Podría haberme quedado tranquila y cómodamente varada en mi viejo sillón de piel de búfalo viendo pasar los días de vacaciones en pasiva y despreocupada actitud.
Pero no me conformo, nunca lo he hecho; cargo mi mochila repleta de cosas innecesarias y emprendo un nuevo viaje que sé de antemano dónde me llevará.
Voy en busca de aquel aroma único y personal que impregnó el ambiente y excitó mis sentidos cuando en aquella ocasión fui realmente feliz.
Quiero sentirlo de nuevo para recrear oliéndolo los instantes de dicha que compartí contigo.
A las bravas y sin hacer caso a Joaquín Sabina:
“Al lugar donde fuiste feliz no debieras tratar de volver…”