista de que el futuro será un poco más esperanzador. Pero a este futuro hay que ayudarlo. Como dice el dicho “¡A Dios rogando y con el mazo dando”!
Y en el caso concreto de la Unión Europea actual, con la Guerra de Ucrania, seguida de la de Gaza y por si éramos pocos, en los últimos días la de El Líbano, no es algo que alimente, sino que más bien, desinfla dichas esperanzas. Deja de ser una expectativa por la que luchar y alimentar, para convertirse en la Europa de hoy, casi en una quimera, en una ilusión.
Pero así mismo, creo firmemente que en el último momento se evitará que se desencadene la Guerra Total, porque a diferencia de las otras dos Guerras Mundiales, en esta ocasión, puede significar el fin de nuestra especie, que no del Planeta Tierra, que seguramente seguirá millones de años más.
2º) Todas/os nos damos cuenta que estamos en la buena dirección (en lo que hacemos diariamente) cuando ya no nos afecta ni preocupa ese pasado al cual hemos estado mirando de manera constante. O sea, que el miedo se mete muchas veces en nuestras vidas, no sólo por la incertidumbre respecto al futuro, sino por no poder “digerir” algún infortunio pretérito que nos sigue agobiando.
En todo caso, miedo hacia atrás o hacia delante, pero miedo al fin. Este miedo sumado al arrepentimiento, se convierte en una pesada carga que inhibe muchas de las acciones que realmente podemos realizar y que finalmente demoramos o definitivamente no llevamos a cabo, por esa sensación de miedo que no responde a una circunstancia presente. A tal punto, que con frecuencia se convierte en un miedo irracional, que lo sufrimos, sabemos que está en nosotros y no hay manera de que podamos gestionarlo.
3º) Miedo a la adversidad, ese enemigo silencioso. Winton Churchill decía con su característica forma sarcástica de expresarse: “¿Tiene Ud. enemigos? Bien…eso significa que está de pie por algo alguna vez en su vida”. Esto es lo mismo que afirmaba Oscar Wilde, “que el carácter de una persona se mide por la calidad de sus enemigos”.
En todo caso, los enemigos de 2024 para la gran mayoría silenciosa que trabaja y paga facturas, son la incompetencia de la clase política (a escala global salvo honrosas excepciones) que nos están dejando una hermosa herencia de un planeta descuidado en materia de cambio climático, porque lo que se ha hecho hasta ahora es muy poco si lo medidos en tiempo geológico y no humano; inseguro en materia de terrorismo, especialmente en el mundo desarrollado que vive con estupor las tremendas dificultades para atajar la amenaza terrorista, que se ha multiplicado desde septiembre de 2001 en que al “caer” las “Torres Gemelas” nos cambiaron el mundo; inseguro en materia económica, cuando la Crisis Internacional 2008-2009 demostró que nuestro poderosos sistema capitalista (al que pertenecemos y del cual personalmente no reniego), nos puso de manifiesto la vulnerabilidad del mismo cuando se saltan todos los controles y las autoridades de países del primer mundo europeo y en Estados Unidos, tuvieron que inyectar cuantiosas cantidades de dinero para que el sistema financiero no saltara por los aires; en fin, todo lo que ocurre a nuestro alrededor por más bueno que sea (nuestro trabajo, nuestra familia, etc.), siempre estará amenazado por el miedo.
La cuestión entonces, es saber vivir con él y administrarlo de manera tal que no se convierta en la sentencia del Nobel egipcio en que “el miedo evita la vida” que, traducido a nuestros usos y costumbres, podríamos perfectamente decirlo de esta forma: “el miedo puede no dejarnos vivir de manera plena y con dignidad”.
El miedo se vence con la verdad, por lo que quiénes utilicen el miedo estarán alejándose de aquella mediante la manipulación y la distorsión de la realidad.
Ni la juventud tiene todas las respuestas, del mismo modo que la experiencia y los años no garantizan el éxito. El miedo es probable que no se tenga en años jóvenes y sí nos aflore cuando los vamos cumpliendo, por muchos motivos, pero en todo caso hay que saber administrarlo y reaccionar frente a uno de los más terribles generadores de miedo que es el cambio.
Siempre he destacado el pensamiento de Epicteto, que “lo importante no es el problema que tenemos delante, sino cómo reaccionamos ante él”, incluso aunque el reto nos produzca miedo, porque nunca nos hemos enfrentado a algo similar.
Epicteto (50-130 d. C.) fue un filósofo estoico, siendo esta filosofía la que considera que los individuos son totalmente responsables de su interpretación de las circunstancias y que la filosofía era sinónimo de vida. Perseguía como finalidad que las personas comprendieran y apreciaran lo que significaba poder vivir mejor.
Hoy podemos hablar como siempre lo hacemos, siguiendo esta línea histórica de que tenemos derecho a un mejor bienestar personal. El miedo no debe formar parte de él, y como es lógico que no podemos prescindir del todo en nuestra existencia de que haya muchos momentos en los que los temores y un miedo a veces más profundo que se convierte en pánico, nos haga tener la sensación de que cuando caminamos en vez de transportar nuestro peso normal estamos haciendo un esfuerzo por transportar un cuerpo de más de 200 kilos.
No solo es un desgaste físico casi imposible de mantener, sino un peor trauma psíquico que nos impide ver más allá de un día. Cuando nos atormentamos de esta manera, nos quita esa dirección del camino que hemos elegido, la de coronar nuestros sueños, por lo que debemos saber gestionarlo de manera que no nos atrape como una telaraña que nos impide salir y como dio el Nobel egipcio de literatura, “evitar la vida”.
Perder la condición de vivirla plenamente es perder la dignidad humana que es parte de nuestros derechos fundamentales.