¿Y ahora qué?

- en Firmas
ansiedad ninos Salamanca

Bienvenidos al siglo XXI, los “Centennials” o generación Z campan a sus anchas por nuestros calles. Nosotros los adultos de la generación X somos sus padres, tíos o profesores. Nuestros chicos se han criado bajo el yugo de la tecnología, bajo el amparo de los teléfonos móviles, que usan sin cesar y que en parte nosotros somos responsables de ello.

“Manolo ponle algún juego en el móvil al niño para que se calle , y así podremos cenar tranquilos”, ha sido y sigue siendo una de las frases más recurrentes para muchos padres y madres que cansados del trabajo diario al final ceden ante las exigencias de atención por parte de sus hijos para poder descansar por unas horas.

Nuestros hijos han creado una dependencia tal con la tecnología, que se han olvidado de jugar, son tan dependientes que el hecho de no tener suficiente batería en su teléfono puede significar tener que cambiar sus planes o incluso
no quedar con sus amigos hasta que esto esté solucionado por la ansiedad de estar incomunicados.

Las cuestiones son: ¿Dónde ponemos los limites? O ¿Dónde los deberían poner ellos? ¿Somos responsables de alguna manera?

“Vayamos por partes” como bien dijo Jack el Destripador.

Tenemos parte de responsabilidad porque hemos vivido tiempos convulsos y el miedo ha generado que les impusiésemos dispositivos para estar en contacto con ellos desde muy pequeñitos. Es más, muchos están localizados
las 24 horas mediante diferentes apps de geolocalización y pronto les insertaremos un microchip para tenerlos controlados en todo momento. Las predicciones futuristas de la serie “Black Mirror” se cumplirán a pies juntillas y lo que nos parecía una fantasía será una realidad.

¿Porque este cambio si nuestra generación no tuvo esta necesidad?

Hay varios factores que explican esto, las familias en muchos casos han decidido tener un solo hijo sobre el cual ejercen una sobreprotección, también está la paranoia y el miedo que nos llega desde diferentes medios de comunicación para que cuidemos a nuestros retoños.

Ese miedo es el factor fundamental, miedo a TODO, a los virus, a los asesinos, al bullying, a los profesores, a los vecinos, miedo y desconfianza del ser humano, que en su mayoría es de naturaleza bueno pero que los casos aislados que salen en algunos medios alarmistas potencian este estado de angustia continua.

Y en la escuela ¿cómo afecta este hecho en el día a día?.

Hace que los profesores seamos guardias de seguridad, poniendo normas “antimovil” y requisando dispositivos cada vez que les vemos haciendo un mal uso del mismo, con la posterior queja de algunos padres y madres porque su hijo va a estar aislado durante varias semanas.

¡Profesor!¿puedo ir al baño?, es una de las frases típicas que usan nuestros alumnos para poder ir a chequear si han recibido alguna notificación de cualquiera de sus decenas de redes sociales, la cual necesita una respuesta inmediata.

¿Es esta la mejor solución?, pues posiblemente no lo sea, porque genera que los alumnos se escondan y mientan para usar su teléfono, creándoles ansiedad si no lo consiguen.

¿Cuál es la mejor solución para esto?, es una pregunta muy compleja, ya que muchos adolescentes tienen construido su mundo alrededor de sus redes sociales, sus amigos son virtuales y viven en diferentes partes del país o incluso del mundo y en ellos se refugian cuando tienen un problema, su mundo está creado dentro de su propia “Matrix”, y así son felices.

Parte de la culpa de que tengan esta necesidad es nuestra, de los adultos que en un momento dado les pusimos el móvil en la mano para que no nos molestasen o para que se calmaran, y ahora queremos arrancárselo de cuajo,
cuando les hemos generado una dependencia de años.

La solución no es fácil, quizás sería dar un salto al vacío y confiar en el ser humano, en la bondad de un desconocido, en que no es necesario usar Google maps para ir a cualquier sitio porque podemos preguntar a un extraño, en que
también pueden tener amigos de carne y hueso.

Debemos dejar que nuestros hijos sean poco a poco autosuficientes, aprendan a vivir, a confiar, a desconfiar y se vayan dando cuenta por sí mismos de cómo funciona la vida y la sociedad, porque si no lo hacemos así, el golpe será mayor y posiblemente no estaremos allí para recoger los pedazos cuando llegue.

Debemos educarles desde que son muy pequeños para que no creen dependencias de ningún tipo, ni tecnológicas, ni sociales. Que pueden ser autosuficientes por ellos mismos y que de hecho lo son, pero necesitan darse cuenta de ello.

Dejemos que salgan de su zona de confort, que construyan sus propias vivencias, que se equivoquen y que aprendan de sus errores. No es fácil ,por supuesto, pero es necesario ya que solo así aprenderán a vivir.

La vida pasa rápido, muy rápido, y los pequeños momentos vividos en el día a día marcan nuestro futuro y nuestra felicidad. Eso se consigue compartiéndolos con nuestros seres queridos en persona y no con una pantalla delante.

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