Para aquellas que parieron con dolor, con epidural, por cesárea, viajando kilómetros de distancia para recoger y acoger para siempre, para quienes no viajaron tanto, pero decidieron ser madres de quienes se quedaron “huérfanos”.
Porque madre no hay más que una y la de cada una, la mejor, posiblemente.
Hay madres dulces, cariñosas, exigentes, autoritarias, envolventes, protectoras, cambiantes que se adaptan, consejeras, calladas, invisibles, pero presentes, chillonas, tranquilas, pausadas, expertas en todo en cada momento, estresadas, agotadas, terremotos, …
Pero, ante todo, mujeres con sus virtudes y defectos. Lo más seguro es que, como madres, nos equivoquemos muchas veces, pues somos seres humanos y también podemos errar en nuestros actos y consejos.
Hay madres economistas, cocineras, limpiadoras, negociadoras, payasas y teatreras, creativas, narradoras, directivas, jardineras, costureras, agricultoras, ganaderas, maestras, influencers, médicas, barrenderas, enfermeras, …
Todo aquello que te puedes imaginar, en mayor o menor medida, lo es una madre.
Regálanos, todos los días, amor, comprensión, paciencia, escucha, tiempo, cuidado, cariño, conversación, … No es necesario algo material para demostrarnos el amor ni hacerlo en un día señalado impuesto.
Un abrazo sentido e inesperado,
un beso sin venir a cuento,
una sonrisa de las tuyas y de las mías,
un paseo por el campo o por la ciudad,
un recuerdo y una conversación mirando al cielo,
una llamada o una oración de recuerdo,
un sostener la mano,
una onza de chocolate del bueno,
un momento tiradas en el césped imaginando las formas de las nubes,
un ramo de flores silvestres,
una poesía tuya, mía o de tercera,
una canción, tu canción o nuestra canción.
El mayor trabajo, el que lleva más tiempo, es el de ser madre.
Para mi madre y todas las madres.
Recomendación literaria: Una madre de Alejandro Palomas
Mamá de Hélène Delforge
Mamá de Susanna Isern