Que el camino se hace al andar lo sabemos como mantra musical gracias a la canción. Lo que no sabíamos es que nuestro camino, llenos de huellas pudieran constituirse como el mayor patrimonio que poseemos y del que hemos sido privados, despojados y desahuciados desde hace muchos años.
Si los datos son el oro del siglo XXI, los datos personales son el oro de mayor pureza y calidad. Somos como minas que producen oro y que se lo entregamos sin contraprestación alguna a las grandes corporaciones y los gobiernos.
A parte que estamos dejando nuestro patrimonio en manos de terceros sin darnos cuenta y, en algunas ocasiones, las más, con conocimiento y sin importarnos, además, como digo estamos construyendo nuestro futuro sin saberlo, lo que puede convertirse para mucha gente en una auténtica pesadilla.
En la Roma Clásica y en Grecia existían los esclavos, cosas no personas, seres humanos sometidos a otros por el mero hecho de ser considerados inferiores por su raza. Eran tratados como ganados y gracias a ellos se pudieron acometer obras faraónicas como las que contemplamos, con una mano de obra gratuita gracias a la esclavitud. Que ambos imperios aportaran a la humanidad todo su conocimiento y cultura no les exime del juicio, que ahora, con la distancia del tiempo es fácil realizar.
Así será en el futuro cuando nos analicen como sociedad y se den cuenta de que una parte importante de ella, sometida y manipulada, gracias a sus datos y la interacción con el mundo digital servía a intereses de unos cuantos para la consecución por estos de cotas de poder, riqueza y fama.