Comprendo que te sea difícil (nos sucede a todos) encontrar la felicidad cada día…porque estamos acostumbrados a esperarla como una persona que llega a determinada hora o por tren o por avión. Y sientes como si estuvieses en la terminal de un aeropuerto o de una estación de ferrocarril, esperándola a que baje.
Dirás que esta manera de presentarte la imagen de felicidad es más propia de los dibujos de Walt Disney o de Dreamworks. Pero en realidad nuestra propia vida en el día a día no es más que un boceto del dibujo final que por fin tomará cuerpo y forma, cuando ya estés con muchos más años en tu haber. Porque nunca jamás nos damos cuenta de esos pequeños momentos, a los que casi siempre despreciamos y ni siquiera valoramos con el justiprecio que merecen.
¿Te parece que esto que te digo es un poco fantasioso y que realmente no puede darse? ¡Pues sígueme querido lector/a unos pocos minutos y te demostraré lo equivocado que a veces podemos estar respecto a nuestra manera de no dejar que la felicidad fluya, cuando en realidad puede hacerlo. Es que nos dejamos atrapar por la negatividad diaria, empezando por tanta información negativa que nos invade de los hechos que ocurren en nuestra sociedad, y muy especialmente, en nuestro ámbito particular de vida, sea en el plano laboral o personal.
Propuesta que te hago
La felicidad no la persigas porque ella sola se posará en tu hombro
Henry David Thoreau (1817-1862) que fue un escritor, poeta y filósofo estadounidense, de tendencia trascendentalista y origen puritano, autor de “Walden” y “La desobediencia civil”, que fue además agrimensor, naturalista y conferenciante acierta con un pensamiento que me ha seguido siempre (en el buen sentido) y lo me lo he aplicado con buenos resultados a mi propia existencia: “la felicidad es como una mariposa; cuanto más la persigas, más te eludirá, pero si prestas atención a otras cosas, vendrá y se sentará suavemente en tu hombro».
Es casi infinita la literatura en todos los idiomas sobre la felicidad
Cosas dichas como que “uno debe aferrarse al corazón, porque si uno lo deja ir, pronto también pierde el control de la cabeza”, por Friedrich Nietzsche (1844-1900), que fue “iconoclasta e irreverente”, que así es como muchos críticos y también filósofos contemporáneos de Nietzsche han definido su pensamiento.
Fue un filósofo, poeta, músico y filólogo alemán del siglo XIX, considerado una de las más importantes personalidades de la filosofía occidental, cuya obra ha ejercido una profunda influencia tanto en la historia como en la cultura de Occidente, y que nos ha dejado algunos de los pensamientos más profundos sobre los sentimientos y las emociones.
Los seres humanos somos un cúmulo infinito de sentimientos y emociones que son en definitiva los que van configurando la personalidad a lo largo de nuestra vida. Las que nos hacen sentir bien o por contrario, nos producen angustia, malestar, disconformidad, insatisfacción, inseguridad, etc.
A lo largo de esta corta vida que aún tiene “El Faro de Alejandría”, digamos que aún no ha entrado si quiera en la adolescencia, lo cual nos brinda ese carácter estimulante por lo innovador, nos gusta descubrir cosas, pero al mismo tiempo nos brinda la inocencia (aunque en realidad no somos inocentes) en el sentido estrictamente filosófico, que implica las ganas que siempre nos aflora de entender algo nuevo, de comprender un hecho que nos está perturbando, caso de un conflicto que en este momento está ocurriendo en nuestra oficina, etc.
La variedad de sucesos que pueden contrariar nuestro ánimo cada día son infinitos, y realmente muy pocos los detalles y aquellas señales a las que me estoy refiriendo, para que seamos capaces de ver que hay espacios de felicidad, aunque no los estemos viendo.
Hemos abordado en el “El Faro de Alejandría”, desde diferentes ángulos las emociones y muy especialmente, hemos dedicado mucho tiempo y espacio a la felicidad, la alegría, el sentirse bien y todo lo que gira en torno al aspecto positivo de las emociones.
Por ello, he creído conveniente insistir en cómo mejorar la carga positiva de nuestros sentimientos porque sin duda, siempre tienen que contrarrestar la carga negativa (una ley de vida) de todos los inputs negativos que recibimos a diario.
Especialmente estas últimas tres semanas que nuestra parte emocional está siendo afectada de manera muy dura por la terrible catástrofe de Valencia, por la que expresamos nuestro más profundo pesar por la pérdida de vidas humanas. También nos ocurrió con el largo período que tuvimos que soportar en 2020 y 2021 por la pandemia, que también costó miles de vidas. Es por ello, que lo digan o no los gobiernos, la psicología individual y social ha sido impactada muy negativamente por el Covid-19 y estábamos además asustados al enfrentarnos a algo totalmente nuevo.
Pero ni la pandemia entonces ni la dana de Valencia del 29 de octubre pasado, van a parar el mundo, porque como suele decirse: “seguirá girando y todos nosotros giraremos con él”.
¿Es una expresión de resignación lo que digo? ¡No! Solo quiero significar que hay cosas que no dependen ni nunca dependerán de nosotros, por ello, debemos continuar con nuestras vidas, y en el caso reciente de Valencia, perfecto ha sido el comportamiento de la gente, ese “pueblo que ayuda al pueblo” y muy especialmente la gente joven. Una demostración de humanidad como la que falta en tantos órdenes de la vida.
Los que venimos trabajando hace años en la formación, especialmente orientada a la humanización de los recursos humanos y por ende las organizaciones, hemos centrado siempre nuestra visión en que una sociedad más justa y más humana es posible, pero hay que empezarla desde lo más simple, que son los sentimientos y las emociones de las personas.
Erradicar las emociones negativas
Son muchas las emociones negativas almacenadas en tu mente que sin duda terminan afectando la máquina de sentimientos que es el corazón. No lo decimos desde el punto de vista morfológico (una afección cardíaca, por ejemplo, aunque puede contribuir sustancialmente a provocarla o a agravarla), sino desde la consideración intangible, casi imposible de medir, que relacionan siempre esos sentimientos con nuestro espíritu, o sea, lo más profundo de los valores que poseemos. Y la negatividad, sin duda, los afecta y con frecuencia los lesiona de manera irreparable.
Además, hay muchos momentos en tu vida en los que tu persona más cercana, esa que está a tu lado y se supone que cuentas con ella en el día a día, al igual que ella cuenta contigo, termina hiriendo tus sentimientos porque tanto ella como tú han gestionado mal un problema surgido o simplemente, una discusión sin importancia en el origen, pero que se convirtió en una marea de reproches sobre cosas del pasado que ya pensabas que se habían superado.
Esto produce con más frecuencia de la que nos gustaría admitir, esos sentimientos tan nocivos para nuestro estado anímico, como es el sentirte perdido, solo y emocionalmente débil.
Y a veces (por no decir en una amplia mayoría de situaciones) todos esos sentimientos van en contra de tus decisiones (aquellas que tomas) y terminas activando un sentimiento de frustración, porque además de todo te sientes que has sido rechazado. De ahí que no debes debilitarte porque solo tú tienes el poder de controlarlo.
Nietzsche dice que “nadie puede construir para ti el puente sobre el que precisamente debes cruzar la corriente de la vida, nadie más que tú solo”, remarcando el “tú solo”, porque si no te ayudas a ti mismo ¡quién lo hará!
Cuando Nietzsche afirma que “hoy, como siempre, los hombres se dividen en dos grupos: esclavos y hombres libres. Quien no tenga dos tercios de su día para sí mismo, es un esclavo, sea lo que sea: un estadista, un hombre de negocios, un funcionario o un erudito”, nos muestra que su pensamiento es de aquellos que centran una idea como inevitable: sentirse libre o esclavo, o sea que para Nietzsche incluso en el más normal comportamiento de un hombre o mujer un día determinado, terminarán aflorando sentimientos de culpa de cómo lo ha gestionado ese día para ver en qué categoría se auto-clasifica, si de libertad o esclavitud.
Sin duda es determinista, amante del blanco y el negro, no de las zonas grises, en que debemos operar la mayoría de nuestras acciones y pensamientos todos los días. Porque la vida es ese cúmulo de emociones para cada persona, que van calibrando situaciones más positivas y tratando de neutralizar las negativas, no para que todo se blanco, si no para huir del negro absoluto. De ahí que creer que nos movemos en zonas grises en el presente diario, no es escepticismo, sino puro realismo.
Nunca nos sale nada al 100% de lo planeado, hay ajustes, correcciones, etc. Hay niveles diversos de insatisfacción por lo hecho que tenemos que re-direccionar, o sea que volver a repetir, insistir, tratar de corregir para que esa negatividad se de vuelta y sea por fin algo positivo. El sentimiento de haber logrado lo que nos habíamos propuesto, aunque hayamos tenido que rectificar y arreglar los desvíos producidos entre lo acontecido y lo planificado.
Esto siempre ocurre, por lo que no hay que darle tal cantidad (si es que puede cuantificarse) de negatividad que afecte el resto de nuestras acciones. Y lo que es peor, influirá en nuestro estado de ánimo, lo que es muy malo porque éste sí va a condicionar todas nuestras nuevas acciones que tenemos que realizar, además de influir en los pensamientos que tengamos a continuación después de una experiencia negativa.
Y todos estos sentimientos nos hacen tener una visión del mundo en la que comprendamos que las mejores y más bellas cosas no se pueden ver ni oír, sino que se deben sentir con el corazón.
Cuando quieres buscar esa carga positiva que te empuje y te saque de ese agujero de depresión en el que has caído, hay cosas muy simples que puedes hacer, como revisar tus pensamientos, por ejemplo, como decía el gran sabio Lao Tse, que vivió alrededor del año 600 aC, al afirmar tres estados de ánimo habituales que se producen en las personas.
Con su habitual maestría sintáctica decía “si estás deprimido, estás viviendo en el pasado. Si estás ansioso, estás viviendo en el futuro. Si estás en paz, estás viviendo en el presente».
Pero ¿somos capaces de desmenuzar nuestro pensamiento con tanta claridad? ¡Desde ya que no es tarea fácil! Pero puedes entrenarte para ello. Porque cuando Lao Tse te dice que “si estás en paz estás viviendo en el presente”, es porque le da una tremenda importancia al sentimiento de alegría y felicidad que se produce cuando vemos que estamos vivos, trabajando, disfrutando a nuestra manera, relacionándonos con los demás, teniendo expectativas sobre el futuro, pero sin que entremos en una ansiedad por alcanzar cosas que son inalcanzables o imposibles.
Del mismo modo cada vez que tratamos de eludir esos pensamientos del pasado que nos vuelven una y otra vez, porque nos deprimen, no tenemos la fuerza moral suficiente (aunque queramos tenerla) para perdonarnos a nosotros mismos y aprender a vivir con el arrepentimiento. Si el futuro no nos trae angustia ni ansiedad ni miedo y tampoco el pasado nos consume o nos condena, es entonces el presente el que por el solo hecho de estar respirando nos hace merecer disfrutar de esa paz a la que Lao Tse se refería. Es lo que te proponía en el título de hoy: “tu felicidad la tienes ahí delante de tus ojos: ¿o es que no sabes verla?”.
Espero que, a partir de haber leído estas líneas, al menos, lo intentes. Que me dices que sigues sin verla esa felicidad que tenemos dibujada en la mente pero que sí quieres tocarla y sentirla… ¡pues entonces intúyela!
Conviértete en un vigía de tu propio espacio vital, como cuando un soldado hace la guardia y está pendiente de hasta el mínimo ruido que se produzca, debes también estar muy atento a esa presencia de la mariposa que está por apoyarse en tu hombro.
Ten la certeza que ocurrirá, pero no lo dejes librado al azar…esfuérzate, búscala y tócala. Como la planta en una maceta que la cuidas y riegas, piensa que hay una cantidad de hechos que suceden en tu vida a diario, muchos de los cuales como decíamos te pasan inadvertidos, por lo que debes esforzarte en ver cuáles son, qué cosas son las que te agradan, que te dan alegría, que te insuflan energía para levantarte cada día e ir al trabajo, aquellas que te impulsan a terminar los estudios que vienes realizando, aquel trabajo que has asumido por pedido de tu jefe, que a su vez es el dueño de la empresa y te estás jugando el futuro, en fin, podemos hacer un detalle minucioso de decenas de cosas que terminan siendo las que tejen nuestra vida. Y esto conviene que lo tengamos en cuenta. Nunca subirás al Himalaya, pero puedes coronar tu montaña particular cada día, por más pequeña que sea, será “tu particular ocho mil” como si estuvieses en Nepal.