“Comienza tu día con una sonrisa y verás lo divertido que es ir por ahí desentonando con todo el mundo” (Quino).
No se puede dudar de que la alegría es buena en sí misma. En el Corán se afirma que el Paraíso pertenece al ser humano que ha hecho reír a sus semejantes. Se dice en la India que una buena carcajada vale por una hora de yoga. El ser humano es el único animal que ríe; aunque con frecuencia tiene la sonrisa atornillada. La risa es un tesoro y hay que reír a pleno pulmón, a mandíbula batiente, como lo hace un niño.
En la novela “¿Quo vadis?”, del polaco Premio Nóbel de Literatura Henrik Sienkiewicz, hay una frase referida a una bella muchacha de alta alcurnia que dice: “lo tiene todo, menos la sonrisa”. Y da pena que a una persona le falte la sonrisa, porque le falta todo. La sonrisa hace a la persona el mantenerse vivo y feliz y logra que los demás sean felices. La sonrisa está al alcance de todos, ricos y pobres. El sabio sabe que la alegría verdadera se encuentra en las pequeñas cosas de cada día y se mantiene a pesar de las adversidades y contratiempos.
Es bueno sonreír en la bondad, en los triunfos, en la debilidad, en las derrotas, en los momentos en que todo va bien y cuando las cosas se tuercen. Los antiguos estoicos nos decían que “los verdaderos días de fiesta son y deben ser para ti aquellos en que has vencido una tentación o te has arrancado, o al menos dominado, el orgullo, la temeridad, la malignidad, la maledicencia, la envidia, la obscenidad… el lujo o cualquiera de los vicios que te tiranizan”.
Preguntaron a una madre cuál era el secreto para obtener que sus hijos fueran tan amados por los demás, y ella respondió: “Mi primera lección es enseñarles a sonreír”. Y resumía así los consejos que ella da a sus hijos: sonríe, sonríe, hasta que notes que tu continua seriedad o tu severidad habitual hayan desaparecido… Sonríe a los enfermos, a los pordioseros, a los tristes, a los ancianos, al sufrimiento. La sonrisa te abre muchas puertas, allana las dificultades y hasta puede obtenerte excepcionales favores.
La vida es como un hogar y todo hogar tiene días nublados y días de sol; cuartos soleados y otros más sombríos. Si fuera por nosotros, construiríamos nuestra casa con un proyecto en que todas las ventanas dieran al sol, pero es un sueño irrealizable. La vida tiene cosas buenas y no tan buenas; pero lo más importante es que tanto la risa como el llanto pueden unir más a los que viven bajo el mismo techo. De uno mismo depende que la casa sea “Hogar dulce hogar” o bien “Hogar agridulce hogar”.
Suceda lo que suceda en tu vida, sonríe, no desistas, sigue avanzando, nunca te rindas, siempre encontrarás el sol de nuevo, sentirás las ganas de vivir y comprobarás que en el camino no hay sólo piedras también hay rosas que te brindan su perfume y belleza. Es necesario mantener el buen humor en todo momento y en toda ocasión.