Parece ser que un “viva España” nos va a dar de comer y que es capaz de expresar más que un “te quiero”, un “gracias” o un “perdón”.
He propuesto un ejercicio práctico en el que tenían que imaginar que no podíamos hablar, teníamos limitada esa función esencial, y sólo se podían emplear, de forma individual, 5 palabras que compraban por un módico precio.
Alguien, después de hacer como que pensaba, decidió que la expresión (que no palabra) “viva España” era tan importante que debía comprarla.
Creo que no somos conscientes de la importancia de las palabras. Y de los gestos, el tono que las acompañan.
Creo que somos incapaces de ponernos en una situación que nos parece inverosímil, absurda y, por tanto, no le damos valor a aquello que realmente lo tiene.
Tenemos esa incapacidad porque casi todo nos ha venido dado, nos lo hemos encontrado y, perderlo, nos parece una utopía.
Me preocupa que haya gente que un “viva España” lo considere de tal importancia (además, diciéndolo con gesto serio y de forma contundente) que no ponga en valor otras cosas, otros conceptos ni que los tenga en cuenta a la hora de expresarse y comunicarse con otras personas.
¿Qué se está consiguiendo? ¿Qué se está construyendo? Hemos pasado de los sanos hijos del patriarcado a… ¿Los hijos de cualquier tiempo pasado fue mejor? O, tal vez, convivan a la par ambas descendencias y se aúnen en las mismas personas.
¡Qué tristeza y qué miedo!
Parece que no hemos aprendido nada. Que no nos han enseñado nada. Parece que el Alzhéimer histórico se está abriendo paso y que caminamos como borregos detrás del lobo que se ha disfrazado con la piel del cordero que se ha comido hace un rato.
Recomendación literaria: “La gran fábrica de las palabras”.
