Era bueno de verdad

- en Firmas

«El alma enamorada es alma blanda, mansa, humilde y paciente”

Estas palabras de San Juan de la Cruz, se pueden aplicar muy bien al alma de nuestro papa Juan XXIII.

Cuenta J. L. Martín Descalzo que el pastor anglicano D. Walstall visitó en cierta ocasión al papa Juan XXIII y esperaba mantener con él una “profunda” conversación ecuménica. Pero se encontró con que el pontífice de lo que tenía ganas era simplemente de “charlar” y a los pocos minutos, le confesó que allí, en el Vaticano, “se aburría un poco”, sobre todo por las tardes. Las mañanas se las llenaban las audiencias. Pero muchas tardes no sabía muy bien qué hacer. “Allá en Venecia -confesaba el papa- siempre tenía bastantes cosas pendientes o me iba a pasear. Aquí, la mayoría de los asuntos ya me los traen resueltos los cardenales y yo solo tengo que firmar. Y en cuanto a pasear, casi no me dejan. O tengo que salir con todo un cortejo que pone en vilo a toda la ciudad. ¿Sabe entonces lo que hago? Tomo estos prismáticos -señaló a los que tenía sobre la mesa- y me pongo a ver desde la ventana, una por una, las cúpulas de las iglesias de Roma. Pienso que alrededor de cada iglesia hay gente que es feliz y otra que sufre; ancianos solos y parejas de jóvenes alegres. También gente amargada o pisoteada. Entonces me pongo a pensar en ellos y pido a Dios que bendiga su felicidad o consuele su dolor”. El pastor D. Walstall salió seguro de haber recibido la mejor lección ecuménica imaginable, porque acababa de descubrir lo que es una vida dedicada al amor.

Le resultaba fácil a Juan XXIII mirar con los prismáticos y acercarse a todos, porque poseía un gran amor. El amor acerca a las personas y suprime todo tipo de barreras, lenguas, razas. La visión, para que sea verdadera, tiene que estar conectada con el corazón para poder enfocar bien. Nos acerca a los otros el corazón, el tener la misericordia del Padre muy dentro de nosotros, ya que todos somos hijos de Dios y por lo tanto debemos ser hermanos.

Roncali, como era humilde, supo fijarse en los que sufrían de soledad. Como era paciente, sabía vivir el momento presente, dejando para su turno lo que tocase. Como era manso, a su lado brotaba la felicidad. Como era blando y dulce, como su enorme humanidad, en él chocaban todas las iras y los planes de los soberbios. Al Papa Juan, le resolvían los problemas los cardenales y Dios. Él solo se preocupaba de ser cercano a todos para poder, simplemente, amar. Llevamos en nuestro corazón la ley del servicio. Si somos hijos de Dios, hemos de comportarnos como tales. El servicio es una característica cristiana fundamental.

A pesar de todos los pesares y dificultades que encontremos, los cristianos estamos llamados a manifestar y mostrar al mundo el misterio que el mundo no ve, pero que está llamado a reconocer en el testimonio de nuestras vidas. Tenemos que ser testigos con nuestras vidas, testigos de un amor nuevo, de la nueva alegría, testigos de la paz, testigos de la afabilidad, testigos de la bondad. Testigos de la fidelidad, testigos de la mansedumbre, testigos de la paciencia y perseverancia. Donde los demás viven en la ebriedad, nosotros somos testigos de la templanza (Gal 5, 22-23).

A algunos les llama la atención la bondad del papa Francisco. La bondad, afirma J. M. Castillo es siempre una forma de relacionarse con los demás. Hay una prueba muy sencilla para ver hasta dónde llega la bondad de una persona: “el espejo del comportamiento ético no es la propia conciencia, sino el rostro de quienes viven conmigo. Cuando este rostro expresa paz, esperanza, alegría y felicidad, porque mi comportamiento genera todo eso, entonces es evidente que mi conducta es éticamente correcta”.

La bondad no se predica, ni se enseña, ni se impone. La bondad se contagia, como se contagia la maldad, la sonrisa y la tristeza. El que es bondadoso, crea un clima de bondad. Y eso cambia la vida. La de uno y la de los demás. ¡Ojalá los buenos nunca se cansen de serlo! Los necesita el mundo.

Autor

Nacido en Blascomillán (Ávila). Carmelita Descalzo y Sacerdote. Licenciado en Espiritualidad. Estudió la carrera de música (piano y canto) en el Conservatorio de Madrid. Conocido internacionalmente por sus escritos, autor de muchos CDs y libros; colabora, además, en revistas y diversos medios de comunicación.