Relato corto: La vida real no es la de Instagram

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Ayer intentaba postear una foto en Instagram donde se reflejaba una inmensa paz: yo con mi perrito, en un barquito en el medio de un río navegando lentamente, respirando el aire que nos provee la naturaleza, y viendo el agua fluir, como muchas veces quisiera fluir yo: sumergida en el silencio y escuchando los sonidos de mis adentros. En fin, la foto revelaba la armonía de aquel día de primavera hermosamente iluminado.

No suelo publicar fotos constantemente, tengo 10 años siendo usuaria de Instagram pero no siendo muy visible. Tengo 75 publicaciones, lo cuál es una cantidad bastante baja en un período de 10 años, tomando en cuenta que hay personas o “personajes” que, por lo mínimo, publican 1 foto al día, lo que equivale a 3650 fotos en 10 años.

Soy activa en Instagram como espectadora, porque es una red social que me gusta por su enfoque inicial en la fotografía, porque me ofrece inspiración en algunos temas de mi interés, porque me permite ver – desde la distancia- cómo están mis seres queridos, pero también es una red social que me genera ansiedad y agobio, me crea un gran dilema entre si sigo allí o elimino la cuenta definitivamente.

Me enferma…

Volviendo al tema de la fotografía que quería publicar, me motivé a escribir un texto, como suelo hacer en la mayoría de mis publicaciones (aunque cada vez menos). Escribía y borraba, escribía y borraba. No me sentía satisfecha con publicar lo que estaba sintiendo en ese momento, que no iba en concordancia con lo que transmitía la foto: una inmensa tranquilidad.

¿Pero cuál es el problema con expresar lo que siento en ese momento?, me preguntaba- El problema es que Instagram ha sido creado para mostrar la estética, colores que encajen perfectamente y filtros que nos mejoren nuestros rasgos, no hay colores grises ni en las fotos ni en la vida, como el capítulo de Caída en Picada de Black Mirror, dónde destaca el color pastel, donde Laice la protagonista, lucha constantemente por encargar en la sociedad a través de recibir buenas puntuaciones (likes). Donde se lucha por recibir el número máximo de aceptación por parte de nuestro entorno, aunque eso signifique reprimir nuestros sentimientos, ocultar nuestra realidad, y sufrir…

Y me decía a mí misma: lo malo de escribir es qué siempre tienes que desnudar el alma. Y desnudarte muchas veces te hace vulnerable ante el mundo. Este mundo morboso y juez. Este mundo grotesco e inhumano, este mundo donde las desgracias ajenas son motivo de entretenimiento.

Me gusta escribir en primera persona, y eso me pone en el centro de la historia, lo que quiere decir que lo que escribo me pasa a mí. Ser transparente y mostrar los demonios que llevas dentro no siempre es tan bueno para la «opinión pública».

Yo no estaba en paz en la foto, mi vida no era plena, tenía estrés, ansiedad, un poco de rabia, aburrimiento, un remolino de sentimientos y pensamientos en mi cabeza. Confusión. Desde hace mucho que tengo confusión de si voy por el camino correcto o si por el contrario estoy retrocediendo. Desde hace tiempo que estoy dando tumbos. Desde hace tiempo que dejé a mi familia y siento un vacío inmenso por no estar cerca de ellos. Desde hace tiempo que pasan muchas cosas: buenas y malas.

¿Pero qué? En Instagram no se puede ser “humano”, con ángeles danzantes y demonios dirigiendo el más auténtico baile, no se puede ser negro, no se puede ser gordo, no sé puede ser pobre, no sé puede ser feo… ¿Pero que pinta la belleza en toda esta historia? Si es tan bello para mí conocer a alguien roto, jodido, real y conocerle tal como es.

Porque la vida real no es la de Instagram. La belleza y la realidad va más allá de una foto en la Torre Eiffel… ¿Cuántos demonios (batallas) nos ha tocado enfrentar a lo largo del camino para postear una simple foto hermosa y perfecta? Para llegar a ese lugar hermoso y perfecto…

Seguía reflexionando sobre mi vida, sobre la red social, sobre la perfección, sobre cuánto dolor habrá detrás de una fotografía…

También pensaba en cuantas Laice existen en el mundo, y en ese capítulo maravilloso que refleja la realidad más oculta de quienes somos: La lucha por parecer lo que no somos, y por pertenecer a ese mundo idílico que nos enferma.

Expresarnos sin filtros ni colores en armonía es el objetivo.

Porque Instagram muestra una belleza dolorosamente perfecta.

Porque somos perfectos con nuestras tristezas, frustraciones y fracaso.

Porque simplemente, de puertas para dentro, somos humanos y para eso, no hay filtro que valga…

Autor

Joven periodista y comunicadora social venezolana que actualmente vive en Salamanca. Se ha desempeñado en la fuente cultural, y se inclina por la escritura literaria, por las crónicas, y las historias sociales.