La literatura no solo es entretenimiento y fuente permanente de inspiración para los cineastas: mucho más que eso es inspiración continua. Y como suele decirse coloquialmente “nos alimenta el espíritu”, porque junto a las emociones que nos regala una historia que nos conmueve, en el afán de transportarnos a la época en la que ocurre, en ser testigos, por ejemplo, de un romance prohibido que terminará con un duelo a muerte, y un sinnúmero de circunstancias en las que la naturaleza humana se nos pondrá delante mostrándonos sus diversas caras. Emociones y también aprendizaje.
Pero cuántas veces a lo largo de su historia, el séptimo arte nos ha relatado hechos que de otra manera hubiésemos desconocido. ¡Sí…por supuesto! Porque con seguridad no hubiera llegado a nuestras manos esa novela que la compramos una vez que conocimos la historia a través del cine.
Veamos qué es lo que para mí hay que poner en valor de esta pieza de orfebrería del cine, que a pesar de que la crítica siempre ha destacado como eje central de la película, el romance entre Karen Blixen (Meryl Streep) y el cazador Denys Finch Hatton (Robert Redford), que si bien es cierta, es mucho más fuerte aún la historia que está detrás, la que sostiene la línea argumental a la que su director, Sydney Pollack, le da vida de manera estéticamente ejemplar e históricamente con un rigor asombroso.
Porque descubrimos con su visionado la historia de una mujer que fue una auténtica feminista en una época en la que las mujeres que asumían esa posición tenían que echarle mucho valor, porque no solo era un mundo de hombres, sino que no entraba en la mentalidad de la dirigencia política, empresarial, cultural, social, etc., que una mujer pudiera tomar decisiones y ser independiente.
De ahí que lo que en realidad refleja la obra maestra de Sydney Pollack “Out of Africa” (su título en la versión orginal), es cómo era la lucha que una mujer independiente para la época, en los albores de la Primera Guerra Mundial y en concreto, en una colonia británica como Kenia, libra para llevar adelante su vida como empresaria.
En el inicio el filme te ubica como espectador en 1913, o sea hace 112 años. Karen Blixen se casa en Dinamarca con el barón Bror von Blixen-Finecke (que le otorgaba el rango de varonesa) y deciden trasladarse a Kenia, gracias a que la madre de Karen les presta dinero para iniciar una explotación ganadera. Pero en realidad el barón Bror von Blixen-Finecke terminó invirtiendo en una plantación de café, con los riesgos que tal inversión suponía, en cuanto al tiempo necesario para que las plantas produzcan y en teniendo en cuenta a la altitud en la cual se localizaba.
Todo lo demás a lo que se enfrentó Blixen puede sintetizarse con una expresión que sigue teniendo vigencia: el establishment británico. La mujer no era bien vista en actividades empresariales y menos aún que se mostrara como una persona independiente y con criterios propios. Y esto parece que aún hoy les cuesta a muchos hombres admitir que las mujeres no solo son buenas en lo que hacen, demostrándolo en los ámbitos políticos y empresariales, sino que han evidenciado que tienen mucho mejor criterio que el término medio del liderazgo de hombres, porque son más empáticas, flexibles y compasivas.
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La perseverancia
¿Qué ha cambiado en poco más de un siglo? Podríamos decir que mucho o también que muy poco, y ambas respuestas no son excluyentes. Pero sí en algo estaríamos todos de acuerdo: que en la actualidad la mujer empresaria y emprendedora, así como la directiva con altos niveles de responsabilidad, tiene en su ADN una Karen Blixen que se sobrepone tanto a los desafíos del mercado como a la persistente y no acabada aún lucha por la no discriminación de la mujer en puestos de responsabilidad.
El paralelismo de la película cuando Karen Blixen entra en el club social inglés de la capital de Kenia, Nairobi, exclusivo para hombres y que produce un revuelo que hace poner a a todos los socios en pie quejándose por su presencia, es similar en intensidad y alcance al que las mujeres han despertado en su participación en consejos de administración en la última década en Europa y Estados Unidos, ocupando posiciones relevantes en la toma de decisiones en las principales corporaciones mundiales, así como en la esfera política y con muy buenos resultados.
La humanidad
Una mujer que se preocupó por la educación y sanidad de los aborígenes que empleaba en la plantación, iba en contra de la visión que los británicos tenían de las poblaciones autóctonas, consideradas salvajes y sin ningún tipo de derecho. Por eso chirriaba en esa forma que tenían los ingleses de ver el mundo y de alguna manera controlarlo, cuando ella decide crear una escuela para que aprendieran a leer y escribir.
Este aspecto es tratado por Pollack con su habitual maestría, ya que muestra como Blixen convence al jefe de la tribu a que deje a los niños instruirse a partir de determinada altura (en centímetros); este acto en el presente, en el diálogo del actual liderazgo, sería la empatía que Karen Blixen sentiría con su equipo (la gente de la plantación) y la preocupación por su bienestar.
En rigor de verdad, en aquella época Blixen se preocupaba porque no tuvieran problemas de salud y tuvieran instrucción. Si aplicásemos la máquina del tiempo y tuviésemos a Blixen en el presente en aquella plantación de Kenia con trabajadores herederos de los de su época, Blixen contaría con un equipo cohesionado, con buena formación y con un alto nivel de productividad individual, todo ello en beneficio de la eficiencia de la organización en su conjunto. Y desde ya, que en claro beneficio también para el bienestar personal de sus empleados, que pudieran pensar en que tenían un futuro. Que podían desarrollar una carrera.
Karen Blixen representaba ya entonces a una mujer que, con su carácter autónomo e independiente, se había liberado de la vida y convenciones burguesas que la constreñían en Dinamarca. Una forma de estar en una sociedad en la que no encajaba una mujer con sus dotes empresariales y con una personalidad decidida, que le gustaba tomar decisiones y no estar sujeta a lo que dijeran los hombres.
Emprendedora
Su empresa, “The Karen Coffee Company”, le dio más sinsabores que beneficios, pero aún, quedándose sola a cargo de la explotación hizo lo posible para que sus empleados se sintieran integrados y comprometidos con la empresa.
Su facilidad para aprender las lenguas aborígenes, especialmente el suajili, y llegar a comprender y compartir las costumbres locales, le granjearon un respeto y admiración. Los nativos la apodaban “la hermana leona” habiéndose ganado su afecto porque la consideraban una mujer de coraje, con grandes habilidades como cazadora.
Pero en 1931 la economía es la que la derrota con la caída de los precios del café, circunstancia que le obliga a dejar la explotación, vender todo y regresar a Dinamarca. Nunca más regresó a África, aunque ella afirmara siempre su voluntad de volver y el entrañable amor que sentía por el Continente Negro.
Ejemplo de liderazgo
Fue la primera mujer cuyo liderazgo se enfrentó claramente a lo establecido. Comprendió el cambio y la adaptación a las circunstancias más adversas. Su carácter le permitió luchar contra la sífilis y soportar el oprobio que para una mujer ello representaba en una sociedad europea cerrada y clasista. Rompió con tabúes y hoy la mujer líder moderna tiene una deuda de gratitud con la gran escritora danesa.
Sus palabras “Yo tenía una granja en África…” inmortalizadas por Pollack, siguen inspirando a mujeres que hoy en el África actual luchan por lograr al menos un mejor trato hacia la mujer y eliminar de una vez la marginación a la que se ven sometidas aún en 2025.